Hace más de una semana que Yazen duerme en un descampado de la Universidad de Columbia. Este estadounidense-palestino de 23 años es uno de las decenas de estudiantes que han instalado un “Campamento de solidaridad con Gaza”, en medio de fuertes tensiones en varios campus del país.
“Millones de palestinos en Gaza duermen a la intemperie todas las noches sin acceso a comida ni abrigo”, argumentó Yazen, que no quiso dar su apellido.
Desde el 15 de abril, tiendas de campaña multicolores han sido levantadas en los jardines de la prestigiosa universidad de Nueva York en solidaridad con los palestinos de Gaza, donde Israel libra una guerra contra el grupo islamista Hamás.
Las decenas de estudiantes y graduados piden a la dirección de Columbia que corte sus lazos con empresas vinculadas a Israel.
Las universidades se han convertido en centro de debate en Estados Unidos desde el ataque sin precedentes de Hamás en suelo israelí del 7 de octubre, que causó la muerte de 1,170 personas, según un recuento de la AFP basado en cifras oficiales israelíes.
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Israel respondió con una vasta represalia en la Franja de Gaza, donde en seis meses de guerra han muerto más de 34,000 personas, la mayoría mujeres y niños, de acuerdo con el Ministerio de Salud del territorio palestino, y se presenta una grave crisis humanitaria.
Otros campus estadounidenses se han unido al movimiento de protesta, incluida la prestigiosa Universidad de Yale, al norte de Nueva York.
En el sur del país, la Universidad de Texas fue escenario este miércoles de un tenso enfrentamiento entre cientos de estudiantes propalestinos y la policía. Además, decenas de alumnos comenzaron a “ocupar” el campus de la Universidad del Sur de California en Los Ángeles.
Ante el aumento de estas manifestaciones, la Casa Blanca aseguró que el presidente Joe Biden “apoya la libertad de expresión y la no discriminación” en las universidades, pero aclaró que su gobierno rechaza esas manifestaciones “cuando hay retórica de odio, cuando hay violencia”.
Por su parte, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, consideró como “horrendas” las protestas propalestinas en los campus estadounidenses y pidió actuar para que las “turbas antisemitas” sean “detenidas”.
“Mostrar mi solidaridad”
Yazen fue uno de los primeros manifestantes en instalarse en los jardines de Columbia. Si bien el número de participantes fluctúa a distintas horas del día, a veces son varios centenares.
El alumno, a pesar de las presiones de las autoridades para desalojar la protesta, está decidido a quedarse. “Como palestino, ¿es mi responsabilidad estar aquí y mostrar mi solidaridad con la gente de Gaza? Por supuesto”, afirmó.
La semana pasada, las tensiones aumentaron cuando el rectorado autorizó a la policía a entrar en el campus y detener a los manifestantes. También suspendió a un centenar de estudiantes.
En un arriesgado ejercicio de objetividad, las autoridades de Columbia afirman que quieren permitir a los manifestantes ejercer su libertad de expresión, al tiempo que condenan los comentarios y actos antisemitas.
Melissa Saidak, estudiante judía, denuncia que la manifestación atrajo a las puertas del campus a individuos agresivos y a menudo violentos.
“Una persona me gritaba, me increpaba, me llamaba sionista y asesina. Estaban golpeando una olla o algo así”, dijo la estudiante, que porta una placa en solidaridad con los rehenes israelíes tomados por Hamás y una estrella de David alrededor del cuello.
“Empeorando las cosas”
La alumna cree que Columbia no está haciendo lo suficiente para proteger a los estudiantes judíos. “La universidad ha seguido empeorando las cosas”, consideró.
La rectora de Columbia, Nemat Shafik, había fijado la medianoche del martes como fecha límite para terminar la protesta. Inmediatamente después de ese anuncio, cientos de personas más acudieron a la acampada, desbordando las aceras y otra zona verde del campus.
En medio de la confusión, los manifestantes se apresuraron a desalojar el campamento, llevándose tiendas medio desmontadas y bolsas de víveres.
Sin embargo, las autoridades universitarias ampliaron el plazo otras 48 horas y acordaron no llamar a la policía ni a la Guardia Nacional. Los manifestantes lo calificaron de “importante victoria”.
Este miércoles por la mañana, el campamento había retomado su programación habitual y, a pesar del nuevo plazo que se avecina, no parece que vaya a cesar.
D.P., una estudiante de 22 años que solo dio sus iniciales y se ocupa de la seguridad del campamento, está entre los que han decidido quedarse.
“No soporto la idea de no estar aquí”, dijo. “Creo que esto funciona solamente porque todo el mundo está dándolo todo”.
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