urbanismo
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El desarrollo denso y orientado al tráfico es más amigable con el medio ambiente que la . No obstante, los citadinos pueden dejar toda petulancia de lado. El hecho de que un apartamento urbano gaste menos recursos que una mansión no siempre significa que sus habitantes utilizan menos recursos que los suburbanos.

Esta es la conclusión de un notable análisis del 2007 sobre el consumo en que apenas descubrí la semana pasada. Mi fuente de iluminación fue una columna de opinión, no muy convincente, de Joel Kotkin y Wendell Cox, prominentes antiurbanistas.

En su defensa de las zonas unifamiliares, escriben: "De hecho, las casas suburbanas, según datos de un estudio australiano (realizado por la consultora del coautor Cox), consumen menos energía que los hogares de la ciudad".

Esta aseveración se opone diametralmente a la sabiduría que se ha recibido durante las últimas dos décadas. Además, es falsa. Lo supe tan pronto como hice clic en el "estudio" de Cox.

Lo que la consultora de Cox produjo era realmente una interpretación de los datos de consumo australiano, compilados por la fundación Australian Conservation Foundation y el Centro de análisis de sostenibilidad integrada de la Universidad de Sídney, los cuales no indicaban que las casas suburbanas consumían menos energía que los hogares citadinos.

Sí revelaba, no obstante, que los residentes de los suburbios a las afueras de las ciudades australianas consumían menos energía por persona que aquellos que vivían más cerca al centro de la ciudad, dato que en sí es muy interesante.

Estos datos mapean el impacto ambiental del consumo de los hogares en toda Australia. Únicamente 20% de las emisiones de gases de efecto invernadero, 23% del consumo de agua y 7% de la "huella ecológica" de los hogares fueron atribuidos a consumos directos del hogar como calefacción, iluminación y el regado del jardín. El resto -la gran mayoría- provenía de las cosas que los habitantes de dichos hogares compraban y hacían.

Las personas más pudientes pueden comprar y hacer más cosas y, en Australia, los más acaudalados tienden a vivir más cerca al centro de la ciudad. Como resultado, "en cada estado y territorio, el centro de la capital es el área con los mayores impactos ambientales, seguido por las áreas suburbanas. Las zonas rurales y regionales presentan notablemente menores niveles de consumo".

En Estados Unidos, la relación entre la proximidad al centro de la ciudad y la riqueza es más complicada. En décadas antes y después de la Segunda Guerra Mundial, las personas ricas huyeron de las ciudades hacia los suburbios y, si bien esa tendencia se ha revertido un poco en las últimas décadas, las áreas más ricas de EE.UU. todavía son generalmente suburbanas.

La ciudad de tiene un ingreso medio por hogar más bajo que su área metropolitana, por ejemplo, y mientras que el ingreso medio por hogar en Manhattan es más alto que el área metropolitana, aún es más bajo que el de varios condados suburbanos. El condado de Hunterdon, en Nueva Jersey, un área suburbana que limita con Pensilvania, tiene el ingreso medio por hogar más alto del área metropolitana.

Por lo tanto, dudo que el mapeo de los impactos ambientales generales en EE.UU. ofreciera un continuo urbano-suburbano tan fluido como en Australia. Pero la investigación existente en EE.UU. que rastrea el uso directo de energía para calefacción, electricidad y transporte local, y que revela que las ciudades son mucho más verdes por persona que los suburbios, definitivamente pierde de vista algunas de las formas en que los citadinos acaudalados dejan grandes huellas ambientales, incluso si toman el metro para ir a trabajar.

El más obvio es el transporte aéreo. El investigador de transporte Michael Sivak calculó recientemente que volar de Atlanta a Los Ángeles ida y vuelta en primera clase (o de San Diego a Frankfurt ida y vuelta en clase económica) genera tanto dióxido de carbono por persona como un automóvil promedio, VUD, o camioneta en un año.

En su análisis de los datos de consumo australianos, Cox reconoce que los ingresos y el impacto ambiental están estrechamente relacionados, pero resalta que algunas áreas suburbanas tenían menor impacto ambiental por persona que barrios cercanos con ingresos similares. A modo de explicación se refiere a un estudio del 2005 que determinaba que los altos edificios de apartamentos de Sídney generaban más gases de efecto invernadero por hogar que las casas individuales.

No obstante, omite mencionar que estos altos edificios eran los estilizados (88% tenían piscinas) que albergan a solo 2% de la población de Sídney. El mismo informe revela que todos los demás tipos de hogares multifamiliares (donde viven 24% de los habitantes de Sídney), tienen un consumo de energía por persona menor que las casas individuales.

No, la principal razón por la que algunos suburbios tienen un menor impacto ambiental por persona que los barrios urbanos con ingresos similares es que las casas suburbanas tienden a albergar a más personas. Cuando un recurso como la energía se comparte con varias personas, la carga ambiental por persona cae. Las familias (¡y comunas!) son más eficientes en términos de recursos que los hogares unipersonales. Además, en general, los hogares de una o dos personas son más comunes en barrios urbanos densos que en los suburbios.

Las implicaciones de esto pueden ser un poco difíciles de entender. No tener hijos a menudo se describe como una forma de minimizar el impacto ambiental, pero en cualquier contabilidad per cápita, la falta de niños en la casa o el apartamento se traduce en un impacto mayor.

Si bien soy lo suficientemente antropocéntrico para pensar que tratar de salvar el medio ambiente al evitar reproducirse no abarca realmente el tema, no creo que los suburbios en expansión sean mejores para el medio ambiente solo porque allí la gente tiene más hijos.

Aún así, los datos de consumo complican claramente la narrativa cada vez más estándar de las ciudades como salvadoras ambientales. A medida que las ciudades de EE.UU. se tornan más pudientes, su huella ambiental puede crecer, y las personas que quieren tener hijos se sienten obligadas a mudarse a los suburbios. Igualmente vale la pena resaltar que las grandes áreas metropolitanas en EE.UU. muestran signos de ineficiencia energética en relación con las más pequeñas.

Los desplazamientos, por ejemplo, son más largos en las áreas metropolitanas de Nueva York, Washington, San Francisco y en las áreas metropolitanas que los bordean, y son más cortos en áreas metropolitanas pequeñas en el centro del país.

Obtener alimentos en la ciudad desde las granjas y otros bienes de los almacenes, seguramente toma más tiempo (y consume más energía) allí también. Las grandes ciudades son geniales, pero no son la solución a todos los desafíos ambientales del mundo.

Por Justin Fox