Christine Lagarde. (Archivo El Comercio)
Christine Lagarde. (Archivo El Comercio)

¿Medidas insuficientes? ¿Error sobre la deuda italiana? En lugar de tranquilizar ante el pánico financiero que ha generado el coronavirus, el Banco Central Europeo (BCE) suscitó el jueves una lluvia de críticas, que apuntaban directamente a su nueva presidenta.

En su primer gran examen al frente del BCE, se decantó por un arsenal de medidas destinado a mantener bancos y empresas a flote para evitar una oleada de quiebras, más que por una reducción de las tasas de interés, que por lo demás habría sido más bien simbólica.

Lagarde utilizó un tono firme e incluso hosco, dejando en manos de los Estados lo esencial de la respuesta sanitaria y económica a esta crisis, en contra de su predecesor Mario Draghi que había acostumbrado a los mercados a esperar mucho de los bancos centrales.

Interrogada sobre la desconfianza que genera la deuda italiana y que perturba la financiación del país sumergido por la epidemia, Lagarde respondió que la misión del no es “reducir los ‘spreads’”, es decir, la diferencia de intereses que pagan los italianos en los mercados de deuda frente al bono alemán, de referencia.

“Me limitaré a calificar sus declaraciones de ‘accidente’ ya que soy un ministro de la República, sino habría utilizado otra palabra”, dijo secamente el jueves por la noche Stefano Patuanelli, ministro italiano del Desarrollo Económico, en la cadena Rete4.

Metedura de pata

Para el ministro, la conferencia de prensa de Christine Lagarde el jueves causó “la mayor caída en la Bolsa de Milán” (-16.92%), pese a que el resto de plazas bursátiles también registraron caídas históricas.

La respuesta de Lagarde remite al mandato del BCE, que es supervisar la inflación. Pero la forma es tan poco habitual que la presidenta tuvo que rectificar en la cadena CNBC, y prometió utilizar "toda la flexibilidad" del programa de compra de deuda.

Es decir, que mientras respete algunos límites, el BCE puede comprar en particular deuda del Estado italiano, sin tener que mostrar este apoyo.

Incluso aumentó el jueves sus márgenes de maniobra dotando al programa de la entidad con 120,000 millones de euros adicionales para fin de año, que podrán ser concentrados en caso necesario en el grueso de la crisis.

Pero esta metedura de pata no favoreció la recepción del paquete de medidas adoptado por el BCE, sobre todo porque contrasta con las reducciones precoces y contundentes de tasas de la Reserva Federal (Fed) estadounidense y del Banco de Inglaterra.

"El Banco Central Europeo ha informado de sus primeras decisiones. ¿Bastarán? No lo creo", dijo el jueves por la noche el presidente francés Emmanuel Macron.

'Tendré mi propio estilo'

El comisario europeo encargado del Mercado Interno, Thierry Breton, también consideró el viernes que el BCE debería “ir más lejos”.

"Lagarde sabe muy bien que se ha equivocado en su respuesta", dijo por su parte el exprimer ministro italiano Matteo Renzi en la radio francesa Europe 1. "Tenemos que dar a las familias, a las pequeñas y medianas empresas, liquidez, y no las respuestas burocráticas de ayer", zanjó.

Pero en realidad el anuncio del BCE es un ambicioso programa de liquidez, con estímulos sin precedentes de préstamos bancarios dirigidos a las PME debilitadas. Pero el mensaje no parece haber calado.

El economista jefe del instituto, Philip Lane, tuvo que explicar el viernes que el arsenal del BCE supone “reducir los costos del crédito en la economía”, más eficaces que una reducción de los tipos de interés.

"Lo que no ha funcionado no es la composición del paquete de medidas sino algunos mensajes desafortunados de la presidenta Lagarde. Es un error de comunicación importante", dijo Mark Wall, economista jefe del Deutsche Bank.

La exdirectora del , primera dirigente del BCE sin formación de economista y sin experiencia en los bancos centrales, había prometido en diciembre que tendría su “propio estilo”.

Pero ante esta prueba compleja, la francesa “ha vendido mal las medidas del BCE y ha aumentado la incertidumbre en los mercados”, lamenta el diario alemán Handelsblatt.

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