Durante la pandemia de COVID-19, Estados Unidos donó muchas más vacunas a América Latina que China, pero lo hizo “con menos bombo y platillo” y, según el centro Atlantic Council, existe la percepción de que el coloso asiático fue “más proactivo”.
China, que lleva una década aprovechando su boyante economía para hacer política, es el primer o segundo socio comercial de muchos países de la región y esta batalla diplomática de las vacunas le brindó una oportunidad adicional para competir con las relaciones multidimensionales de Estados Unidos con Latinoamérica y el Caribe.
Estados Unidos ha donado más de 61 millones de dosis de vacunas a Latinoamérica y el Caribe bilateralmente y mediante Covax, mecanismo multilateral creado por la OMS.
China, por su parte, ha entregado unos diez millones, según el informe “La diplomacia de la vacuna Estados Unidos-China: lecciones para América Latina y el Caribe”, que presentó el jueves el think tank estadounidense Atlantic Council.
A pesar de ello, “la percepción regional generalizada es que China es un socio pandémico más proactivo y fiable que Estados Unidos”, añade.
Esto se debe a varios factores, como el número de dosis que se dieron o vendieron bilateralmente, es decir directamente entre países.
La cantidad donada por Washignton a través de Covax tuvo menos repercusión, mientras que el gobierno chino recurrió a la diplomacia tradicional y se aseguró que las donaciones y ventas estuvieran acompañadas de una gran cobertura mediática.
En El Salvador, por ejemplo, en una ocasión las vacunas chinas llegaron en un avión alquilado, propiedad del equipo de fútbol americano New England Patriots, lo que atrajo a la prensa.
“Los envíos estadounidenses, que llegaron con menos bombo y platillo, se pasaron por alto”, señala el informe, centrado en cuatro áreas geográficas: América Central, Trinidad y Tobago, Brasil y México.
Estados Unidos debe ser más competitivo geoestratégicamente y comprometerse más, advierte María Eugenia Brizuela de Ávila, exministra salvadoreña de Relaciones Exteriores y coautora del informe.
De lo contrario, pagará un precio diplomático, como se vio con Nicaragua. Managua rompió relaciones diplomáticas con Taiwán en el 2021, las restableció con China y, apenas una semana después, recibió 200,000 vacunas.
Honduras, Guatemala y Belice siguen reconociendo a Taiwán, aliado de Washington, “pero, si en el futuro necesitan conseguir vacunas, a lo mejor cambian su política exterior y reconocen a China”, advirtió Brizuela de Ávila en un coloquio del Atlantic Council.
China saca músculo
Lo mismo opina Riyad Insanally, exembajador de Guyana en Estados Unidos: Taiwán tiene siete embajadas en Centroamérica y el Caribe y “a China le gustaría que todas desaparecieran”.
Trinidad y Tobago y otros países del Caribe sondearon a Estados Unidos, la Unión Europea y el Reino Unido en busca de ayuda, pero “tardó en llegar y países como China, Rusia e India ofrecían vacunas fue una oportunidad perdida” para Washington, afirma.
Brasil fue menos dependiente de las donaciones gracias a su capacidad para fabricar vacunas.
Tenía “tres vías diplomáticas: el gobierno federal que negociaba con Astrazeneca (empresa británico-sueca), las autoridades del estado de Sao Paulo que perfilaron el acuerdo con (la farmacéutica china) Sinovac y el sector privado”, con la colaboración entre laboratorios (el instituto brasileño Butantan y Sinovac), explica Claudia Trevisan, directora del Consejo de Negocios Brasil China CBBC.
Fue una diplomacia menos geopolítica y más práctica y de urgencia médica, señala.
Pero Brasil es un país grande, los pequeños tuvieron que convertir una desventaja en ventaja.
Uruguay afirma haberlo conseguido: “Lo que era un inconveniente -ser un país pequeño- se convirtió en una llave de yudo de alguna manera, porque convertimos esa deficiencia de volumen de mercado o de atractivo en una ventaja”, aseguró en el coloquio el ministro uruguayo de Salud Pública, Daniel Salinas. Y es que con pocas dosis se podían satisfacer las necesidades de todo un país.
Uruguay apostó por “acuerdos bilaterales” con ambos países porque “no era un problema de una potencia u otra, sino de en qué situación nos encontrábamos nosotros en ese momento”, dijo.
México sacó ventaja de la dinámica existente entre Estados Unidos y China. El presidente Andrés Manuel López Obrador pidió primero ayuda al gobierno estadounidense, pero, como tardaba en llegar, recurrió a China, explica Bosco Martí, director del Institutional Affairs and Communications.
“Los gobiernos regionales no ven a China como reemplazo de Estados Unidos -o viceversa- sino como una fuente adicional o alternativa de apoyo externo”, concluyen los expertos.