En una simbólica ceremonia, la convención que redactó la propuesta de nueva Constitución de Chile presentará este lunes el texto final a la ciudadanía, que tendrá hasta el próximo 4 de septiembre para decidir si lo aprueba o rechaza en un plebiscito obligatorio.
En el antiguo Congreso Nacional, ubicado en Santiago, el órgano hará entrega del proyecto al presidente del país, el progresista Gabriel Boric, cerrando así un capítulo que pasará a los anales de la historia del país.
Dos meses tendrán los chilenos para decidir en un referéndum si están satisfechos con la propuesta, la primera Constitución que emana de un proceso plenamente democrático en la historia del país, o si prefieren mantener la actual, heredada de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
Cerrando un capítulo
Hace un año que se instaló y comenzó a trabajar a contrarreloj la convención constituyente, la primera paritaria del mundo y conformada por 155 personas -en su mayoría de tendencia progresista- elegidas en las urnas.
El grupo concluyó el pasado martes el texto, que consta de 390 artículos orientados a engrosar los derechos sociales y a responder a las demandas de igualdad que emanaron de las masivas protestas sociales de 2019.
El constituyente y académico Agustín Squella está satisfecho con el resultado y señala que “el texto es, en general, mejor que la media de las Constituciones del continente”.
“Lo más relevante es su orientación, porque declara por primera vez a Chile un Estado social y democrático de derecho”, dijo a Efe.
La politóloga de la Universidad de Chile Julieta Suárez-Cao destacó que la convención haya concluido su trabajo en el plazo establecido con un texto respaldado por dos tercios de la convención, y señaló que la propuesta es “muy innovadora”.
El proyecto, afirmó a Efe, se aleja de lo que fueron “las Constituciones latinoamericanas de principios de siglo, que concentraban mucho poder en el Ejecutivo” y logra “fortalecer el Congreso y dar voz a las regiones”.
¿Un país polarizado?
El derecho a la interrupción voluntaria de embarazo, crear un sistema de seguridad social o más autonomía para los pueblos indígenas son algunas de las propuestas más rupturistas del texto, que ha sido enormemente elogiado por el progresismo pero tildado de “partisano” o “indigenista” por los conservadores.
“Chile ha tenido delante una oportunidad tremenda, pero la ha malgastado. Hoy en día estamos ante un texto sesgado que no representa la mayoría”, opinó por su parte el constituyente Hernán Larraín, uno de los rostros de la centro-derecha chilena.
El texto, aclaró a Efe, deja a Chile “en una situación comprometida y más polarizado que nunca, muy dividido de cara al plebiscito de salida del 4 de septiembre”.
Así lo reflejan los principales sondeos, que durante meses dieron por vencedora la opción de aprobar la nueva carta magna, pero que hace pocas semanas se dieron la vuelta para otorgar ventaja al rechazo.
Polémica hasta el final
Valentina Rosas, analista de la Universidad Católica, señaló a Efe que el proceso comenzó con un alto apoyo por el “tremendo anhelo de cambio general que había en el país”, pero “el apoyo fue mermando, en gran medida, por la controversias y críticas concretas contra ciertos constituyentes”.
La última polémica se produjo esta semana, cuando Larraín denunció un supuesto cambio sin consultar en uno de los artículos, cambiando el concepto “naciones preexistentes al Estado” por el de “naciones indígenas”.
A raíz de esta acusación, el sábado, un grupo de 41 constituyentes de derecha envió un oficio exigiendo que se publicara con celeridad el texto final y se certificara el fin de las votaciones.
La del 4 de septiembre será la primera votación con sufragio obligatorio desde que se estableció el voto voluntario en 2012, lo que, según los expertos, añade más incertidumbre a los resultados.
“Confiamos en que el camino de cambios que empezamos a recorrer juntos, lo podamos concluir en un hito histórico marcado por una alta participación”, dijo el sábado la portavoz de Gobierno, Camila Vallejo.