Pionero global en regular la compraventa de marihuana con fines recreativos, Uruguay ve hoy florecer su industria de cannabis medicinal, que, pese a las barreras, crece “exponencialmente” de la mano de una “amplia gama” de productos.
Rodeado de detractores que vaticinaban un caótico escenario de inseguridad y “narcoturismo”, el entonces presidente de Uruguay José Mujica (2010-2015) pidió al mundo en 2013 que le permitiera impulsar el “experimento socio-político” de legalizar la marihuana.
Aquel camino bosquejado como lucha contra el narcotráfico, que acaparó las miradas, evolucionó en casi una década hacia un mapa con bordes definidos y un horizonte con alto potencial comercial: la exportación de cannabis para uso medicinal.
Regar y ver crecer
Como asegura en diálogo con Efe la cofundadora de la plataforma de negocios Cannabis Business Hub (CBH) Mercedes Ponce de León, la industria del cannabis está creciendo “exponencialmente” en Uruguay, donde, sumadas las de cultivo, manufactura e investigación, se otorgaron 199 licencias a empresas.
“Se llevan invirtiendo más de US$ 70 millones en cuanto al sector y, por ejemplo, de las 12 licencias de industrialización que hay 50% son de capitales extranjeros y 50% de capitales uruguayos”, destaca.
Si bien, a diferencia de otros pioneros como Canadá, Uruguay impulsó la marihuana recreativa antes que la medicinal, según Ponce de León, desde que comenzó a exportar flores para uso medicinal en 2019, los envíos, principalmente destinados a Europa, no han menguado.
“Si sumamos las exportaciones de cannabis medicinal y de cáñamo industrial, en el 2020 se exportaron US$ 7 millones , en el 2021 US$ 8 millones y en lo que vamos del 2022 ya más de cuatro y medio millones; y se espera que siga creciendo”, subraya.
Nuevos horizontes, viejas barreras
Mientras la emprendedora proyecta que el mercado global del cannabis, que en 2020 movió cerca de US$ 30,000 millones, alcance a mover US$ 200,000 millones para 2028, para el secretario general de la Cámara de Empresas de Cannabis Medicinal (CECAM), Daniel Macchi, las barreras prohibicionistas persisten.
Es que, dice, además de los problemas coyunturales para el comercio internacional derivados de la guerra entre Rusia y Ucrania, el cannabis afronta un panorama “complicado” de amoldarse a las estrictas normas globales.
“Estamos gobernados bajo las Naciones Unidas en este negocio, entonces hay ciertos tratados internacionales que hay que tener en cuenta a la hora del comercio de estupefacientes”, atina.
Sin embargo, para Macchi, que participó este julio de la conferencia internacional de cannabis ICBC en Berlín, cada vez hay más naciones interesadas en estos productos medicinales, recetados para dolencias vinculadas a la quimioterapia, la epilepsia o la esclerosis multilateral amiotrófica.
“Podemos encontrar básicamente a Alemania como el principal mercado del mundo en términos de dinero y cantidad de pacientes que demandan productos en base a cannabis; Israel como segundo (...); España, que recientemente ha abierto sus puertas. Después está Japón, que se está sumando; están Australia y Nueva Zelanda”, resume.
Distinguido y versátil
“Uruguay fue el primer país que se lanzó en este barco; entonces todo el mundo lo conoce por ser pionero en ese sentido, lo que no conocen es cuál es el potencial de producción que tiene, los productos que puede ofrecer”, explica Macchi sobre el pionero, que tiene en Colombia un competidor regional de peso.
A lo que hoy se suman México y Ecuador como posibles “jugadores”, el uruguayo, que disertó este viernes en el evento en el que CBH reunió a referentes del sector con una rueda de negocios y un congreso de endocannabinología, dice que a futuro su país puede ser “aliado estratégico” de Argentina y Brasil, también interesados.
Es que, para el ingeniero agrónomo, hay más factores que hacen a Uruguay “distinguido”; puede cumplir los altos estándares de los mercados a lo largo de la cadena productiva, pues, por su tradición agrícola, sabe manejar producciones hortícolas “delicadas”.
Otro de los distintivos está en la “amplia gama” de productos, que abarca desde el cáñamo industrial -biomasa de uso no médico- y los aceites cannábicos hasta las flores secas para uso medicinal, que hay tanto en alto contenido de CBD (cannabinoide no psicoactivo) como con un elevado THC (componente psicoactivo).
Estas últimas son, dice Macchi, de las que más salida tienen desde que la compañía Fotmer hizo la primera exportación del país en 2019; a lo que también, desde empresas como la canadiense con sede en Uruguay Aurora, las esencias que cumplen con los altos estándares farmacológicos requeridos ganan terreno.
Incluso, como relata en un recorrido del que participó EFE la gerenta general de Aurora, Florencia Brum, con trazabilidad y certificaciones de calidad, esta compañía trabaja en nuevos productos veterinarios que prevé registrar este año.
“La tendencia es que esto vaya creciendo en el tiempo”, redondea Macchi, quien entiende que la comunidad médica “se está acercando cada vez más” a una industria que, tras siglos en la clandestinidad, hoy florece sin mirar atrás.