El canal de Panamá logró evitar los peores efectos de una crisis del transporte marítimo que amenazaba con alterar la economía mundial, pero a costa de la vida marina y de las reservas de agua potable del país latinoamericano.
Tras imponer estrictos límites al tráfico marítimo el año pasado, cuando los niveles de agua bajaron a causa de una sequía, la Autoridad del Canal de Panamá está aumentando el número de buques que pueden cruzarlo. Gracias a las medidas de conservación, los niveles de agua disminuyeron poco más de 30 centímetros en el año hasta el 12 de marzo, en comparación con 90 centímetros durante el mismo período de 2023.
Pero estas medidas tienen efectos secundarios. El canal recicla el agua de las esclusas que atraviesan los barcos, en lugar de simplemente verterla al océano. Esta agua reutilizada se vuelve más salada, y parte de ella se infiltra en el lago Gatún, un lago artificial que forma parte del canal, además de ser la mayor fuente de abastecimiento de agua potable de Panamá.
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Los desafíos que enfrenta el canal de Panamá dejan en evidencia que la lucha contra el cambio climático conlleva sacrificios inevitables. Cuando las autoridades toman medidas para limitar los efectos del calentamiento global, pueden producirse consecuencias imprevistas para el medio ambiente y la economía. Y el tiempo apremia: la sequía ya está alterando los flujos del comercio mundial debido a los puntos de estrangulamiento que se produjeron el año pasado en el río Misisipi en Estados Unidos y en el Rin en Europa.
Este año, Panamá ha recibido aproximadamente dos tercios del nivel normal de precipitaciones, según Fred Ogden, exprofesor de ingeniería civil de la Universidad de Wyoming que ha trabajado mucho en el país. Las mejoras del canal han empeorado la situación: las nuevas esclusas que se abrieron en 2016 para albergar barcos más grandes requieren más agua.
El cambio climático significa que “las cosas están cambiando a un ritmo que básicamente está sorprendiendo a todo el mundo”, dijo Ogden. La infraestructura que se ha agregado al canal “ha aumentado la probabilidad de restricciones por sequía. Cuando a eso se le agrega una sequía... Dios mío. Qué desastre”.
Los bajos niveles de agua del canal de Panamá y los esfuerzos por conservar lo que queda han vuelto más salado al lago Gatún. Los niveles de salinidad son los más altos desde 2020, cuando el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales comenzó a recopilar datos, y siguen aumentando, explicó Steve Paton, director del programa de monitoreo físico del instituto.
La salinidad del lago aumentó cuando se inauguró el nuevo juego de esclusas en 2016. Hasta ese momento la salinidad era de 0.05 partes por mil, y con el incremento de los flujos comerciales se disparó rápidamente y, hace cuatro años, llegó a 0.35 partes por mil. Ahora se acerca de nuevo a ese nivel y probablemente lo alcance o lo supere antes de que empiece la temporada de lluvias, advierte Paton.
El hidrólogo jefe de la autoridad del canal, Erick Córdoba, señaló en una entrevista en noviembre que encontrar nuevas fuentes de agua dulce será fundamental para garantizar que Panamá pueda satisfacer la creciente demanda de la población, los transportistas y la industria local. Uno de los planes es crear un nuevo embalse en un valle fluvial cercano al lago Gatún para suministrar agua adicional. El canal también prevé invertir en captación de agua de lluvia para reducir la salinidad del lago, adelantó.
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En circunstancias normales, el canal de Panamá maneja alrededor del 3% de los volúmenes del comercio marítimo mundial y el 46% de los contenedores que transitan desde el noreste de Asia hasta la costa este de Estados Unidos. Los cuellos de botella que se producen en el canal pueden repercutir en toda la economía mundial, especialmente cuando los ataques de los hutíes en el mar Rojo se suman a las interrupciones del transporte marítimo.
El año pasado, el fenómeno climático de El Niño provocó uno de los años más secos jamás registrados en el canal de Panamá y obligó a reducir el tránsito. Pero El Niño está desapareciendo, lo que significa que la temporada de lluvias debería llegar a finales de abril o mayo, permitiendo al canal reducir los límites de navegación. La autoridad permitirá el tránsito de 27 buques al día a finales de marzo, frente a los 24 actuales, pero aún muy por debajo de la capacidad anterior a la sequía, que era de 38 buques.
“La reducción forzada” de buques “está teniendo el efecto deseado de disminuir el consumo total de agua”, señaló Jorge Luis Quijano, consultor y ex director ejecutivo de la autoridad del canal. “Sin embargo, es difícil predecir si estos cambios favorables en las condiciones meteorológicas serán suficientes para garantizar el regreso a los 38 tránsitos diarios en algún momento de este año o del próximo”.
Quijano dijo que es posible que el canal aumente a 30 o 32 buques al día cuando termine la estación seca, y luego suba progresivamente el límite aún más si las lluvias son favorables. En una declaración del 11 de marzo, el canal dijo que está supervisando los niveles de agua y que anunciará cualquier cambio en el momento oportuno. No respondió a solicitudes de comentarios adicionales.
Otros observadores son más optimistas. Los volúmenes podrían volver a la normalidad en tres a cinco meses, según Julia Junnan Zhao, científica principal de datos del proveedor mundial de datos y análisis Dun and Bradstreet.
Cualquier aumento del número de buques que atraviesen el canal representará un alivio para las navieras, algunas de las cuales pagaron millones de dólares para adelantarse en la fila mientras que otras transitaban por rutas más largas y costosas por África o Sudamérica.
Mientras tanto, las amenazas para el agua potable y la vida marina persisten. La estrategia de la autoridad del canal de reciclar el agua podría provocar que las especies marinas empiecen a viajar entre el Pacífico y el Atlántico, perturbar el medio ambiente costero e incluso diezmar las poblaciones de peces de las que dependen las comunidades del Pacífico y el Caribe para su alimentación y turismo, explicó Paton.
El pez león es un ejemplo de lo que puede salir mal con las especies invasoras. Se sospecha que escaparon de los acuarios de la costa este de Estados Unidos durante inundaciones y tormentas, y ahora amenazan a las poblaciones de peces autóctonos del golfo de México y el Caribe. Un nuevo corredor de agua salada podría causar estragos similares a ambos lados de Panamá.
Ya están apareciendo indicios de ese cambio. Según Paton, a medida que el aumento de la salinidad reduce la barrera entre los océanos, los investigadores observan un número creciente de especies marinas en el lago Gatún.
Es un ejemplo de los riesgos a los que se enfrentan las autoridades ante el impacto del cambio climático en el suministro de agua dulce. La sequía asoló el año pasado regiones de todo el mundo, como América, África y el Mediterráneo.
“Ha sido una gran llamada de atención para mucha gente”, dijo Ogden. “El futuro no parece prometedor para la consistencia de los recursos hídricos en los que hemos podido confiar hasta ahora”.
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