En el recorrido en lancha desde Leticia, capital del departamento colombiano de Amazonas, y Puerto Nariño son evidentes estas extensas riberas que aparecieron “hace por lo menos un mes” y que no son normales, añade la experta. (Foto: Efe)
En el recorrido en lancha desde Leticia, capital del departamento colombiano de Amazonas, y Puerto Nariño son evidentes estas extensas riberas que aparecieron “hace por lo menos un mes” y que no son normales, añade la experta. (Foto: Efe)

Con el río -único medio de transporte- casi seco, los habitantes de Santa Clara tienen que caminar dos horas cada cuatro días para conseguir agua potable porque la falta de deja una inusual estampa en elcolombiano: áridas grietas y extensas que causan zozobra entre los ribereños.

El desplazamiento de las familias hasta Puerto Nariño, la cabecera municipal más cercana, es toda una odisea: les toca halar de la canoa porque no hay suficiente agua en el río Loretoyacu, un tributario del Amazonas, y caminar unos 700 metros hasta llegar a la bomba de tratamiento de agua.

Los recipientes de 20 litros por casa que llenan les duran unos tres o cuatro días, y les toca volver a hacer el viaje.

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Un trayecto que antes hacían en 45 minutos, con las aguas tan bajas se hace en casi dos horas. Y no solo para recoger el agua, si alguien de la comunidad tiene una emergencia médica, no puede navegar hasta el hospital más cercano.

“El calentamiento ha llegado a afectar al ecosistema, también en cuanto a la mortandad de diferentes especies de peces”, cuenta a EFE Gentil Gómez, el curaca -máxima autoridad de la comunidad-, y confirma que “el clima no ha sido como antes, hace diez años no calentaba así”.

Después de un mes sin lluvias, hace una semana cayeron unas gotas, algo que por el momento les permite subsistir unos 25 días.

El peligro de la sequía

Los son las carreteras amazónicas y los mercados donde las poblaciones ribereñas consiguen gran parte de su alimentación; son parte esencial de sus vidas y de su día a día.

Jerónimo, de 61 años, que lleva toda su vida dedicándose a la pesca, recuerda que cuando tenía unos 15 años hubo un verano tan pronunciado como este en el lago Tarapoto que causó mucha mortandad de peces a la que siguió escasez del alimento principal de estas comunidades.

En Santa Clara, por ejemplo, necesitan cuatro kilos de pescado al día para alimentar a una familia. El menú es pescado para el desayuno, el almuerzo y la cena; pero con este verano tan largo temen que no puedan pescar lo necesario.

“Ahora no hay tantos peces muertos, pero ese es el peligro”, alerta Jerónimo, quien ha traslado este temor a sus compañeros pescadores. “¿A dónde vamos a ir para comer’”, pregunta ante la perspectiva de una sequía que se espera se prolongue.

Estos cambios en el clima también provocan incertidumbre en las comunidades, pues “se ponen en duda las épocas de siembra”, cuenta Lilia Java, coordinadora local de la Fundación Omacha, organización que trabaja desde 1993 por la conservación de los delfines, los manatíes y otras especies de fauna.

Consecuencias visibles

“Para nosotros los pueblos indígenas, estos lagos, ríos y quebradas son más que proveedores de alimento, es donde nace nuestra identidad cultural, nuestros conocimientos ancestrales, nuestra relación con el ecosistema”, detalla Java.

El lago Correo, entre los ríos Amazonas y Loretoyacu, se ha convertido en cuatro lagunas más pequeñas y separadas entre sí, cortando la conectividad para las especies acuáticas, después de tantas semanas sin llover.

Esta sequía, que podría empeorar con la llegada del también afecta a toda la fauna acuática, como los delfines, embajadores de conservación y termómetros del buen estado de un ecosistema. Más de 150 murieron a principios de mes en la parte brasileña del Amazonas, encendiendo todas las alarmas.

“Hace unos 15 o 20 años sobre el río Amazonas no se veían esas playas tan extensas que se están viendo ahora”, señala Silvia Vejarano, bióloga y especialista en conservación de WWF Colombia.

En el recorrido en lancha desde Leticia, capital del departamento colombiano de Amazonas, y Puerto Nariño son evidentes estas extensas riberas que aparecieron “hace por lo menos un mes” y que no son normales, añade la experta.

El árido paisaje que se vislumbra mientras se navega por el Amazonas deja constancia de la temporada sin lluvias que acumula la región. Por estas fechas, en Santa Clara el Loretoyacu ya debería tener dos metros más de profundidad.

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