“La sequía es muy ingrata”, describe el productor Jorge Sáenz, para manifestar el ánimo de los chacareros y del Gobierno argentino, los primeros porque no saben cómo financiarán la próxima campaña y el Ejecutivo porque se perderían unos 20.000 millones de exportaciones en un país con carencia de divisas.
“La sequía te afecta el ánimo. Empezás a ver que va todo para atrás, los animales se quedan sin pasto. Días de calor”, cuenta Sáenz, quien maneja un campo en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires y es vicepresidente de la asociación civil CREA.
La llamada “fábrica a cielo abierto” de Argentina -uno de los principales productores y exportadores agropecuarios del mundo- ha sido golpeada por varios récords: déficit de lluvias por tercer año consecutivo en el verano (austral), olas de calor persistentes hasta entrado marzo y heladas agronómicas tan tarde como octubre en 2022 y tan temprano como febrero en 2023.
Como continuación del fenómeno “La Niña”, el 46% del territorio argentino al norte de la Patagonia sufría de sequía al 10 de marzo pasado, según el Sistema de Información sobre Sequías para el sur de Suramérica, lo que hizo más difícil convivir con una ola de calor extensa e intensa que configuró el verano más cálido registrado en Argentina.
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Los productores han visto las condiciones de los cultivos, animales, recursos naturales deteriorarse semana a semana y ya cuantifican las pérdidas.
“Los cultivos ves que no avanzan. No que no avanzan, sino que retroceden. Sumado a la ola de calor de los últimos diez días, la producción disminuye. Ves cómo se va muriendo y entregando todo”, describe Sáenz.
Solo enfocándose en los cultivos de soja, trigo y maíz (responsables en conjunto del 87% de la producción de granos en Argentina y del 43% de las exportaciones totales del país), las pérdidas para el sector productor superan los 14,140 millones de dólares, según la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR).
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Al sumar el impacto por la menor demanda de fletes, labores, servicios financieros, entre otros, las pérdidas totales para la actividad económica argentina ascienden a 19,000 millones de dólares, es decir, que la sequía ya se ha cobrado 3 puntos del PIB argentino estimado para 2023, según BCR.
Según el último informe de la Dirección Nacional de Riesgo y Emergencia Agropecuaria (DNRyEA), 11,432.988 cultivos y 24,333.868 cabezas de ganado bovino se encuentran en riesgo por la falta de lluvias desde enero pasado.
Las zonas del centro, noreste y nordeste fueron las más afectadas del país, la falta de agua generó mermas históricas en los rendimientos de sus cosechas e impactó fuertemente sobre los sistemas ganaderos al ver disminuir el forraje y la bebida animal.
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Déficit
La sequía tiene un impacto muy grande en el entramado de las comunidades pequeñas, de 30 mil habitantes, porque se pueden proveer menos servicios asociados a la cosecha.
“A nivel de productor agropecuario la duda es cómo se va a financiar la siguiente campaña. Se está perdiendo capital de trabajo”, explica Sáenz, porque “no alcanza la cosecha para pagar la propia campaña y que te sobre para la que sigue”.
El año pasado, cuando estalló la guerra en Ucrania, la agroindustria argentina compensó el impacto negativo del conflicto, ya que los principales complejos del agro vieron crecer sus ventas 8,5 %, aunque las cantidades cayeron 5,5 %, debido a la mejora de los precios en los mercados internacionales, según BCR.
Este año, Sáenz explica que los fertilizantes, que engrosan los costos, bajaron sus precios, pero también los de las materias primas a exportar, por lo que habrá menos producción y a menores precios.
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Menos Biomasa
Argentina no está acostumbrada a estas sequías. “En zonas donde la producción es muy buena, estamos hablando que los registros de lluvias están al 50 % de lo esperado”, señala Sáenz.
“Hay menos producción de biomasa”, describe, porque las plantas crecen menos y hay menos producción de hojas y tallos cuando no hay agua.
Las estrategias defensivas incluyen la siembra directa, ajustar las fechas de siembra -atrasarlas o adelantarlas, según el momento de la lluvia-, el ordenamiento del cultivo o la rotación de los cultivos y la ganadería.
Pero la continuidad de la sequía hace que los productores no encuentren una ventana para sembrar.
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Los ganaderos reportan problemas en los recursos forrajeros, porque hay disminución en la producción de pasto, lo que implica disminuciones en la producción láctea y de carne.
Los productores aplican distintas estrategias para que no caiga la cría ganadera, como adelantar el destete; conseguir más reservas forrajeras; achicar los rodeos enviándolos a faenar o a otros sistemas productivos, y en producciones lácteas, se ajustan las dietas para hacerlas más eficientes y el confort del animal.
En este contexto de calor y sequía, “está bueno estar en un grupo de productores”, como CREA, “porque tenés contención”, dice Sáenz, y las acciones permiten encontrar soluciones entre todos.
“Se sigue apostando”, afirma Sáenz.
Los productores agropecuarios no bajan los brazos, sino que ya están pensando en la próxima campaña, en la siembra fina de abril: “Somos conscientes de que el clima es uno de los riesgos”, cierra.
Fuente: EFE
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