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La crisis del coronavirus está impactando al sector energético con un efecto positivo que es el desplome de las emisiones de gases contaminantes, pero también hace tambalear los planes de inversiones, lo que pone en peligro el cumplimiento de la agenda medioambiental de la Unión Europea (UE).
En un informe publicado este jueves, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) señala que los ajustes en consumo y producción energéticos por la pandemia pueden permitir a la UE cumplir con los objetivos de reducción de emisiones y de porcentaje de producción renovable que se marcó para el 2020.
Pero esa satisfacción a corto plazo puede acarrear otras consecuencias que comprometan el camino hacia la consecución de las metas a medio y largo plazo fijadas por la Comisión Europea.
En concreto, la AIE advierte de una disminución de la inversión en energía renovable, que sitúa en un tercio con respecto a la del 2019 y que puede llegar al 50% en la solar, un recorte “histórico”.
Eso puede entorpecer el objetivo de que en el 2030 un tercio de la energía provenga de fuentes limpias, frente al 18% en el 2018, y que la eficiencia energética mejore en 32.5 %.
La recuperación económica tras la crisis provocará, además, un repunte de las emisiones, que pueden verse acrecentadas por el abaratamiento de las materias primas.
La AIE considera que la Unión Europea, donde la producción de energía genera el 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero, debe mitigar ese repunte, también en el consumo, la industria y el transporte.
En los últimos meses, las emisiones se han desplomado por el confinamiento por la crisis sanitaria, pero también por un descenso del 20% de la demanda de carbón en el primer trimestre, y todo eso ha elevado el porcentaje de producción energética renovable.
Para el conjunto del año, la AIE augura una caída de 10% de la demanda energética en la UE con respecto al 2019, el doble del descenso que se registró en el 2008 durante la crisis financiera.
Las emisiones de dióxido de carbono ligadas a la producción energética bajaron 8% en el primer trimestre, lo que acrecentó la tendencia en los últimos años, con una reducción de 17% las emisiones con respecto al 2005 y en 23% si se comparan con 1990.
Eso gracias al mayor uso de las renovables, lideradas por la eólica, que supusieron en el 2018 el 32% de la producción de electricidad.
También al marco legislativo que desincentiva el uso de energías más contaminantes, que sitúan a la UE a la cola por la emisión de gases de efecto invernadero por kilovatio producido.
La eficiencia energética progresó menos en el consumo privado, la industria y el transporte, donde los resultados están “por debajo de las expectativas”, según la AIE.
La razón es el alza de la demanda para el transporte por carretera y aéreo, que habían incrementado sus emisiones hasta finales del 2019, una tendencia que cambiará con la crisis.
En la trayectoria actual, la AIE estima que la UE podrá cumplir el objetivo de reducir en 10% en el 2020 las emisiones de esos sectores con respecto al 2005, pero se desvía de la trayectoria del recorte de 30% marcado para el 2030.
Recuerda que la UE pretende reducir en 90% las emisiones del transporte en el 2050, lo que pasa por que el 75% de la carga transportada por carretera pase a vías ferroviarias o fluviales.
En paralelo, resulta esencial el desarrollo de los vehículos eléctricos, que deberán ser 13 millones en el 2025, un objetivo al que pueden contribuir las medidas de estímulo al sector lanzadas por los gobiernos tras la crisis del COVID-19.
En los hogares, la situación no es satisfactoria, ya que el uso de renovables fue de apenas el 20% en el 2018. Los edificios suponen el 40% del consumo final de energía en la UE, lo que les otorga un enorme potencial de mejora en el uso de energías limpias, según la AIE.