La navegación estuvo comandada por Fernando Magallanes, que salió de Sevilla en agosto de 1519 rumbo a las islas Molucas para comerciar con las valiosas especies por su extraordinario rendimiento económico: el 2,000%, según calcula el historiador Manuel Lucena en su libro "Juan Sebastián Elcano". (Foto: EFE)
La navegación estuvo comandada por Fernando Magallanes, que salió de Sevilla en agosto de 1519 rumbo a las islas Molucas para comerciar con las valiosas especies por su extraordinario rendimiento económico: el 2,000%, según calcula el historiador Manuel Lucena en su libro "Juan Sebastián Elcano". (Foto: EFE)

Tres barcos españoles llegaron hace hoy 500 años a las Filipinas tras recorrer por primera vez el océano Pacífico dentro de la expedición de la Especiería, que completó la primera vuelta al mundo, un viaje de más de cien días en el que murieron una veintena de marinos y toda la tripulación pasó sed y hambre, hasta el punto de considerar las ratas un manjar.

El relato de la experiencia de navegar 20,800 kilómetros hasta llegar a Filipinas por parte del cronista Antonio Pigafetta deja poco detalles a la imaginación: “El bizcocho que comíamos no era ya pan, sino un polvo mezclado con gusanos, que habían devorado toda la sustancia y tenía un hedor insoportable por estar empapado en orines de rata”.

“El agua que nos veíamos obligados a beber era igualmente pútrida y hedionda”, continúa Pigafetta, que concluye: “Hasta las ratas, tan repugnantes al hombre, llegaron a ser un manjar tan caro, que se pagaba cada una a medio ducado”, una moneda de oro que “no estaba al alcance de todo el mundo”, precisa el historiador José Luis Comellas.

La navegación estuvo comandada por Fernando Magallanes, que salió de Sevilla en agosto de 1519 rumbo a las islas Molucas para comerciar con las valiosas especies por su extraordinario rendimiento económico: el 2,000%, según calcula el historiador Manuel Lucena en su libro “Juan Sebastián Elcano”.

De los cinco barcos que salieron de Sevilla, en el sur de España, completaron la travesía por el ignoto océano tres. Desembarcaron el 16 de marzo de 1521 en las islas que llamaron San Lázaro, luego Filipinas en honor a Felipe II, donde murieron otros dos hombres más que no pudieron recuperarse, aunque ya en tierra hubo más fallecidos hasta alcanzar los 21 tripulantes, afirma el especialista en la primera vuelta al mundo Tomás Mazón.

Un océano

La primera navegación por el Pacífico, océano que recibió ese nombre por la bonanza de las condiciones climatológicas y de la mar que encontraron, comenzó cuando el 27 de noviembre de 1520 lograron encontrar el ansiado paso entre el Atlántico por el denominado Estrecho de Magallanes, un descubrimiento que había costado vidas humanas, un naufragio, un motín y la deserción de uno de los barcos.

La principal enfermedad mortal tras no ingerir alimentos frescos durante tres meses y veinte días era el escorbuto, que lo provoca la falta de vitamina C y causa una inflamación de las encías que sobrepasan los dientes, entre otros síntomas.

Los mandos no lo sufrieron porque disponían de carne de membrillo, un “pequeño lujo” que era eficaz para combatir el escorbuto pero que ellos desconocían, según la hipótesis de Comellas.

La carencia de alimentos les llevó incluso a comer los pedazos de cuero que protegían las palos de los barcos para evitar que la madera destruyera las cuerdas, y como estaban tan duros por el sol y el viento, los sumergían cinco o seis días en el mar para ablandarlo antes de ponerlo sobre las brasas y comérselo, explica el cronista antes de los detalles del serrín y las ratas.

No tan pacífico

La denominación del Pacífico a este enorme océano, que Magallanes pensaba que era más pequeño, no fue acertada porque se trata de una zona en la que “se desatan ciclones, tifones y tempestades sin cuento”, aunque en la travesía no encontraron una sola borrasca probablemente porque tuvieron la suerte de ser favorecidos por el fenómeno meteorológico conocido como El Niño, afirma Comellas.

El nombre a este fenómeno se lo pusieron los pescadores peruanos hace más de un siglo porque coincidía con las Navidades, las fiestas del Niño Jesús, y ocurre desde hace tal vez milenios, según los paleoclimatólogos, que fijan dos episodios del Niño en 1519-1520 y 1520-1521, abunda el historiador.

Para ello, cita los trabajos de Scott Fitzpatrick, arqueólogo e historiador norteamericano, y de Richard Callaghan, experto canadiense en modelos informáticos, quienes mantienen que Magallanes “se vio favorecido por condiciones inusuales” y gozó de un tiempo “anormalmente bueno”.

¡¡Tierra!!

En la tediosa navegación tuvieron la “mala suerte” de no topar con más islas que dos islotes deshabitados, a pesar de que pasaron cerca por muchas de ellas, hasta que pudieron abastecerse finalmente en la isla de Guam, que denominaron de los Ladrones porque les robaron varias pertenencias, lo que castigó duramente el capitán general, que ordenó matar a siete indígenas y quemó 44 casas.

A esta isla llegaron con enorme alborozo, como lo demuestra la frase de uno de los tripulantes por encontrar tierra: “el que menos señales de alegría mostraba se tenía por más loco”. Sin embargo, el mal trato recibido provocó que la expedición se fuera de allí a los tres días y navegara al oeste hasta divisar siete días después, el 16 de marzo, la isla filipina de Suluan.

En la cercana isla de Homonhon encontraron buen puerto, les trataron de forma amigable, la temperatura era agradable y había comida fresca, e incluso el esclavo de Magallanes, Enrique de Malaca, puede establecer comunicación porque usa palabras similares a las suyas porque procede de una isla situada a 1,500 kilómetros de allí.

“Nos lo pasábamos muy bien con aquellos naturales porque eran alegres y amigables”, cuenta por fin con alegría Pigafetta, que pudo disfrutar, igual que toda la tripulación, de una semana de vacaciones, el segundo “paraíso” tras el de Río de Janeiro y después de un año y medio de “duros avatares”, destaca Comellas.

En esa isla estuvieron hasta el 25 de marzo. El 27 de abril moría Magallanes en otra isla filipina, Mactán, durante una batalla con indígenas locales en la que se implicó personalmente y en la que tenía mucho que perder y poco que ganar.