
Al finalizar “Las maldiciones”, es imposible ignorar la huella que dejan sus locaciones: escenarios fascinantes que hipnotizan tanto como la trama misma. La serie escapa del clásico universo urbano y convierte los paisajes argentinos en una voz más dentro del relato, dotando a cada escena de una intensidad y carácter únicos. El suspenso y drama político se ven reforzados por estos fondos naturales, que no solo acompañan la acción, sino que también aportan profundidad a los conflictos que viven los personajes.
Y resulta que ese telón de fondo no es casual. “Las maldiciones” se rodó en el norte de Argentina, más precisamente en la provincia de Jujuy, un lugar con una geografía impresionante y una carga simbólica que le da aún más fuerza a la narrativa. En este texto quiero contarte cuáles fueron esos lugares increíbles que ayudaron a que esta serie de tres episodios se sintiera tan única, tan real y, por momentos, tan brutal.

LOCACIONES DE GRABACIÓN DE LA SERIE “LAS MALDICIONES”
Jujuy
Netflix no eligió Jujuy solo por su belleza. Esta provincia, ubicada en el noroeste de Argentina y al pie de la cordillera de los Andes, es una tierra con historia, conflictos sociales y una conexión directa con los temas que trata la serie: leyes mineras, luchas de poder y tensiones territoriales.
Filmada en 2024, durante jornadas que incluyeron mañanas frías y clima impredecible, Jujuy no solo sirvió como escenario, sino como reflejo del conflicto central de la trama. Su naturaleza imponente —valles, caminos de tierra, cielos infinitos— aporta una atmósfera casi cinematográfica, aunque esto sea televisión.
La Puna Jujeña
Uno de los escenarios más impactantes es, sin duda, la Puna Jujeña. No sé si alguna vez escuchaste hablar de este lugar, pero te juro que es como otro planeta. Es una meseta andina situada a más de 3,300 metros sobre el nivel del mar, con un paisaje completamente árido, salares interminables, y montañas que parecen haber sido pintadas a mano.
Filmar en la Puna fue todo un reto. La actriz Francesca Varela, protagonista de la serie, contó que grabar en esas condiciones fue durísimo: temperaturas bajo cero, viento helado y días que empezaban antes del amanecer. Pero todo ese esfuerzo se ve en pantalla. Esta parte no es solo el fondo; se convierte casi en otro personaje más, con su crudeza, su soledad y esa belleza que no necesita maquillaje.
Quebrada de Humahuaca
Otro de los puntos clave del rodaje fue la Quebrada de Humahuaca, uno de los lugares más reconocibles de Argentina. Si alguna vez viste fotos de cerros multicolores, probablemente eran de ahí. Este valle, además de ser visualmente impactante, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y tiene una riqueza histórica que se siente en cada rincón.
Lo interesante es que la serie no solo aprovechó el entorno natural, sino que también incorporó el contexto humano. El equipo filmó en medio de comunidades locales, trabajando de la mano con los habitantes de la zona. Así, el mundo ficticio de “Las maldiciones” se mezcló con la vida real, dándole una autenticidad que difícilmente se puede recrear en un set.

UN ESCENARIO QUE POTENCIA LA HISTORIA
Algo que me pareció fascinante es cómo los paisajes de Jujuy no están puestos solo para verse bonitos. No es un “turismo visual”. Cada locación está cuidadosamente elegida para acentuar el tono de la historia. Esa soledad, ese aire seco, esos caminos infinitos… todo suma a esa sensación de aislamiento, peligro y decisiones difíciles que viven los personajes.
En especial, la tensión política que plantea la serie se refleja mucho en la geografía. Hay algo muy simbólico en mostrar luchas por el poder en un territorio que, en la vida real, también ha sido testigo de conflictos similares. Eso le da una capa extra de profundidad.
Una cosa que me llamó la atención es que en “Las maldiciones” casi no hay escenarios urbanos. Todo sucede en espacios abiertos, naturales, y eso no es casualidad. La serie se apoya mucho en el entorno para construir sus momentos más intensos. No hay muchos efectos especiales ni artificios; la tensión está en lo que se dice y en lo que el paisaje sugiere.
De hecho, hay escenas donde no pasa gran cosa a nivel de acción, pero el ambiente lo dice todo. Montañas que rodean a los personajes, caminos de tierra que no se terminan, pueblos solitarios donde todo parece detenido en el tiempo. Esa es una forma muy inteligente de narrar sin hablar.

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