Donald Trump, presidente de Estados Unidos, ha interpuesto duros aranceles a muchos países de todos los continentes (Foto: AFP)
Donald Trump, presidente de Estados Unidos, ha interpuesto duros aranceles a muchos países de todos los continentes (Foto: AFP)

Cuando tomó las riendas de la política arancelaria de Estados Unidos, no solo inició una serie de medidas comerciales que revolucionaron el panorama internacional, sino que también dejó claro que no tenía miedo de desafiar a las potencias económicas del mundo. Desde su llegada a la Casa Blanca, la promesa de corregir el déficit comercial de Estados Unidos con países como China y la Unión Europea ha sido uno de sus principales caballos de batalla. Pero, a pesar de sus amenazas y medidas arancelarias, hubo algo que, para él, era una condición innegociable cuando se trataba de hablar con otras naciones: un único motivo que justificaba la posibilidad de sentarse a la mesa de negociaciones.

Este fin de semana, el domingo 6 de abril, Trump hizo una declaración que llamó la atención de muchos. Mientras descansaba en Florida, y con su avión presidencial como escenario de fondo, afirmó que solo estaría dispuesto a conversar sobre los aranceles si el objetivo principal de esas negociaciones era resolver el déficit comercial que su país tiene con otros. Y en esa premisa, parece que descansaba toda su disposición a hacer acuerdos. Pero, ¿realmente es tan sencillo como lo pintó? Vamos a desmenuzar esa idea.

LA POSTURA DE TRUMP: UN DÉFICIT QUE DEBE SOLUCIONARSE

Lo que Trump parece dejar claro es que no está dispuesto a negociar por el simple hecho de negociar. Su condición para hablar de aranceles es que, de alguna manera, esas conversaciones sirvan para reducir el déficit comercial de Estados Unidos. Según sus propias palabras, “si quieren hablar de eso, estoy abierto a hablar. Pero de lo contrario, ¿por qué yo quisiera hablar con ellos?”. En resumen, la única razón que podría justificar un diálogo sobre comercio sería encontrar una solución a este desequilibrio comercial que, para él, perjudica la economía estadounidense.

Desde el inicio de su mandato, Trump ha manifestado una y otra vez su frustración con el déficit comercial, especialmente con naciones como China y los países de la Unión Europea. A su juicio, estas naciones han estado aprovechándose de la economía de Estados Unidos durante años, y la imposición de aranceles es una forma de presionar para lograr una balanza comercial más favorable para su país. De alguna manera, parece que se niega a sentarse a negociar sin que haya una garantía de que esas conversaciones conduzcan a una solución concreta.

El anuncio del mandatario sobre los aranceles no fue una sorpresa, pero sí sus efectos inmediatos. El impacto de sus medidas en los mercados fue más que evidente, con caídas significativas que no se veían desde los días más oscuros de la pandemia. Y lo que muchos se preguntaron fue si el mandatario estaba dispuesto a arriesgar tanto en busca de una corrección del déficit comercial. A pesar de las consecuencias económicas, Trump insistió en que los mercados se ajustarían y que las caídas no eran un objetivo de su administración, aunque lo admitió de una forma bastante directa: “A veces hay que tomar medicamentos para solucionar algo”.

Pero, más allá de la economía, este tipo de medidas no solo afectan a los mercados financieros. Los países afectados han comenzado a tomar represalias, mientras que otros, como Israel, buscan una forma de evitar mayores tensiones. De hecho, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, se reunirá con Trump en la Casa Blanca para discutir cómo estos aranceles afectan a su economía. Esto subraya cómo la política arancelaria de esta administración no solo tiene un impacto interno, sino también en las relaciones diplomáticas y comerciales de Estados Unidos con el resto del mundo.

El presidente Donald Trump anunciando aranceles recíprocos a varias naciones durante un evento en la Casa Blanca el pasado 2 de abril. (Foto: AFP)
El presidente Donald Trump anunciando aranceles recíprocos a varias naciones durante un evento en la Casa Blanca el pasado 2 de abril. (Foto: AFP)

LA VOLUNTAD DE NEGOCIAR Y LOS ACTORES GLOBALES

A pesar de la dureza de sus políticas comerciales, Trump también ha dado señales de estar dispuesto a negociar. Según sus propias palabras, ha estado en contacto con líderes de todo el mundo, desde empresarios tecnológicos hasta funcionarios de gobiernos de Europa y Asia. Incluso afirmó que estos países “se mueren por llegar a un acuerdo”, lo que sugiere que la presión que está ejerciendo podría estar comenzando a dar frutos. Sin embargo, ese deseo de negociar, como siempre, tiene un precio: la reducción del déficit comercial de su país.

No se sabe aún con certeza qué tan dispuestos están otros países a ceder, pero el hecho de que Trump haya abierto la puerta a negociaciones podría ser una señal de que está buscando una salida que, por un lado, logre cumplir con sus promesas electorales y, por otro, evite una guerra comercial a gran escala. Y aunque algunos se pregunten si sus condiciones son demasiado estrictas o poco realistas, la verdad es que el mandatario ha mostrado una y otra vez que está dispuesto a jugar un juego largo, sin prisa, pero con objetivos claros.

Lo que está claro es que la situación es delicada. No solo se trata de si Trump logrará o no reducir el déficit comercial, sino también de cómo estos movimientos arancelarios afectan a la economía global. Los mercados financieros, por ejemplo, son muy sensibles a este tipo de cambios, y el aumento de tensiones podría llevar a consecuencias aún más severas, como una posible recesión mundial. Algunos países ya están preparando medidas similares en represalia, mientras que otros, como mencioné antes, buscan la desescalada. Esto genera una incertidumbre que nadie parece querer, pero que podría ser inevitable si las negociaciones no avanzan.