
María Jesús Puerta logró sobresalir entre participantes de todo el mundo gracias a su esfuerzo y creatividad. Desde casa, sin apoyo de un equipo y mientras recibía tratamiento contra el cáncer, superó a investigadores de 80 países en el concurso ‘Luna Recycling Challenge’ de la NASA. Su meta no era solo ganar, sino demostrar algo más importante, lo que la llevó a usar los obstáculos como motivación para continuar.
“El único propósito era intentar demostrar a mis hijos y a mí misma que, aunque vengo de una enfermedad, de un cáncer en pleno tratamiento, podía alcanzar el objetivo de presentar el proyecto y que lo admitieran. Ese era mi triunfo. Todo lo demás ha sido un sueño”, relató la española en entrevista con el medio ABC.
Aunque muchos crean que ganar un concurso de la NASA es el mayor de los logros, para ella fue un medio para transmitir un mensaje de superación. Actualmente, María, ingeniera de minas de 56 años, lucha contra el cáncer de mama que le diagnosticaron hace siete años.

Desde el inicio del tratamiento, comprendió la importancia de la detección temprana para “afrontar bien esta enfermedad”. Esto la llevó a idear un proyecto entrenado con inteligencia artificial que ofrece a las pacientes una segunda opinión sobre el cáncer de mama, aprovechando su experiencia personal y profesional. Lo llamó ‘Esperanza’.
Ese mismo nombre le puso a su nuevo trabajo: un gemelo digital capaz de reciclar residuos en la Luna. Su propuesta es capaz de 4.500 kilos de desechos a solo 50, aprovechando el resto para generar materiales útiles en futuras misiones espaciales.
“Mi marido me habló de la iniciativa de la NASA y decidí presentar un proyecto, aun sabiendo el reto que suponía. En aquel momento tenía dos grandes limitaciones: las personales, por el tratamiento de mi enfermedad, y las profesionales, por la carga de trabajo”, recuerda.

El sistema que desarrolló simula cómo reciclar en la Luna polvo, plásticos y otros materiales, aplicando el principio de la economía circular que usamos en la Tierra. Incluso llegó a fabricar hormigón lunar.
La clave, explica, estuvo en trabajar con datos reales: “Me conecté a la NASA y me los bajé. Soy un poco friki y generé una simulación bastante real, como si trabajara desde dentro. La agencia estadounidense lidera el programa Artemis para volver a la Luna y le preocupa bastante la cuestión de los residuos”.
A pesar de su victoria, no recibió el millón de dólares que prometía el concurso, ya que no es estadounidense. “El galardón tenía una letra pequeña de la que nadie me avisó… me enteré que era la única —de seis ganadores— que no iba a contar con el dinero cuando me comunicaron que era ganadora”, reveló.

Pese a ello, intentó negociar con la NASA: “Les dije que tengo 56 años, que voy completamente sola y que cargo con una mochila muy grande a mis espaldas”. Lamentablemente, la respuesta fue un no rotundo.
Sin embargo, para ella, el reconocimiento tiene más valor que cualquier cifra: “Siento que es más importante el reconocimiento de la NASA a mi proyecto que el dinero, aunque sea un millón de dólares”.
Por otra parte, la ingeniera reveló que ni el Ministerio de Ciencia ni la Agencia Espacial Española se han puesto en contacto con ella. Solo la Universidad Politécnica de Cataluña, donde estudió, le envió una felicitación; no obstante, ya planea presentarse a la segunda fase del concurso.
“Ya he demostrado a mis hijos que puedo hacerlo, ahora quiero enseñar al resto mi mejor versión… Mi objetivo es demostrar que una mujer sola, sin medios, desde España, puede liderar innovación espacial de primer nivel. Si consigo apoyo, quiero que Esperanza sirva también como inspiración y motor para crear un ecosistema de ciencia disruptiva desde lo local, con impacto global”, agregó.