En defensa del SNIP

Redacción Gestión

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Carlos CasasTragodaraJEFE DEL DEPARTAMENTO DE ECONOMÍA UNIVERSIDAD DEL PACÍFICO

En los últimos tiempos se puede apreciar que existen voces que se levantan en contra del Sistema Nacional de Inversión Pública (SNIP). Estas voces pasan por todo el espectro ideológico nacional. Se ha hecho ya un lugar común echarle la culpa de todos los males de la administración pública al SNIP, diciendo que obstaculiza la inversión, que trabaja con una mentalidad de frenar el gasto porque fue establecido en una etapa en que no existían recursos y ahora que los hay, pone trabas a la ejecución del mismo. Se dice que por su culpa tenemos superávit fiscal y no porque exista un buen manejo de las finanzas públicas.Muchas críticas son injustas. En primer lugar debemos recordar por qué se creó. A inicios de la década pasada se tenía conciencia de que la calidad de la inversión pública no era buena y que la misma se realizaba sin ninguna lógica. El criterio político primaba y excesos como incrementos en los costos y dilatación de plazos eran cosas comunes. Los beneficiados con este esquema eran los políticos y los contratistas.Este desbalance se podía ver en la calidad de las obras que se realizaron en las tres últimas décadas del siglo pasado, en las que primó la lógica del elefante blanco, es decir, grandes obras que al final no tenían utilidad. Así podemos hablar de los grandes proyectos emblemáticos de cada departamento que proliferaban y que por alguna extraña razón eran vendidos a la población como la solución a todos sus problemas, por lo cual ejercían presión para sacarlos adelante. Los políticos accedían a sus demandas comprometiendo recursos de todos los peruanos de aquel entonces o del futuro, porque muchas de esas obras se realizaban con endeudamiento que hasta ahora estamos pagando.Todo lo anterior generaba una gran necesidad de contar con un sistema que impusiera racionalidad a la inversión, que priorizara y que orientara el gasto de capital a satisfacer las necesidades de la población y no a obras que podían ser efectistas pero sin generar ninguna rentabilidad social.Este sistema no ha sido estático sino que ha ido adecuándose. Con el tiempo se ha simplificado y se tiene una actitud más proactiva hacia la asistencia técnica a los formuladores de proyectos, sin mencionar la capacitación permanente que se hace a todo nivel. La semana pasada se ha emitido una directiva que amplía el ámbito a proyectos de carácter productivo, lo que demuestra que la adecuación continúa. Esto ha generado que tengamos un sistema mucho más amigable que hace algunos años. La falta de ejecución no se debe al SNIP, el problema está en otra parte. Por un lado, el sistema de adquisiciones del Estado es muy engorroso y los plazos se tienden a dilatar demasiado. Por otro lado, tenemos la falta de capacidad de todos los operadores en todo el Estado. Los bajos niveles de ejecución no son exclusividad de los gobiernos regionales y locales sino también del nivel nacional. Esto nos debe llevar a pensar en el capital humano necesario –reforma indispensable a estas alturas del partido- para poder mejorar la operatividad del sistema.Acá puede ser útil una analogía educativa. Para tener buenos profesionales la exigencia debe ser alta en las universidades. Si los alumnos no pueden con esa exigencia, tendrán que esforzarse más para poder terminar una carrera. Ese es el camino correcto, no disminuir la exigencia para que todos pasen porque ello sería engañar a los alumnos y a la sociedad. Lo mismo ocurre con el SNIP.

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