El alza brutal de las tasas de interés de los bonos desde principios de año aumenta la presión sobre los Estados muy endeudados de la zona euro, a pesar de que las consecuencias aún no son visibles en las cuentas públicas.
¿Cuál es la trayectoria de las tasas?
Es una pendiente empinada: desde el inicio del 2022, endeudarse le cuesta cada vez más caro a los Estados.
En España, el rendimiento del bono a diez años -que sirve de referencia- superó a principios de mayo el 2%, un nivel inédito desde setiembre del 2015.
En Francia, la tasa de interés del mismo bono, que era de cero a principios de año, se ubica ahora en 1.5%, algo nunca visto desde 1994.
En Grecia, la tasa a diez años superó recientemente el 3.5%.
¿Es preocupante para los Estados?
Los Estados corren el riesgo de tener que pagar sumas más altas porque, estando muy endeudados por las medidas tomadas durante la crisis sanitaria, sufren directamente del alza de los tipos de interés.
Por ejemplo, en Francia, en un préstamo a diez años, “cada punto porcentual de alza de las tasas de interés representa a largo plazo un costo anual adicional de cerca de 40,000 millones de euros (unos US$ 42,300 millones), es decir cerca del presupuesto actual de Defensa”, calculó el gobernador del banco central de ese país, François Villeroy de Galhau.
Para que la trayectoria del endeudamiento sea sostenible es necesario que “las tasas de interés a largo plazo permanezcan claramente por debajo del crecimiento a largo plazo”, recuerdan los analistas del banco corporativo Natixis.
El problema es, por supuesto, más grande para Grecia, que tiene que enfrentar tasas mucho más altas.
De todos modos, y hasta el momento, “las tasas son absorbibles, no estamos en niveles de 10% o 15%. Hay una gimnasia y ajuste por hacer, pero es manejable”, estima Virginie Maisonneuve, directora de la gestión de acciones mundo de la empresa de gestión de inversiones AllianzGI.
En términos de plazos de pago, el peso de los intereses adicionales a pagar deberá ser absorbido de manera progresiva en los presupuestos de los Estados, ya que su reembolso, según tasas en su mayoría fijas, se extiende a lo largo de la duración del préstamo.
Por otra parte, para la deuda, la inflación es de manera paradójica un beneficio: los productos y servicios, que se vuelven más caros, tienen como efecto inflar el Producto Bruto Interno (PBI), lo que, de forma mecánica, hace bajar el peso de la deuda con respecto al PBI.
¿Hay un peligro para la zona euro?
El alza de las tasas de interés presenta el riesgo de un desequilibrio para la zona euro a partir del momento en que algunos países, particularmente endeudados, comienzan a preocupar a los inversores y los mercados.
Todo el mundo tiene aún el recuerdo fresco de la crisis que paralizó al continente europeo a principios de la década del 2010.
Los inversores vigilan de manera permanente el “spread”, es decir la brecha entre la tasa de interés alemana, considerada la referencia de solidez, y la de otros países. Este indicador permite medir la confianza de los actores del mercado en la capacidad de los Estados de pagar sus deudas.
A veces, esa brecha preocupa: la que existe entre la tasa alemana y la italiana se duplicó en un año.
Es un desafío para el Banco Central Europeo (BCE). Porque si la brecha aumenta, el BCE tendrá más problemas para aplicar una política monetaria común que responda a las necesidades de cada país, y de este modo la cohesión económica de la zona euro quedará cuestionada.
En efecto, y de manera contraria a los otros bancos centrales, el BCE “enfrenta varios mercados distintos de deudas de Estados”, recuerda Holger Schmieding, economista en jefe del banco de inversión privado alemán Berenberg.
Sin embargo, pocos economistas esperan lo peor. Por las dudas, la presidenta del BCE Christine Lagarde ya aseguró que la institución vigilaba cualquier “fragmentación injustificada” de las tasas y que trabajaba en un mecanismo especial para atenuar ese fenómeno.