El 2001, Andrew Lo, catedrático del Instituto Tecnológico de Massachusetts, predijo que los avances tecnológicos posibilitarán que los inversionistas creen sus propios índices, en función de sus metas financieras, preferencias de riesgo y aspectos tributarios. Más de 20 años después, parece que ese momento ya llegó.
Una revolución en la inversión pasiva que comenzó en los 70 generó la creación de fondos que rastrean el desempeño de índices bursátiles, como el S&P 500, permitiendo la diversificación de cartera a bajo costo. Hoy, un número creciente de administradoras de fondos estadounidenses y agentes bursátiles ofrece a sus clientes minoristas más productos personalizados que combinan los beneficios de la inversión pasiva con mayor customización.
Conocidos como “cuentas de indexación directa”, estos productos prometen rastrear el desempeño de un índice referencial, pero a diferencia de los fondos mutuos estándar o los fondos indexados (ETF), que son vehículos de inversión con múltiples partícipes y monitoreados por gestores de cartera, en las cuentas de indexación directa los inversionistas poseen los valores subyacentes y pueden estructurar sus carteras a la medida de sus necesidades.
La idea no es nueva, pero productos parecidos solo habían estado disponibles para inversionistas institucionales y clientes con “patrimonio ultra elevado”. En cambio, las cuentas de indexación directa están al alcance de “adinerados” con tenencias de activos líquidos por cientos de miles de dólares. “Las instituciones lo han estado haciendo por años”, explica Martin Small, director gerente de la administradora de activos BlackRock, “pero con tecnología, escala y mayor automatización, podemos manejar cuentas de menor tamaño”.
Los analistas apuntan a tres fuerzas detrás de la tendencia. Primero, los avances tecnológicos, como algoritmos sofisticados y potencia computacional que permite analizar y ejecutar transacciones en cientos de miles de carteras simultáneamente. Segundo, el ascenso de la negociación con comisión cero, que reduce costos notablemente. Tercero, el surgimiento de la negociación de acciones fraccionadas, que facilita la diversificación de carteras de menor tamaño.
La indexación directa todavía es una parte pequeña en la administración de activos. Según la investigadora de mercados Cerulli Associates, había unos US$ 400,000 millones en cuentas de indexación directa a junio del 2021. Morgan Stanley y la firma consultora Oliver Wayman estiman que podría llegar a US$ 1.5 millones de millones para el 2025. Los ejecutivos del sector están optimistas. “La inversión personalizada está avanzando como un tren de carga”, dijo en octubre Walt Bettinger, CEO de la agencia bursátil Charles Schwab.
Tal entusiasmo ha provocado una oleada de adquisiciones. En octubre del 2020, Morgan Stanley compró Parametric Portfolio Associates, la mayor proveedora de servicios de indexación directa. Un mes después, BlackRock compró Aperio Group, otra gran proveedora. Otras administradoras y agencias bursátiles importantes, entre ellas Charles Schwab, Vanguard y Franklin Templeton, han realizado transacciones similares. “Nadie quiere quedarse atrás”, señala Kevin Meada, gerente de Inversión en Indexación Directa del banco de inversión Natixis.
La indexación directa tiene beneficios pero también costos. Su principal argumento de venta es su capacidad de reducir obligaciones tributarias, lo que se consigue primordialmente a través de un proceso llamado “recolección de pérdidas tributarias”, que consiste en vender y reemplazar títulos a pérdida para compensar las ganancias por la venta de títulos rentables, con lo que disminuye el monto de ganancias de capital gravables.
Aunque esta técnica puede generar retornos entre 1% y 1.5% por año, los beneficios son casi nulos para personas en los grupos de contribuyentes con tasas impositivas bajas, o para inversionistas que tienen el grueso de sus activos en cuentas de jubilación, pues estas difieren los impuestos sobre ganancias de inversión hasta que los fondos son retirados.
Otra ventaja de estas cuentas frente a los fondos mutuos convencionales o los ETF es la customización. Para clientes con mentalidad ética, esto podría significar la exclusión de títulos emitidos por productoras de combustible fósil, tabaco o armamento. A más individualización en las cuentas, mayor probabilidad de que los retornos de la cartera diverjan de los retornos referenciales.
Las cuentas de indexación directa suelen ser descritas como una amenaza para fondos mutuos y ETF, aunque en realidad son parte de la misma tendencia de largo plazo. “El crecimiento de la indexación directa va de la mano con el de los ETF”, sostiene Martin Small. En tanto, Brian Langstraat, CEO de Parametric Portfolio Associates, dice que el principal impulsor de la indexación directa no es reducir costos ni fraccionar acciones, sino el viraje hacia la inversión pasiva: “Las tendencias son las mismas que hace cinco años y serán las mismas dentro de cinco años”.
Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez
© The Economist Newspaper Ltd, London, 2022