Redacción Gestión

redaccion@gestion.pe

EL mal humor de la campaña ha oscurecido la importancia de lo que está en juego. La elección de abandonar la Unión Europea el 23 de junio, que hasta la semana pasada era una posibilidad cada vez mayor según las encuestas, causaría un daño grave y duradero a la política y economía de Gran Bretaña. La pérdida de uno de los mayores miembros de la UE dejaría una profunda herida en el resto de Europa. Y, con personajes como Donald Trump y Marine Le Pen promoviendo el nacionalismo económico y la xenofobia, marcaría una derrota para el orden liberal que ha impulsado la prosperidad de Occidente.

Esto, claramente, no es el argumento de las voces que piden salir de la UE. Al igual que con los euroescépticos en toda la UE, su historia es acerca de liberación e historia. El hecho de abandonar la esclerótica y poco democrática Unión Europea, dicen los Brexiteers, daría a Gran Bretaña la libertad de reclamar su destino soberano como potencia con visión más abierta. Muchas de estas personas se adjudican el estandarte del liberalismo, el credo que The Economist ha defendido durante mucho tiempo. Ellos rubrican el argumento de que el libre comercio conduce a la prosperidad. Hacen una publicidad correcta sobre el pequeño gobierno y la burocracia. Dicen que su rechazo de la migración ilimitada de la UE no se deriva de la xenofobia tanto como un deseo de escoger a las personas que tienen más que ofrecer.

Los liberales que quieren abandonar la UE están vendiendo una ilusión. En contacto con la realidad de un Brexit, sus planes se desintegrarán. Si Gran Bretaña sale de la UE, es probable que los británicos terminen más pobres, menos abiertos al mundo y menos innovadores. Lejos de reclamar su perspectiva mundial, se convertirán en menos influyentes y más parroquiales y, sin Gran Bretaña, a toda Europa le irá peor.

Comenzando por la economía. Incluso los que voten por la salida aceptan que habrá daño a corto plazo. Más importante aún, es poco probable que Gran Bretaña tampoco prospere a largo plazo. Casi la mitad de sus exportaciones van a Europa. El acceso al mercado único es vital para el centro financiero de Gran Bretaña y para atraer la inversión extranjera directa. Para mantener ese acceso, sin embargo, Gran Bretaña tendrá que ajustarse a las reglamentaciones de la UE, contribuir a su presupuesto y aceptar la libre circulación de las personas, las mismas cosas que los que quieren abandonar la UE dicen querer evitar. Pretender lo contrario es engañar.

Los que abogan por dejar la Unión Europea apuestan a la posibilidad de comerciar más fácilmente con el resto del mundo. Eso, también, es incierto. Europa cuenta con decenas de pactos comerciales que Gran Bretaña debe sustituir. Sería un negociador más pequeño y más débil. La planificación no estaría bajo su control y la lenta y agobiante historia de la liberalización del comercio muestra que los mercantilistas tienden a tener la sartén por el mango.

Tampoco soltar a Gran Bretaña de la UE irá a desatar una serie de reformas liberales en casa. A medida que la campaña llega a su fin, el lado Brexit ha avivado los prejuicios de los votantes y consentido a quienes prefieren una Inglaterra con mentalidad estrecha. A pesar de la retórica de libre mercado de los que quieren abandonar la UE, cuando una acería que perdía dinero en Port Talbot, Gales, estaba en peligro de cierre, los Brexiteers clamaron por ayuda estatal y la protección arancelaria que incluso los supuestamente proteccionistas de la UE nunca permitirían.

El consentimiento ha sido aún más descarado sobre la inmigración. Los Brexiteers advirtieron que millones de turcos están a punto de invadir Gran Bretaña, lo que es evidentemente falso. Se ha culpado a los servicios públicos como salud y la educación en materia de inmigración, cuando los inmigrantes, que son contribuyentes netos a la economía, ayudan a Gran Bretaña a pagar la factura. Se sugiere que Gran Bretaña no puede mantener fuera de sus fronteras a asesinos, violadores y terroristas cuando, de hecho, sí puede.

A los británicos les gusta pensar acerca de sí mismos como sostenedores del libre mercado. Son rápidos para culpar por sus problemas a la burocracia de Bruselas. En realidad, son tan adictos a la regulación como cualquier otra persona. Muchos de los mayores obstáculos para el crecimiento –muy pocas casas, pobre infraestructura y una brecha de habilidades– derivan de normativas británicas. En seis años de gobierno, los conservadores no han logrado cambiarlas. Salir de la UE no haría las cosas más fáciles.

Todo esto debe conducir a la victoria de la permanencia en la UE. De hecho, economistas, empresarios y hombres de Estado de todo el mundo han coincidido en advertir a Gran Bretaña que abandonar la Unión Europea sería un error, aunque Trump es un simpatizante de esto. En la política posterior a la verdad que está sacudiendo las democracias occidentales, sin embargo, las ilusiones son más atractivas que la autoridad.

Por lo tanto, la campaña por abandonar la UE desprecia las previsiones económicas casi universalmente sombrías que se derivan de las perspectivas de Gran Bretaña fuera de la UE como el trabajo de "especialistas" (como si el conocimiento fuese un obstáculo para la comprensión). Además descarta la postura para permanecer en la UE porque representa a la élite (como si Boris Johnson, su propia figura decorativa y una persona educada en Eton y luego en Oxford) personificara al hombre común.

La más corrosiva de estas ilusiones es que la UE está dirigida por burócratas irresponsables que pisotean la soberanía de Gran Bretaña mientras traman un Superestado. La UE demasiado a menudo se ve a través del prisma de un corto período de integración intenso en la década de 1980, que estableció los planes para, entre otras cosas, el mercado único y el euro. En realidad Bruselas está dominado por gobiernos que guardan celosamente su poder. Hacerlos más responsables sería una discusión sobre la democracia, no sobre la soberanía. La respuesta no es abandonar aparatosamente la Unión, sino quedarse a trabajar para crear la Europa que Gran Bretaña quiere.

Algunos británicos se desesperan por la capacidad de su país para afectar lo que sucede en Bruselas. Sin embargo, Gran Bretaña ha desempeñado un papel decisivo en Europa, es cuestión de preguntarles a los franceses quiénes pasaron la década de 1960 manteniendo a Gran Bretaña fuera del club. La política de competencia, el mercado único y la ampliación hacia el Este fueron defendidas por Gran Bretaña y están profundamente en sus intereses. En tanto que Gran Bretaña no corra y se esconda, tiene todas las razones para pensar que seguirá teniendo una influencia poderosa, incluso sobre el tema de la irritante inmigración.

La UE es un club imperfecto, a veces enloquecedor, pero es mucho mejor que la alternativa. Dejar la Unión sería un terrible error. Debilitaría a toda Europa y empobrecería y disminuiría a Bretaña.