Hay algo ligeramente tedioso sobre la buena salud del dólar: parece ser tan ineludible como los políticos mentirosos y el clima tempestuoso. El índice DXY, que mide el valor del dólar frente a media docena de divisas de países ricos, ha aumentado casi 7% desde inicios de año. Otro índice, que lo mide frente a las divisas de 26 socios comerciales de Estados Unidos, sube desde junio. Es difícil imaginar qué podría frenar el alza, pero hay argumentos para que eso ocurra el 2022.
La actual fortaleza del dólar está vinculada en cierto modo con la excepcionalidad estadounidense. El índice S&P 500 supera continuamente los de bolsas de otros países. La economía de Estados Unidos ha probado ser una confiable fuente de crecimiento y ha emergido de la pandemia más vigorosa que casi todas las demás. Como resultado, la inflación está obstinadamente alta. El presidente de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell, ha señalado que adelantará el fin de sus compras de bonos, preparando el camino para una subida de las tasas de interés.
En otros países, la situación es distinta. El PBI de China está desacelerado y en Europa, una ola de covid-19 ha provocado la imposición de ciertas restricciones a actividades empresariales. Aunque todavía no se conocen a fondo las implicancias de la variante ómicron, la sensación general es que será más desfavorable económicamente fuera de Estados Unidos.
Una divisa que se ha mantenido al ritmo del dólar es el yuan. Eso se debe a que está entrando más dinero a China del que está saliendo. Las abundantes exportaciones a Estados Unidos han contribuido al enorme superávit comercial y los inversionistas foráneos están llenándose de bonos y acciones. En paralelo, ha disminuido la salida de dinero: el gasto en el exterior de turistas chinos ha desaparecido del todo a causa de las prohibiciones de viajes.
No obstante, los riesgos parecen inclinarse a una caída del yuan frente al dólar. China está dirigiéndose a flexibilizar su política monetaria, pues sus reguladores están lidiando con las penurias del sector inmobiliario. El reciente recorte de los requerimientos de reserva para los bancos podría ser una señal de que Pekín preferiría un yuan debilitado.
Con todo esto, el argumento para un dólar fuerte parece irrefutable, aunque la situación puede cambiar. Hay una hipótesis aceptable de que el dólar alcanzará su pico dentro de unos meses y luego se debilitará. Para que eso ocurra, tendrán que cumplirse tres condiciones.
Primero, debe reducirse la brecha de crecimiento global. La economía estadounidense está más que recuperada mientras que a otros países aún les queda margen. Gran parte de la lentitud en Asia se debe a la desaceleración china y no a la persistencia de los efectos de la pandemia en la región. Europa nunca reabrió del todo y en la Unión Europea están en preparación estímulos fiscales de su fondo de recuperación. Estados Unidos seguiría en el liderazgo, pero la competencia será más estrecha.
La segunda condición es una menor inflación. Los precios del petróleo ya se han reducido y hay señales tentativas de que los cuellos de botella logísticos están aligerándose. Encuestas empresariales en hubs productores de bienes como Taiwán y Vietnam, muestran mejoras en tiempos de entrega. Si estos avances se traducen en una menor inflación, señala Mansoor Mohi-uddin, economista jefe del Bank of Singapore, posibilitarán que la Fed gire hacia una postura menos dura.
Esa es la tercera condición para un debilitamiento del dólar. Es difícil tener una política monetaria flexible cuando la inflación es tan alta, pero si esta se reduce durante el 2022 y la economía estadounidense se desacelera, el foco de la Fed podría volver a inclinarse hacia la parte de su mandato orientada a la promoción del empleo. Para la primavera o principios del verano (boreales), los mercados podrían encontrarse estableciendo precios en función de más subidas de las tasas de interés de las que la Fed está dispuesta a aplicar.
Es fácil olvidarlo, pero otros bancos centrales también hacen política monetaria. Una eurozona en recuperación económica podría agitar a los halcones del Banco Central Europeo
, sostiene Kit Juckes, macroestratega del banco de inversión Société Générale. Incluso la señal de un aumento de la tasa de interés en la eurozona podría ser un punto de inflexión para los mercados de divisas.
Para los inversionistas optimistas sobre el valor del dólar, esto podría sonar un poco inverosímil. Mucho de su entusiasmo está ligado a la alta inflación y sus implicancias sobre las tasas de interés. Pero esta postura acarrea peligros. La inflación no es un motivo de gran calidad para apostar por una divisa, señala Steven Englander, jefe global de Investigación Cambiaria del banco de inversión Standard Chartered.
Eso es correcto. Si la inflación en Estados Unidos sigue obstinada en el mediano plazo, es obvio que tampoco será bueno para el dólar. Por ahora, el billete verde es una divisa ganadora, pero existen algunas maneras en que podría perder.
Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez
© The Economist Newspaper Ltd, London, 2021