Ben Bernanke, expresidente de la Reserva Federal (Fed), tituló su libro de memorias, publicado el 2015, “The Courage to Act” (“El valor de actuar”), aunque mucho de lo que los banqueros centrales hacen en la actualidad es hablar. Hablan de lo que están haciendo, lo que harán o lo que podrían hacer. En banca central, las palabras pueden ser más elocuentes que las acciones. Y también es así en China.
Su política macroeconómica es una combinación de actos y señales, de ejecución y exégesis. Por ejemplo, el 6 de diciembre, el Banco Popular de China (banco central) anunció el recorte en medio punto porcentual de su ratio de reservas obligatorias —el dinero que los bancos tienen que mantener en reserva, como porcentaje de los depósitos—, desde un promedio ponderado de 8.9% hasta 8.4%. La entidad informó que la medida “liberará” alrededor de 1.2 millones de millones de yuanes (US$ 190,000 millones) de fondos para financiamiento.
Se podría pensar que el recorte fue un claro acto de flexibilización de la política monetaria, una entendible respuesta a una economía en desaceleración, a un virus en mutación y a los riesgos financieros provocados por desarrolladoras inmobiliarias, dos de las cuales (Evergrande y Kaisa) incumplieron pagos de sus bonos colocados en el exterior, según la agencia calificadora Fitch, poco después del recorte.
Pero la decisión estuvo acompañada de mensajes de cautela emitidos por la entidad: “La posición de política monetaria sólida se mantiene sin cambios”. También puntualizó que los bancos necesitarán parte de los fondos adicionales —alrededor del 80%— para pagar préstamos de mediano plazo otorgados por el banco central, que están por vencer este 15 de diciembre.
En otras palabras, gran parte del dinero extra retornará rápidamente a la institución que los ha liberado. Así, el impacto del recorte “probablemente sea neutral”, señaló un analista citado por Economics Daily, un diario oficial chino. Un editorial en la misma publicación advertía contra el “relativamente simplista” punto de vista de que un recorte en los requerimientos de reserva equivale a un “relajamiento” de la política macroeconómica.
O sea, ¿los reguladores chinos están flexibilizando, o no? La respuesta sencilla es sí, están flexibilizando la política monetaria, aunque no sin dudas ni salvedades. Quieren estabilizar el crecimiento económico del país, pero no quieren reavivar la especulación, en especial en el sector inmobiliario. Por consiguiente, sus acciones expansivas están acompañadas de mucho parloteo aclaratorio y precautorio.
Quizás la más clara evidencia de la flexibilización no está en los actos del banco central sino en las palabras del Politburó, el órgano de 25 miembros que supervisa al Partido Comunista. Tras una sesión realizada el 6 de diciembre para fijar el tono macroeconómico para el 2022, enfatizó la expansión demanda interna y la preservación de las “seis estabilidades” —empleo, finanzas, comercio exterior, inversión foránea, inversión interna y expectativas—.
El Politburó también tuvo palabras reconfortantes para el atribulado mercado inmobiliario. Sostuvo que debe ser respaldado para que atienda mejor a una demanda “razonable” de compradores de viviendas. No definió ese término, pero se puede afirmar que no incluye adquirir una propiedad y mantenerla desocupada con la expectativa de venderla por un precio más elevado.
Así que el debate no es si los reguladores están flexibilizando, sino en qué magnitud. Dado que el estímulo puede tomar muchas formas, en especial en China, no es fácil medirlo. Un intento de hacerlo, de Goldman Sachs, aplica un índice que combina indicadores de política monetaria (la tasa de interés activa de referencia y tasas de mercado), política crediticia (incluidos los requerimientos de reserva), política fiscal y política habitacional.
Con la crisis financiera global de 2008-2009, el índice fue de casi 2.9 puntos, algo mayor de 2 en respuesta a la desaceleración china del 2015 y algo menor de 2 tras el inicio de la pandemia. En comparación, la flexibilización en los diez primeros meses de este año fue modesta (algo más de 0.5 puntos). El reciente recorte de los requerimientos de reserva sumará algo al índice, pero no mucho.
Por lo tanto, los reguladores tienen abundante margen para flexibilizar antes de que se les pueda acusar de replicar el “torrente” de estímulos de 2008-2009, que ha adquirido una reputación de despilfarro, a pesar de su brutal eficacia en lograr que China retomara su trayectoria económica previa a esa crisis.
Si los reguladores chinos tuviesen un índice equivalente, su mensaje precautorio podría ser calibrado con mayor precisión. Podrían decir, “Quizás flexibilizaremos en un punto pero no en dos”. Ante la ausencia de tal indicador, los analistas tienen la difícil tarea de inferir las intenciones macroeconómicas a partir de los difusos eslóganes del partido. En suma, ¿cuántos recortes del ratio de reservas obligatorias serán necesarios para preservar las seis estabilidades?
Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez
© The Economist Newspaper Ltd, London, 2021