Powell, ha dicho que la Fed está “muy lejos” de alcanzar el umbral de “avance sustancial” que debía poner en marcha el inicio de la reducción de la compra de bonos o “tappering”. (Foto: Reuters).
Powell, ha dicho que la Fed está “muy lejos” de alcanzar el umbral de “avance sustancial” que debía poner en marcha el inicio de la reducción de la compra de bonos o “tappering”. (Foto: Reuters).

En sus casi seis años en la junta de gobernadores de la antes de convertirse en su presidente, no emitió ni una sola vez un voto disidente en política monetaria.

No significa que siempre estuviera de acuerdo. Su preocupación por la continuidad de las compras de activos del banco central estadounidense tras la recesión del 2007-2009, compartida por otros dos gobernadores de la Fed, contribuyó a forzar un giro político en el 2013 que obligó a comenzar a reducir enormes cantidades de bonos pese a las reticencias del entonces presidente Ben Bernanke.

Ahora es Powell, el jefe de la Fed desde el 2018, quien está sintiendo la presión y, al igual que Bernanke, tiene que tratar de dar forma a un consenso a medida que los responsables de la política monetaria se acercan a otro punto de inflexión crítico: cuándo y cómo comenzar a retirar el estímulo extraordinario que pusieron en marcha para proteger la economía del COVID-19.

En los últimos días, una serie de autoridades de la Reserva Federal han ofrecido calendarios contradictorios sobre cuándo empezar a reducir las compras mensuales de US$ 120,000 millones de bonos del Tesoro y valores respaldados por hipotecas, cuando hay una creciente inflación y fuertes ganancias de empleo.

Una discordia entre el grupo principal de miembros con voto permanente del Comité Federal de Mercado Abierto, que suelen ser más reticentes a expresar sus opiniones, también ha salido a la luz pública, una señal segura de un intenso debate a puerta cerrada.

Por su parte, Powell, ha dicho que la Fed está “muy lejos” de alcanzar el umbral de “avance sustancial” que debía poner en marcha el inicio de la reducción de la compra de bonos o “tappering”. También ha dicho en repetidas ocasiones que cree que las altas lecturas de inflación son temporales.

Datos del miércoles mostraron que el aumento de los precios al consumo en Estados Unidos se ralentizó en julio, aunque se mantuvo en un máximo anual de 13 años, con indicios de que la inflación ha tocado techo.

La Fed ha sido durante mucho tiempo un organismo de “consenso” que deriva gran parte de su credibilidad de las medidas que durante décadas han sido respaldadas de forma abrumadora por los miembros con derecho a voto.

Los disensos formales ocurren -tres presidentes regionales de la Fed disintieron en el 2019-, pero en el último cuarto de siglo solo dos gobernadores de la Fed lo han hecho. La última vez fue en el 2005.

Aun así, incluso “la amenaza de un disenso es poderosa”, afirmó Narayana Kocherlakota, un profesor de economía de la Universidad de Rochester que varias veces estuvo en desacuerdo mientras era presidente de la Fed de Mineápolis del 2009 al 2015.

“Si votabas, se intentaba ajustar lo que el comité estaba elaborando para que todo el mundo estuviera de acuerdo los presidentes bajo los que trabajé preferían que no hubiera disensos”.

Pequeñas diferencias se suman

Lo que está en juego para Powell no podría ser más importante, ya que está en la mesa tanto su legado como su futuro como jefe de la Fed.

Bajo su mandato, la Fed estableció un nuevo marco de política monetaria que pone énfasis en el objetivo de empleo del banco central y una mayor flexibilidad en la meta de inflación.

Ahora Powell tiene la ardua tarea de asegurar de que él y sus colegas se mantengan fieles a ese compromiso ante lo que son, para algunos de ellos, lecturas de inflación incómodamente altas.

Las medidas de política monetaria que se adopten, y el éxito con el que Powell las lleve a cabo, también puede ser una prueba clave para que el presidente Joe Biden opte por volver a nombrar al exbanquero de inversión para un segundo mandato al frente de la Fed.

Por un lado, el debate en cuestión parece ser sobre pequeñas diferencias: si, como propuso la semana pasada el gobernador de la Fed, Christopher Waller, responder al fuerte crecimiento del empleo con un anuncio de reducción de la compra de bonos el próximo mes, o esperar, como preferiría la gobernadora Lael Brainard, al menos hasta la reunión del 2 al 3 de noviembre.

También está la cuestión de si, como querría el presidente de la Fed de San Luis, James Bullard, acabar con las reducciones más rápidamente o, como quiere el presidente de la Fed de Dallas, Robert Kaplan, hacerlo más gradualmente.

Pero las diferencias se están sumando, dijo Randall Kroszner, profesor de la Escuela de Negocios Booth de la Universidad de Chicago que fue gobernador de la Fed del 2006 al 2009.

“Todo forma parte de una previsión más amplia”, dijo Kroszner. “Si la gente ve que la economía vuelve con más fuerza y que hay más presiones inflacionistas, van a querer reducir antes y con más vigor (las compras de bonos) y subir las tasas (de interés) antes”.

La semana pasada puede haber sido una señal de advertencia de que el estado de ánimo de algunos responsables políticos de la Fed está cambiando.

El vicepresidente de la Fed, Richard Clarida, el segundo al mando, expresó más preocupación que Powell sobre la perspectiva de una inflación persistentemente alta y ofreció, por primera vez, un calendario preciso de principios del 2023 para cuando cree que el banco central debería empezar a subir las tasas.

“Nos sorprende que un miembro principal del (comité) establezca un posible calendario para la política monetaria”, dijo Rubeela Farooqi, economista jefe de Estados Unidos en High Frequency Economics.

Debate político

La creciente ola de políticos que parecen estar más cómodos con un calendario más rápido para la reducción de las compras de bonos y posiblemente el aumento de la tasa de interés a un día de referencia de la Fed, desde su nivel casi cero, podría obligar a Powell a actuar más pronto que tarde para mantener el núcleo del comité de su lado.

De ser así, se repetiría la historia. En el 2013, Powell y otros dos posibles disidentes en el consejo de la Fed -Elizabeth Duke y Jeremy Stein- se preocuparon de que los mercados empezaran a creer que la Fed seguiría comprando bonos para siempre y trataron de persuadir a Bernanke de que tenía que empezar a hablar más abiertamente de la reducción del programa.

Y funcionó, ya que ninguno de los tres emitió un voto en contra.

“Les dije que, aunque mi punto de vista sobre las compras de valores difería del suyo, haría todo lo posible por adaptarme a sus preferencias. ‘Mi posición como presidente es insostenible si no cuento con el apoyo del Consejo’, les dije”, relata Bernanke en sus memorias.

La Fed celebrará reuniones de política monetaria en septiembre y diciembre, además de la de noviembre. A finales de este mes, Powell también tiene previsto pronunciar un discurso en la conferencia anual de banca central de Jackson Hole, en Wyoming. El evento ha sido a menudo una ocasión para orientar las expectativas de política monetaria.

Lo que está claro es que, con un comité de política monetaria cada vez más impaciente por comenzar a reducir su estímulo, Powell se verá presionado para forjar un compromiso que evite disensos.

“Creo que (el comité) está en su mejor momento cuando hay debate y desacuerdo”, señaló Kaplan sobre las recientes discrepancias en público, añadiendo que era “mucho más probable” que lleve a mejores decisiones de política monetaria.