Durante su discurso de 28 de julio, la presidenta de la República, Dina Boluarte, anunció que se impulsaría la petroquímica en el país. De hecho, en ese momento, la mandataria subrayó que ya había empresas interesadas en una iniciativa de esta envergadura.
Un mes después, el ministro de Economía y Finanzas, Alex Contreras, señaló en conferencia de prensa que actualmente existen cuatro empresas interesadas en la petroquímica de Perú.
“No teníamos agenda de la petroquímica, la estamos lanzando porque hay interés. El Ministerio de Energía y Minas (Minem) dijo que eran dos empresas interesadas. Vino otra, y sumaban tres. Ahora, hay cuatro empresa interesadas en construir una planta petroquímica en el Perú. Una empresa chilena, una americana, una australiana, y una colombiana. Estamos avanzando”, destacó.
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Contreras resaltó que se trabajará con “inversión privada pura y dura”, pues no hay espacio fiscal para financiar con recursos públicos este proyecto en el país.
“Es “inversión privada pura y dura” porque no hay espacio fiscal para esta petroquímica. Solamente para mencionar, los montos de inversión oscilan entre los US$ 2,000 millones y US$ 11,000 millones. Pongámonos en el punto medio, hablamos de alrededor de US$ 6,000 millones; el impacto que esto va a generear en crecimiento, en competitividad, es enorme”, remarcó.
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Espera que con una planta de petroquímica se reduzca vulnerabilidad y dependencia de los insumos importados. La idea -dijo- es que se pueda producir explosivos para la minería y úrea (fertilizantes) para el sector agrícola.
Pese al entusiamos del Gobierno por impulsar la petroquímica, se hace necesario recordar las lecciones aprendidas de experiencias pasadas, pues, el Perú ya se había embarcado en esta actividad en al década de los 80, pero no se alcanzaron grandes frutos.