James Bianco
La historia de las finanzas modernas ha pasado por varios órdenes monetarios, desde el patrón oro del siglo XIX, hasta la era actual basada en el dinero fiduciario a partir de 1971. Cada período tuvo, o tiene, su moneda de reserva dominante, comenzando con el oro, luego pasando a la libra esterlina y, actualmente, el dólar estadounidense. El sistema actual tiene 50 años, aproximadamente la duración promedio de los órdenes monetarias anteriores.
La lección es que nada dura para siempre. Los cautelosos deben preparse para el próximo orden monetario, con todas las señales apuntando a finanzas descentralizadas que utilizarán como reserva las llamadas “stablecoins”, o criptomonedas estables. La forma en que los reguladores y Wall Street manejen esta transición tendrá un impacto significativo en la economía global, a medida que parece estar destinada a suceder, con o sin su bendición.
Las criptomonedas son redes informáticas descentralizadas que se ejecutan en redes sin un interruptor de encendido / apagado o una autoridad suprema que establezca las reglas. El mantra aquí es “el código es ley”. Mediante el uso de contratos inteligentes en redes como ethereum y solana, se está construyendo un sistema financiero completamente simple. Dicha arquitectura tiene como objetivo eliminar la necesidad de bancos, corredores, compañías de seguros e intercambios tradicionales para muchos procesos, incluidos los créditos y préstamos garantizados, la creación de mercado, la suscripción de seguros y la negociación.
Las stablecoins son criptomonedas que tienen su valor vinculado a otro activo, como el dólar. Su característica es que tienen poca o ninguna volatilidad contra la paridad, lo que las convierte en el par comercial ideal en el universo de las criptomonedas. Las monedas estables de mayor circulación son USDC y tether. Ambas diseñadas para valer exactamente US$1. A diferencia del actual sistema bancario internacional, la transferencia de stablecoins como medio de pago resulta rápida, fácil y barata.
El crecimiento de las finanzas descentralizadas, o DeFi, y de las stablecoins ha sido extraordinario. La cantidad en dólares de las monedas involucradas en este espacio se conoce como valor total bloqueado. Según el sitio web DeFi Pulse, en tan solo un año, ha crecido de US$900 millones a US$70,000 millones. Duplicando su valor cada dos meses. Desde principios de 2019, la facturación de las criptomonedas estables se ha disparado, pasando de unos pocos miles de millones de dólares por día a un promedio de US$100,000 millones en abril del 2021, estableciendo un récord de US$250,000 millones el 16 de abril. Las stablecoins representan la mayor parte del volumen diario en el universo criptográfico.
El “mundo real” está despertando. PayPal Holdings Inc. y Visa Inc. anunciaron recientemente que permitirían pagos con criptomonedas estables en sus plataformas. EBay Inc. lo está revisando. El uso de stablecoins para pagos transfronterizos está siendo seriamente considerado.
Pero el despertar es más evidente fuera del mundo desarrollado. Una encuesta mundial de consumidores de 2020 realizada por Statista encontró que las criptomonedas son propiedad o son utilizadas por 6.2% de los ciudadanos estadounidenses, 5.2% en Alemania y 4.7% en el Reino Unido, pero en países con muchos préstamos confiscatorios o no bancarizados y protecciones inadecuadas, los porcentajes aumentan. En Nigeria, 32% posee o usa criptos, 21% en Vietnam, en Filipinas es un 20%, en Turquía es 16% y 13% en Indonesia.
Estados Unidos y Europa disfrutan de enormes beneficios del actual sistema financiero centralizado y del estatus de moneda de reserva del dólar. Entonces, tiene sentido que ambos países tarden más en adoptar el nuevo sistema. Pero, ¿qué está atrayendo al mundo en desarrollo a las criptomonedas? Como señala un artículo sobre DeFi publicado en diciembre y del que es coautor Campbell Harvey, asesor principal de la firma de investigación Research Affiliates, y profesor de la Universidad de Duke:
Nuestra infraestructura financiera heredada tiene oportunidades de crecimiento limitadas y ha contribuido a la desigualdad de oportunidades. En todo el mundo, 1,700 millones no están bancarizados. Las pequeñas empresas, incluso aquellas que tienen una relación bancaria, a menudo se ven obligados a depender de financiamiento de alto costo, como tarjetas de crédito, porque la banca tradicional las excluye del financiamiento mediante préstamos. Los altos costos también afectan a minoristas que pierden 3% en cada transacción de venta con tarjeta de crédito. Estos costos totales para las pequeñas empresas son enormes según cualquier métrica. El resultado es una menor inversión y un menor crecimiento económico.
El sistema financiero actual exige altos costos por sus servicios y quienes los pagan están buscando alternativas. Ahora que estas alternativas están comenzando a parecer un sistema financiero paralelo que puede amenazar el status quo, la pregunta gira en torno a qué posición adoptarán los reguladores financieros y los funcionarios bancarios de los países desarrollados. ¿Adoptarán la opinión de Charlie Munger de que lo que está sucediendo es “repugnante y contrario al interés de la civilización”? ¿O verán los servicios financieros como los próximos en fila para ser modificados, por lo que deberían ser alentados?
Dado el buen recibimiento que ha tenido esta nueva estructura en el resto del mundo, y cómo las prohibiciones anteriores en China, Rusia, Nigeria e India no han detenido su crecimiento, es probable que cualquier intento similar de prohibirla en el mundo desarrollado resulte igual de ineficaz. En el peor de los casos, podría hacer a un lado a las economías desarrolladas y dejarles un papel menos relevante en el diseño de un nuevo sistema financiero.