Durante las últimas dos décadas, menos firmas en Estados Unidos han salido a cotizar en el mercado de valores, optando en cambio por permanecer en las sombras por más tiempo. Los empresarios y los capitalistas de riesgo (o venture capitalists) tienen dos quejas.
Primero, las ofertas públicas iniciales (OPI) son una estafa. En segundo lugar, el grado de escrutinio externo al que se enfrentan las empresas puede resultar incómodo. Ahora se espera que una nueva ola de empresas de tecnología salga a bolsa, entre ellas Airbnb, una empresa de alquiler de viviendas, y Palantir, que realiza análisis de datos.
Algunas planean utilizar una de las dos técnicas alternativas para salir a bolsa: cotizaciones directas y compañías de cheque en blanco. Esta disrupción en el mercado convencional de las IPO es arriesgada pero bienvenida. Sin embargo, a largo plazo, estos recién llegados no podrán escapar del despiadado escrutinio externo de sus modelos de negocio.
El declive de las OPI es sorprendente. En promedio, en los 25 años hasta el 2000, 282 empresas organizaron una cada año, pero desde el 2001 la cifra ha caído a 115. Esto ha hecho que la economía sea más opaca y ha impedido que la gente común invierta en empresas jóvenes. La causa subyacente es un cambio en el equilibrio de poder hacia las empresas.
Las startups tecnológicas tienden a tener pocos activos y necesitan menos capital, mientras que la industria de capital de riesgo ha crecido y puede financiar empresas por más tiempo. Por lo tanto, las startups pueden retrasar su salida a bolsa. Amazon salió a la bolsa en 1997 cuando tenía tres años, pero ahora la empresa promedio que cotiza tiene 11 años. Hay una acumulación de 225 unicornios —startups privadas que valen más de US$ 1,000 millones — que supuestamente valen un total de US$ 660,000 millones.
Si las empresas no son adquiridas, eventualmente deben salir a bolsa. El personal quiere vender sus acciones. Sus patrocinadores de capital de riesgo tienen carteras abultadas y necesitan devolver efectivo a sus inversores. El impulso para eliminar esta acumulación comenzó en el 2019 y está ganando fuerza nuevamente.
Además de Airbnb y Palantir, se planea muchos otros lanzamientos. En China también cotizan estrellas como Ant, un gigante fintech. La pandemia ha generado más revuelo sobre la economía digital: Walmart acaba de informar de un aumento vertiginoso de las ventas de comercio electrónico. El estímulo del banco central ha estimulado los mercados. Y en Estados Unidos hay entusiasmo por las alternativas a las OPI.
En una IPO, los bancos de Wall Street actúan como intermediarios entre la empresa y los inversores, negociando un precio. Es una experiencia costosa y agotadora. Los inversores y reguladores interrogan a los gerentes durante meses. Los bancos cobran comisiones de 4-7% de los ingresos y, a veces, venden las acciones de las empresas a un precio demasiado bajo para complacer a sus clientes en los fondos de inversión, que obtienen una ganancia rápida, o “POP”, el primer día de negociación.
Las empresas han desperdiciado US$ 43,000 millones de valor de esta manera en la última década, reconoce Michael Mauboussin de Morgan Stanley. Según Bill Gurley, un inversor de capital de riesgo, “ese POP que escuchas es dinero que sale de tu bolsillo”.
Una alternativa a una OPI es una cotización directa. En lugar de un banquero, una bolsa de valores fija el precio inicial, equilibrando automáticamente la oferta y la demanda justo antes de que las acciones comiencen a cotizar.
El año pasado, Slack, una empresa de software, cotizó de esta manera, y Palantir podría seguir su ejemplo. Otro método involucra a las compañías de cheque en blanco conocidas como “compañías de adquisición de propósito especial”, o SPAC: compañías fantasmas que cotizan en bolsa y que adquieren firmas privadas, evitando instantáneamente el proceso de OPI.
Virgin Galactic, una empresa espacial, tomó esta ruta en el 2019. Ambos enfoques tienen inconvenientes. En una cotización directa, la ley dice que no se puede obtener capital fresco y, sin garantes, el precio de las acciones puede ser volátil. Mientras tanto, las firmas de cheque en blanco tienen una historia irregular, con patrocinadores que a menudo se otorgan montones de acciones, aunque un recién llegado, un vehículo de US$ 5,000-7,000 millones respaldado por el inversionista Bill Ackman, dice que mantendrá los costos bajos.
Estos experimentos presionan a los bancos y reguladores para que mejoren el proceso de OPI. El giro es que son posibles gracias a los mercados ‘efervescentes'. Algunas empresas que han salido a bolsa parecen sobrevaloradas, como Nikola, una empresa de camiones eléctricos, que no tiene ingresos materiales pero está valorada en US$ 16,000 millones tras una cotización de cheque en blanco.
A los emprendedores y los capitalistas de riesgo les encanta que los viajes sean fáciles, pero no deben hacerse ilusiones: con el tiempo, el mercado de valores golpea a las empresas débiles. Las acciones de Uber y Lyft, empresas de transporte compartido que cotizaron en el 2019, languidecen un 35% y 61% respectivamente por debajo de su precio de cotización.
WeWork, una empresa de alquiler de oficinas, abandonó su cotización el año pasado después de ser expuesta como un fiasco. Para el final del gran auge de las cotizaciones del 2020, la esperanza es que Estados Unidos haya establecido formas de facilitar que las empresas coticen en bolsa. Pero no se equivoquen, algunas de las empresas pioneras fracasarán.