Por Adam Minter
En los últimos meses, los precios de los alimentos han alcanzado máximos de 10 años, causando preocupación en todo el mundo. Los cuellos de botella en la cadena de suministro, la escasez de mano de obra, el mal tiempo y un aumento en la demanda de los consumidores figuran entre los factores responsables del aumento. También está un fenómeno menos conocido: China está acaparando productos básicos clave.
Según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, a mediados del 2022 China tendrá el 69% de las reservas mundiales de maíz, el 60% de las de arroz y el 51% de las de trigo. Según la propia estimación de China, estas reservas se encuentran en un " nivel históricamente alto” y contribuyen a aumentar los precios mundiales de los alimento.
Para China, estas reservas son necesarias para garantizar que no quede a merced de los principales exportadores de alimentos como Estados Unidos. Pero otros países, especialmente en el mundo en desarrollo, podrían preguntarse por qué menos del 20% de la población mundial está acaparando una proporción tan alta de su comida.
China ha operado graneros durante miles de años. En la época imperial, sirvieron como fuente de ingresos fiscales y como medio para hacer frente a malas cosechas, desastres naturales y guerras. Su importancia creció a medida que la población china se disparó, pero la capacidad del Estado para administrarlos flaqueó. Durante finales del siglo XIX y principios del XX, los desastres naturales y políticos colmaron a millones de hambre e inanición. Externos se referían a China como el “país del hambre”. Pronto siguieron la inestabilidad política y la revolución.
Mao Zedong y el Partido Comunista de China apostaron gran parte de su credibilidad a la “solución” del hambre, pero las hambrunas de mediados de siglo cobraron la vida de decenas de millones de personas. El presidente Xi Jinping, que nunca criticó a su propio país, comentó una vez que muchos miembros de su generación aún recuerdan el hambre.
Esos recuerdos están en la base de las políticas de Xi desde el inicio de su régimen. En el 2013, pocas semanas después de asumir el cargo, Xi respaldó una campaña nacional para disuadir a las personas de que desperdicien alimentos. En el 2020, la “campaña del plato limpio” resucitó cuando pidió a los chinos que “mantuvieran un sentido de crisis frente a la seguridad alimentaria”.
Esa crisis no se trata solo de tener suficiente para comer. Se trata de producir suficientes alimentos en el país para minimizar la dependencia de los demás. Hace dos semanas, Xi dijo en una reunión de alto nivel del Partido Comunista que “la comida del pueblo chino se debe producir y debe permanecer en manos del pueblo chino”.
Eso no será fácil. El inventario de tierras cultivables de China lleva décadas en declive, afectado por el desarrollo urbano y la contaminación del suelo, y sus granjas son mucho menos productivas que sus contrapartes en otros países. Los esfuerzos para impulsar la productividad con incentivos políticos e inversiones en tecnología son prometedores, pero es poco probable que den resultados en años.
Así las cosas, China ahora acumula existencias. El Gobierno está ofreciendo a los agricultores un precio mínimo por sus cultivos (que luego a menudo se almacenan). En marzo, aumentó el precio mínimo del trigo por primera vez desde el 2014. Mientras tanto, comerciantes han aprovechado un fortalecimiento del yuan para acumular granos a un ritmo febril. Las importaciones de trigo de China aumentaron un 50% entre enero y julio, en comparación con el mismo período del 2020.
El tamaño y el contenido de las reservas de productos básicos de China es un secreto de Estado celosamente guardado. Pero los funcionarios han sido inusualmente abiertos sobre el asunto últimamente. En noviembre, después de que una misiva del Gobierno redactada de manera vaga sobre posibles déficits este invierno causó pánico en todo el país, funcionarios para el sector agrícola anunciaron que China tenía suficiente trigo almacenado para 18 meses.
Otros países también han estado acumulando reservas de alimentos, por supuesto, especialmente a medida que persisten las interrupciones relacionadas con el covid. En junio, la agencia de alimentos de la ONU advirtió que es probable que algunos países de bajos ingresos experimenten un aumento de los costos de importación de alimentos de hasta un 20% durante el año. Aunque el informe no señaló a ningún país como responsable, China, como el mayor importador agrícola del mundo, ciertamente juega un papel crucial.
Esté bien o mal, China no tiene la intención de deshacer sus existencias en beneficio de otros. No obstante, hay pasos que podría tomar para ayudar a mitigar la inflación. Y, más importante aún, debería comenzar a reducir los apoyos a los cultivos que elevan los precios internos de los alimentos más allá de los mundiales. Mientras tanto, un reconocimiento más abierto del papel inevitable de China en impulsar la inflación de los alimentos podría alentar a sus líderes a trabajar con otros en la asistencia alimentaria a las regiones de bajos ingresos.
La evolución de China libró del hambre a cientos de millones de personas. A medida que crece su economía y su influencia, debe buscar asegurarse de que otros puedan disfrutar de esta abundancia.