Cuatro nuevos perfiles integran el Gabinete Ministerial de Dina Boluarte. A casi dos meses de realizarse, aquí en Perú, el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), se renovaron los titulares para los ministerios de Comercio Exterior y Turismo, y Relaciones Exteriores. Pero, mientras se brinda un nuevo respiro al Consejo de Ministros, la economía peruana no logra recuperarse y el crecimiento en este año sería insuficiente para traducirse en desarrollo para la población, reflexionó Juan José Marthans, Director de Economía de la Escuela de Dirección de la Universidad de Piura (PAD).
En entrevista con Gestión, el economista analiza la coyuntura política y económica, además de evaluar el rol del empresariado ante un entorno de incertidumbre y cómo contribuir a su resolución.
- Tenemos cuatro nuevos ministros en el Gabinete. ¿Cómo percibe estos cambios?
Constituye una sorpresa para el frente empresarial. Por ejemplo, en Cancillería se sacó un ministro con mucha personalidad, quizás uno de los que escapaba de la regla de lo que significaba al anterior Gabinete. El mensaje que se está dando es muy malo. Para recomponer la economía peruana tenemos que solucionar el problema político y lo que hace la presidenta Boluarte es acentuarlo. Las perspectivas sobre la economía para un año preelectoral, como el 2025, y electoral, como el 2026, no pintan bien. Las perspectivas para los siguientes años están en alrededor de 3%.
- ¿Cómo observa el crecimiento de la economía en lo que va del año?
Lo que estamos observando es un rebote económico. Esto queda plenamente confirmado por un exiguo crecimiento del PBI al primer semestre (2.4%) acompañado de un estancamiento de la inversión privada (0.0%). Cuando el PBI crece sin el apoyo de la inversión, eso indica que la recuperación no es sostenible. Ojalá el crecimiento de la inversión se presente el segundo semestre, pero con el actual entorno sociopolítico eso será difícil. El reto será lo que ocurra hacia el 2026. Este año ya está cerrado, tendremos un crecimiento por debajo de lo requerimos para mejorar en términos sociales.
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- A nivel empresarial, ¿cómo se recibe este panorama?
Un empresario inteligente debe ver nuestras posibilidades de crecimiento al 2026. Incluso pensar solo en el 2025 es ser poco ambicioso. En el período 2022 - 2026, y en las condiciones actuales, el Perú debería crecer a un ritmo promedio anual de algo más de 2% y su inversión caer 0.4% aproximadamente. Todo esto debe llevar al empresariado a una sana reflexión.
- ¿Cómo se enfrenta esta situación de incertidumbre?
Lo que corresponde es ser inteligentemente prudente los dos años que vienen y trabajar afinando los planes de contingencia. Lo que diferenciará una empresa buena de una mala será un buen esbozo de escenarios posibles de choques externos y la presencia de planes de contingencia. Potenciar los planes de los próximos 18 meses es el llamado para las empresas peruanas. Lo que importa es el 2026.
- Para las elecciones del 2026, hoy, al menos, hay 35 partidos políticos.
El problema de la economía peruana no está exclusivamente en la política económica. El problema tiene, en lo interno, un componente político muy grande. Aunque la Constitución lo prohíbe, el Congreso muestra iniciativa de gasto. Eso, junto a un Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) débil, complica más la situación. La inversión no se recompone a pesar de los precios de los metales por la creciente inseguridad y corrupción. Las instituciones no funcionan y con esta administración gubernamental menos aún.
Adicionemos que el Parlamento no desea arreglar las condiciones electorales vigentes que fomentan la presencia de decenas de candidatos a la presidencia y una clara fragmentación parlamentaria. Con las actuales reglas electorales, vamos a tener que escoger entre el mal y el mal.
-¿Cómo destrabar ese problema?
A nivel político, simple, en el próximo proceso electoral, en una primera vuelta que pasen los cuatro candidatos con mayor preferencia electoral, no dos. En una segunda se escoge al presidente y a los congresistas de esas cuatro agrupaciones. Con eso se acabó la fragmentación y negociado político.
- A su consideración, ¿cuán costoso está siendo el impacto político?
Sin solución política, no hay solución en la economía. El problema del Perú es un problema de confianza, de certidumbre, de inversión y esta no se va a recuperar como quisiéramos si no se soluciona. Hay ruido en el frente político, en el social, hay buenos precios de los commodities, pero el entorno sociopolítico impide que se rebote como debería. ¿Habrá mayor inversión privada? Nuestra macroeconomía sigue mostrando resiliencia, pese a los últimos gobiernos. Hay que realizar ajustes, sin duda alguna. El problema central está en el ámbito sociopolítico.
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- Con ese impacto, en general, ¿cómo está el panorama económico?
Hay que distinguir estructura de coyuntura. El déficit fiscal está en 4%. Este año difícilmente se cumplirá la nueva meta de 2.8% del PBI. Eso es para preocuparse, pero cuidado con quienes agrandan esta limitación. Los ingresos tributarios no respondieron como debían y los gastos mostraron poca disciplina. Esto se vio en el 2023 y en el primer semestre del 2024.
Ahora lo que se espera es que se recupere los niveles de recaudación por los precios internacionales de los minerales y, en parte, por el rebote que se acercará al 3%. Eso ayudará, pero no como para cumplir la meta fiscal. Lo que queda aquí es proyectarse al 2025, donde la incertidumbre política podría complicar la trayectoria fiscal. Esperemos que no sea así.
- Además del gasto corriente significativo, los expertos también señalan que el problema está en los ingresos. ¿Qué reforma importante debería ejecutarse?
La reforma tributaria tiene que acompañarse de un plan que busque, consistentemente, reducir la presencia del lado informal de la economía. Es un error pensar que la presión fiscal es lo que las cifras oficiales señalan, de alrededor del 19% del PBI.
La presión que enfrenta el empresariado formal del país podría ser que tienda a ser el doble. Adicionalmente a ello necesitamos tener un frente político sólido, maduro.
En temas de coyuntura, puedes proponer subir la tasa del IR, del IGV o del ISC o, inclusive, crear impuesto al patrimonio, pero nada de ello ayuda realmente.
Ante el problema más aportaría una suerte de entorno sociopolítico que reconfigure los niveles de confianza del sector empresarial, del ciudadano de pie y ahí se pueda reavivar la inversión privada y el nivel de actividad productividad para cerrar parte de la brecha fiscal. Finalmente, la corrupción es un desaliento para el contribuyente.
- ¿Cómo observas las condiciones de la inflación?
Un aspecto importante también es que la inflación en Perú ya no depende exclusivamente del BCRP. La inflación entre 2022 y 2024 se genera por un shock externo, la crisis que afectó la cadena de suministro internacional, los costos de los fletes subieron sustancialmente y, con ello, se emprendió la carrera de la inflación a nivel mundial.
Cuando esto se regulariza, la inflación empieza a retraerse globalmente. Con esto quiero llamar la atención de que la inflación hoy trasciende al concepto tradicional de crecimiento de la masa monetaria y déficit fiscal.
La inflación a futuro podría depender de elementos tan complejos y poco previsibles como un desbalance en la geopolítica internacional o un proceso electoral en el mismo Estados Unidos. El problema no es si la inflación es transitoria o no, el problema es si los factores exógenos que le pueden dar origen son reiterativos o no. Hoy las empresas se manejan en escenarios más complejos y marcados por mayor incertidumbre que antes. Los planes de contingencia empresariales serán cada vez más determinantes para marcar el éxito o la sobrevivencia de los negocios.
- ¿Cuál es el rol del sector privado en este contexto de incertidumbre política? ¿Cómo ayudaría a resolverlo?
Nuestra clase política, estos últimos años, ha configurado un sistema donde se premia la ineficiencia, el oscurantismo, la ignorancia y las ideologías obsoletas.
El peruano desaprueba al Poder Ejecutivo, al Legislativo, al Judicial, a la Fiscalía y a las autoridades electorales. No se confía en las instituciones. La carencia de institucionalidad se acentúa si introducimos la percepción de los peruanos sobre el desempeño del frente empresarial.
- ¿Cómo entender este crítico escenario?
Ciertas encuestas señalan que más de las dos terceras partes de la ciudadanía no valoran el aporte empresarial al proceso de generación de empleo y descentralización. Eso es grave. Es muy injusto frente al esfuerzo que significa hacer empresa en el Perú. Lo que evalúan es la distorsión en la imagen empresarial derivada de ciertos casos emblemáticos ligados a hechos claramente dolosos.
Lamentablemente, eso ha mellado la imagen empresarial y la ha deformado frente a la opinión pública. Necesitamos un sector empresarial más contestatario frente a las pésimas señales del Gobierno de turno. Es el frente privado quien financia al sector público y, ni siquiera por ello, demanda y dispone de mejores niveles de rendimiento de cuentas.
- ¿Cómo describirías el reto por delante?
Sin cambios en los patrones de gobernanza nacional, los problemas se reiterarán y acentuarán. El problema de Perú es de estructura. La coyuntura es solo una expresión de ello. En todo ese diagnóstico hay algo que los peruanos tenemos muy claro: nuestra clase política no está a la altura del país y de su población.
Bachiller en Comunicación y Periodismo en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC), especializado en economía, negocios, mercado laboral, políticas públicas, tributario, procesos concursales.
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