
El empleo juvenil en el Perú ha experimentado una preocupante caída. Entre 2019 y 2024, más de 160 mil jóvenes entre 15 y 29 años han dejado de trabajar de manera dependiente, según un reciente informe del Instituto Peruano de Economía (IPE). A esto se suma que al menos 90 mil de ellos tampoco están buscando empleo. Esta tendencia no solo compromete sus ingresos presentes, sino también su desarrollo profesional.
¿El impacto es más profundo en los sectores más vulnerables?
Según el IPE, el número de jóvenes que no estudian ni trabajan —conocidos como “ninis”— aumentó en 193 mil entre 2019 y 2023, siendo el 85% de ese incremento en los niveles socioeconómicos D y E. Regiones como Cajamarca, Arequipa y Puno reportan que uno de cada cinco jóvenes es nini.
En tanto, según el informe de comportamiento de los indicadores del mercado laboral a nivel nacional y en 27 ciudades, perteneciente al cuarto trimestre del 2024, reportado por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), la tasa de desempleo de los jóvenes desde los 14 a los 24 años se situó en 11.5%, en el grupo de 25 a 44 años en 5.2% y en los de 45 y más años de edad en 3.6%.
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En el IV trimestre 2024, el desempleo afectó más a los jóvenes (10,7%), seguido del grupo de 25 a 44 años en 4.2% y los de 45 y más años en 3%.
¿Qué está detrás de esta caída?
En conversación con Gestión, Moisés Quiñones, coordinador académico de emprendimiento de CERTUS, señala que la desconexión entre el sistema educativo y el mercado laboral es uno de los principales factores.
“La economía avanza a ritmos acelerados, sobre todo en tecnología, mientras la educación no siempre responde al mismo paso. Muchos programas formativos están desactualizados, lo que genera un descalce importante”, explica.
Otro problema clave es la falta de habilidades blandas, destacando el liderazgo, el trabajo en equipo y la comunicación efectiva.
A esto se suma un entorno económico y político inestable, que limita las oportunidades de inversión y, por ende, de contratación.
“Considero que ha sido la mezcla de todo: el descalce académico, la necesidad de recurrir a mejores condiciones de habilidades blandas y sobre todo el contexto político social que estamos viviendo. Esto último influye muchísimo en la calidad y cantidad de inversiones que llegan al país”, sostuvo.

Empresas buscan experiencia
Un fenómeno que se repite en diversos sectores es la preferencia empresarial por contratar trabajadores mayores. En 2019, la demanda por jóvenes superaba a la de adultos. Hoy, esa relación se ha invertido drásticamente: las empresas formales buscan cuatro veces más trabajadores de 30 años o más, según la Encuesta de Demanda Ocupacional 2025.
¿Por qué ocurre esto? Para Quiñones, hay un temor a arriesgar con personal sin experiencia. “Las empresas sienten que contratar a alguien con trayectoria les da mayor seguridad en términos de productividad. Esto obliga a los jóvenes a buscar otras rutas, como el emprendimiento”, comenta.
Esta situación genera una barrera estructural: se exige experiencia para emplearse, pero sin empleo es difícil conseguirla. De hecho, el 20% de los jóvenes limeños en 2024 identificó su edad como un impedimento para acceder a un trabajo, y en promedio, cuatro de cada diez no buscan empleo por considerar que no hay puestos disponibles para ellos.
En tanto, para el abogado laboralista Juan Valera, muchas empresas priorizan la contratación de trabajadores con 30 años a más por tener la idea que ellos tendrán un mayor sentido de pertenencia con el trabajo, “pues se tiene el pensamiento, considero errado, que los jóvenes no tienen ese grado de responsabilidad con el trabajo”.

El emprendimiento, una alternativa cada vez más viable
Ante la falta de oportunidades, el emprendimiento aparece como una opción atractiva. Y aunque históricamente ha sido una salida por necesidad, hoy se perfila como un camino con más soporte técnico.
“Hace 20 años era impensable que existieran más de 50 incubadoras en el país. Hoy muchas de ellas están abiertas al público. Además, los Centros de Desarrollo Empresarial (CDE) también están disponibles, aunque no tienen suficiente difusión”, detalla Quiñones.
Aun así, hay un problema estructural: dos de cada tres jóvenes no acceden a la educación superior, por lo que quedan fuera del ecosistema de incubadoras universitarias, lo que los deja excluidos de un apoyo vital para emprender con éxito y sostenibilidad.
Otro desafío es la alta informalidad: más del 50% de las nuevas empresas en Perú son creadas como persona natural con negocio, lo que limita su proyección. Sin embargo, nuevas figuras como la Sociedad Anónima Cerrada Simplificada (SACS), con procesos 100% digitales y costos accesibles, abren la puerta a una formalización más amigable.
¿Hace falta mucho dinero para emprender?
Para Quiñones, hoy es posible emprender con poco capital. Plataformas de comercio electrónico, dropshipping y marketing digital permiten iniciar negocios sin necesidad de inventario o infraestructura física. Pero enfatiza: lo que no se puede obviar es la inversión en conocimiento.
“Hoy gracias a la tecnología existen muchos modelos de negocios nuevos que pueden iniciarse con un un nivel de inversión muy bajo, pero estamos hablando de nivel de inversión en temas financieros. Lo que sí va a requerir este modelo de negocios, lo que va a compensar e importar es la inversión en conocimiento”, señaló.
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Del mismo modo, indicó que la planificación, el análisis de mercado y la diferenciación son claves para que un emprendimiento sobreviva.
¿Qué rol juega el Estado?
La legislación actual cuenta con normas como la Ley N.º 31828, Ley del Joven Empresario o la Ley N.º 31979, que promueve el empleo temporal a través de programas laborales del Estado en favor de jóvenes en situación de vulnerabilidad. Sin embargo, para el laboralista Juan Valera, estos esfuerzos no han tenido el impacto esperado debido a la informalidad del mercado.
“Se han implementado medidas que no han sido útiles, como el reconocimiento del tiempo de prácticas pre y profesionales como experiencia laboral. Esta disposición es cuestionable, ya que en las prácticas no se ejecutan funciones propias de un trabajador, y su aplicación ha derivado en un aumento injustificado de los requisitos de experiencia para acceder a un empleo formal”, señaló Valera en diálogo con Gestión.
Desde su perspectiva, las políticas deben enfocarse en incentivar la inversión privada con beneficios tributarios para empresas que contraten jóvenes, promover la capacitación según demanda del mercado y facilitar el acceso a la educación técnica con sentido práctico.
Asimismo, considera oportuno buscar potenciar los programas de empleo juvenil, tales como “Jóvenes Productivos” y “Jóvenes a la Obra”.

También propone crear leyes de retorno de talento, para jóvenes que emigran en busca de mejores oportunidades y deciden volver; buscar convenios de movilidad laboral regulada, incentivar la promoción de ecosistemas de innovación a nivel local y brindar seguridad a la población en general, en medio del delicado contexto de inseguridad que atraviesa el país, para evitar la migración de talentos.

Licenciado en Ciencias de la Comunicación, con especialidad en Periodismo, por la Universidad Tecnológica del Perú, con más de 12 años de experiencia en medios de comunicación. Actualmente escribo sobre política, economía y actualidad.