Hoy, Donald Trump asume su segundo mandato presidencial en Estados Unidos. Pero ya desde las últimas semanas, el republicano dejó claro que pretende implementar cambios significativos en materia de política económica y replantear el papel que su país jugará en el mundo.
En un primer momento, el mercado tomó con gran entusiasmo el triunfo de Trump y su promesa de desregular la economía norteamericana y reducir la carga impositiva corporativa. Así, cuando declaró su intención de, al menos, mantener la reducción de impuestos a las grandes corporaciones que aprobó en su primer gobierno, el índice Standard & Poor ‘s 500 subió 6.54% entre el 4 de noviembre y el 4 de diciembre del 2024.
Presiones inflacionarias persistirán
Sin embargo, luego de la euforia inicial, la reacción ha sido mixta ante el potencial impacto en la economía global que tendría su intención de incrementar significativamente los aranceles a sus principales socios comerciales, en especial a China. Esta postura proteccionista podría tener consecuencias adversas a largo plazo, en especial a partir de posibles cambios en la cadena de suministro de empresas globales que generarían mayores costos y presiones inflacionarias.
Además, una política fiscal expansiva por el lado tributario y un reducido margen para recortar gasto público rígido aumentarían el endeudamiento del país a niveles insostenibles (hoy supera 120% del PBI) e introduciría presiones inflacionarias adicionales. Las promesas de racionar el gasto público vía una nueva entidad que busque eficiencias estatales a cargo del magnate Elon Musk no serían suficientes para reducir el déficit fiscal que supera el 6,5% del PBI al cierre del 2024.
[Insertar Figura 1]
Durante el gobierno de Joe Biden, Estados Unidos, al igual que la mayoría de países, estuvo justamente marcado por un repunte inflacionario no visto en décadas. Los mayores costos del transporte marítimo generados por la pandemia y un alza en el costo de la energía por la guerra de Rusia con Ucrania llevaron a un alza en los precios del 20% en los últimos cuatro años. La principal preocupación se dio en diciembre del 2022, cuando la inflación subyacente —que excluye el precio de alimentos y energía— alcanzó 6.6%, muy por encima del promedio histórico de 2%.
Esto fue, en parte, consecuencia de un mercado laboral cuyas importantes restricciones de oferta de trabajadores altamente calificados ejerce significativas presiones salariales. A la par, el continuo desplazamiento de empleos poco calificados a favor de migrantes indocumentados ha exacerbado el descontento en un gran segmento de la población estadounidense y un creciente sentimiento xenófobo.
En respuesta, Trump ha prometido iniciar la deportación masiva de migrantes ilegales. Sin embargo, carecer de mano de obra no calificada con menor remuneración forzaría a que las empresas estadounidenses enfrenten mayores costos laborales y se introduzcan mayores presiones inflacionarias.
El conjunto de políticas arancelarias, migratorias y fiscales paradójicamente iría en contra de la promesa electoral de los republicanos de lidiar con el elevado costo de vida. Como consecuencia, la Reserva Federal mantendrá una política monetaria más restrictiva por un periodo más prolongado de lo anticipado. El mayor costo del capital, especialmente producto de tasas de interés más elevadas de los bonos del tesoro norteamericano a 10 años, encarecería el financiamiento externo y mantendría la fortaleza del dólar estadounidense frente a otras monedas, minando la competitividad de su oferta exportable.
Guerra comercial a la vista
El aumento arancelario que pretende imponer Trump (60% a China, 25% a México y Canadá, y 10% a otros países) causa gran preocupación a nivel global por la repercusión que esto puede tener, especialmente para el gigante asiático, que a su vez tomaría represalias, tal como ocurrió durante el primer mandato en Trump.
Fue en 2018 cuando, ante el aumento de los aranceles por parte de Estados Unidos, China aplicó un impuesto del 25% a los principales productos importados del mercado estadounidense, como aviones, automóviles y soya. Meses después, incluso canceló la importación de soya estadounidense. La consecuencia natural es un golpe al comercio internacional que impacta sobre la previsión del crecimiento económico global.
La amenaza arancelaria va de la mano con otras medidas unilaterales que atentarían contra la globalización: desde la intención de “retomar el control” del Canal de Panamá, una amenaza para las operaciones administrativas de China en dicho canal, hasta las declaraciones altisonantes contra México y Canadá, sus vecinos y principales socios comerciales, a la víspera de la revisión del Tratado Comercial de Norte América (USMCA) que deberá realizarse el año entrante.
Más allá de que estas amenazas se materialicen (considerando que lo que podrían buscar es mejorar la capacidad negociadora de Estados Unidos), el propósito de Trump es recuperar su hegemonía comercial global a cualquier costo, incluso afectando intereses estadounidenses (recordemos, por ejemplo, que el 25% de sus exportaciones se dirigen al mercado mexicano).
Estas posturas introducen un gran nivel de incertidumbre al querer imponer una visión de suma cero del comercio internacional: vale decir, el comercio exterior es justo y beneficioso solo si conduce a un superávit comercial a favor de Estados Unidos. Esta visión colisiona con la enorme evidencia que muestra que los países más abiertos son los más exitosos y prósperos, a diferencia de aquellos que apelan al proteccionismo y al nacionalismo económico.
La geopolítica como principal riesgo global
Según el recientemente publicado “Reporte de riesgos globales 2025″ del Foro Económico Mundial, a corto plazo uno de cada tres expertos consultados identifica los riesgos geopolíticos como los más probables determinantes de una nueva crisis mundial. Sobre el conflicto entre China y Taiwán, Trump ha considerado acelerar el suministro de armamento hacia este último. También ha manifestado su interés en controlar Groenlandia, territorio de dominio danés rico en recursos naturales que podrían ser explotados por Estados Unidos. La Unión Europea ha cerrado filas con Dinamarca mientras Trump amenaza con retirarse de la OTAN.
Finalmente, el republicano retirará nuevamente a Estados Unidos del Acuerdo de París y propone abolir el Green New Deal, que lucha contra el cambio climático apostando por el uso de energías renovables. De concretarlo, promovería la producción de energía de cualquier fuente, incluida la nuclear.
El orden internacional basado en el respeto a los arreglos institucionales y los acuerdos supranacionales será nuevamente desafiado por un gobernante con mayor experiencia y un claro objetivo de anteponer sus intereses nacionales por vías transaccionales bilaterales antes que velar por el bienestar colectivo internacional. Paradójicamente, este aislacionismo le deja el camino abierto a China que, con visión estratégica de largo plazo, llenará el vacío que deje el país norteamericano.
Impacto en el Perú
El pretendido mayor proteccionismo estadounidense podría afectar aún más sus previsiones de crecimiento a mediano plazo, lo que impactará a sus socios comerciales, incluido el Perú. Si China disminuye su nivel de producción, la demanda de commodities como el cobre se verá afectada. Además, la inestabilidad mencionada inserta fluctuaciones al precio del cobre, que podría impedir que continúe su senda de crecimiento como lo hizo en el 2024.
Sin embargo, esto no significa que el Perú dejará de aumentar su producción de cobre ni que su PBI vaya a caer. A diferencia de países como México, cuyo comercio internacional depende fuertemente de la relación con Estados Unidos, nuestro país tiene un déficit comercial con el país norteamericano, con lo cual no entraría en la consideración de un aumento de aranceles y presumiblemente no sufriría cambios en el Tratado de Libre Comercio entre ambos países.
Además, el Perú se está posicionando como un actor clave en la transición energética, que seguirá impulsando la demanda de minerales producidos en el país. Los analistas proyectan el precio del cobre llegará a los 5 US$/libra durante el 2025 (25% más que el precio de diciembre del 2024).
El Perú es una economía pequeña abierta cuyo crecimiento depende principalmente de factores externos. Los riesgos del nuevo gobierno americano podrían ser mitigados por la fortaleza de nuestras cuentas externas y los sólidos fundamentos macroeconómicos. Sin embargo, deberá navegar una etapa de elevada incertidumbre externa que podría condicionar su desempeño económico.
La relación con Estados Unidos va mucho más allá de la comercial y económica; abarca esferas críticas como la lucha contra el narcotráfico y las economías ilegales. China es también un socio clave del Perú, no solo comercial, sino como fuente de importantes flujos de inversión extranjera directa (más de US$ 30.000 millones en diversos sectores económicos). Lo que pase en el mundo indudablemente nos afectará. No obstante, nuestro principal riesgo sería caer en medio de un conflicto entre las potencias globales y ser obligados a tomar partido por presiones y eventuales represalias.
Opinión | “Peligroso segundo acto”
Luis Miguel Castilla, director ejecutivo de Videnza Instituto
Tradicionalmente, los Gobiernos republicanos han sido favorables para el Perú en términos económicos, al privilegiar el intercambio comercial y fomentar la inversión extranjera directa. Sin embargo, la elección de Donald Trump desafía los parámetros convencionales, pues estamos ante el resurgimiento del nacionalismo económico y un proceso de desglobalización. No solo el multilateralismo continuará en declive, sino que el enfrentamiento entre Estados Unidos y China puede propiciar una nueva crisis internacional y afectar el crecimiento global. Así, se daría una mayor volatilidad en los mercados de commodities claves y una menor demanda por nuestros productos de exportación no tradicionales, a mediano plazo.
El rol preponderante que China tiene en el Perú nos puede poner en la mira de la administración estadounidense en su política de retomar su hegemonía global. Si bien mucho de lo anunciado puede ser retórico para llevar a la mesa de negociación a sus adversarios, el Gobierno de Trump agudizará los riesgos geopolíticos y podría vulnerar la solidez de la primera potencia mundial. Estamos advertidos.
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