Desde hace un año y medio, el mundo experimenta una acelerada transformación digital para mantener la continuidad laboral o educativa en un entorno marcado por la pandemia del COVID-19. El Perú no fue ajeno a ese cambio. Prueba de ello es que el nivel de digitalización se aceleró a niveles proyectados recién para el 2025 entre organizaciones públicas y privadas.
Sin embargo, el proceso de digitalización evidenció también las brechas existentes entre peruanos con y sin acceso a conexiones digitales. Hoy, a 18 meses del inicio de pandemia, la brecha digital del país se estima en un 64% de no conectados.
Lo principal para empezar a construir una sociedad digital es invertir en infraestructura (identidades electrónicas para realizar trámites con el Estado) y en una buena y completa cobertura de Internet. “No tiene sentido ofrecer servicios a la población si no todos cuentan con buen acceso a Internet”, resalta Anett Numa, portavoz del e-Estonia Briefing Centre y speaker del VII congreso internacional Thinknovation, organizado por la Carrera de Administración y Gerencia de Emprendimiento de la UPC.
Asimismo, Numa pone énfasis en que el gobierno eduque a las personas en materia digital. “Saber utilizar las redes sociales no es suficiente”, considera.
Una vez cubiertos estos puntos, la experta apunta la importancia de tener mecanismos seguros para que los ciudadanos se puedan identificar digitalmente, así como de potenciar la cooperación entre el Estado y la empresa privada, y de contar con el apoyo del sector educativo y los medios de comunicación.
Numa sostiene que el Perú necesita ser más transparente en su gestión digital. “La transparencia es clave para construir la confianza entre el sector público y privado, así como entre el gobierno y los ciudadanos”, asegura. Si el gobierno es transparente y abierto, insiste, puede generar cambios en la sociedad.
El caso de Estonia
En Estonia, el 99% de los servicios públicos son accesibles en línea. Solo hay dos que no se pueden hacer por Internet: casarse y divorciarse. “Un país puede decir que es una sociedad digital cuando realmente se deshace de la burocracia, cuando las cosas funcionan bien y de forma segura, y los ciudadanos tienen tiempo para ellos, sin tener que acudir a organizaciones del Estado”, afirma Numa.
La experta explica que la lucha de Estonia por recuperar su independencia de la Unión Soviética hace treinta años impulsó el deseo del país de realizar cambios, como convertirse en una sociedad digital. “Un duro antecedente histórico también puede repercutir positivamente en el futuro”, señala.
Los servicios públicos en línea pueden ayudar a ahorrar dinero y tiempo. “Y el tiempo es dinero”, dice Numa. Solo el uso generalizado de la firma digital en Estonia ha logrado que los ciudadanos ahorren cinco días al año, “que equivalen a una semana extra de vacaciones”, puntualiza la experta. Además, el gobierno estonio ahorra 2% del PBI al año.
Para garantizar la seguridad en el uso de información privada de los ciudadanos, Estonia utiliza blockchain y un sistema denominado data tracker, que permite que todos puedan rastrear qué organismo gubernamental o empresa ha revisado su información personal, en qué momento y exactamente qué tipo de datos.
“Somos muy transparentes para que la gente sienta y sepa que la información que tenemos sobre ellos realmente le pertenece a ellos, no al gobierno. El gobierno solo ayuda a recolectarla”, precisa Numa.
El data tracker también permite que los ciudadanos reporten cualquier uso inadecuado de su información y que se sepa quién realizó la acción. Además, hay consecuencias para los responsables, ya que Internet siempre deja rastro.
“Una vez la información médica de un político de Estobia llegó a la prensa, pero unos minutos después se pudo saber qué doctor la filtró. Él perdió su trabajo por violar sus permisos, pues este político no era su paciente”, cuenta la experta del e-Estonia Briefing Centre.