La situación de emergencia que afronta el país por la pandemia del COVID-19 ha transformado las rutinas y actividades en todos los sectores. La necesidad de mantener aislamiento social ha obligado al desarrollo forzado y necesario del entorno digital.
Es en ese momento donde se revelaron múltiples carencias y en la educación no ha sido la excepción. Los colegios, institutos y universidades han tenido que recurrir a las videoconferencias y plataformas para lograr salvar el año académico y no retrasar a los alumnos.
En tal contexto, ISIL presentó el estudio “Educación virtual en el Perú: ¿Una oportunidad perdida?”, un texto en el que se repasa el desempeño de la educación virtual en el país, su evolución en el tiempo, así como sus limitaciones y carencias.
Gestión.pe conversó con José Miguel Marchena, gerente de Innovación y Desarrollo de ISIL, quien consideró que, al revisar la situación de la educación virtual en el Perú, un punto central del rezago en el que nos encontramos frente a los demás países de Hispanoamérica es la regulación. Estructuralmente el sistema educativo en el Perú no ha considerado a la virtualidad como una alternativa de calidad, sino solo como un complemento, explica.
“Venimos con muchísimos años de rezago debido a que el sistema educativo no consideraba la virtualidad como una modalidad de calidad y restringía los programas en su componente virtual. Si tienes un sistema en el que la regulación no lo considera, tampoco promueve e incluso hasta subestima la educación virtual. Por ejemplo, la legislación de universidades dice que el rector debe tener un doctorado y específica que debe ser en modalidad presencial", señala Marchena.
Otro punto, explica, es que para quien lleva una carrera de pregrado necesita que los cursos virtuales no excedan el 50% de los créditos para poder culminar los estudios. “Eso es solo un ejemplo de cuál es la perspectiva del regulador sobre la educación virtual en el Perú”, sostiene Marchena.
La educación virtual en emergencia
“Por eso, en una situación de emergencia recurres a esa modalidad, no es ninguna sorpresa que nos encontremos con estos espacios donde se está cuestionando la calidad de las universidades e institutos”, señala Marchena en referencia a la carencia de un marco regulatorio que permita el desarrollo de esta modalidad.
Actualmente, miles de alumnos universitarios y de institutos, así como escolares, están siguiendo clases de manera virtual. La lluvia de críticas no ha cesado no solo a la enseñanza en sí, sino a la infraestructura tecnológica, al costo de la modalidad, entre otros.
“La educación virtual de calidad no es más barata que la educación presencial. La inversión que hicimos en ISIL en los últimos 6 o 7 años equivale masomenos a la construcción de un campus nuevo. Nosotros decidimos no crecer en ladrillo, sino crecer en tecnología. (...) Es cierto que hay educación virtual mala, como muy buena. Eso también ocurre al igual que en la modalidad presencial”, menciona.
Así, para un año atípico, las universidades, institutos y escuelas están recurriendo a la educación virtual como única alternativa para continuar el año académico, lo cual ha generado en algunos casos que muchas personas tengan recién su primera experiencia educativa virtual, sumado a un contexto de crisis.
“Eso no es lo ideal. Es importante destacar que no es lo mismo educación virtual que educación virtual de emergencia. Muchas universidades e institutos lo que están haciendo es educación virtual de emergencia y están aprendiendo sobre la marcha”, apunta Marchena.
¿Realmente se puede aprender con la educación virtual?
El gran prejuicio de quienes hoy llevan los estudios de manera virtual es si realmente pueden aprender al igual que las clases presenciales. Según explica Marchena, la experiencia de otros países evidencia que mientras más se impulsa esta modalidad a través de la regulación, los sesgos de percepción sobre la calidad de la modalidad virtual van desapareciendo. “Es natural que en un país donde la regulación no lo acompaña, la gente tenga esa percepción”, indica.
“Si esto lo trasladamos al tema de los colegios, ahí está el origen y es una buena parte del conflicto. El problema se ha trasladado a los padres de familia y los colegios, pero se olvida que los colegios no deberían estar listos para algo que la regulación no considera e incluso prohíbe. Además, el colegio no es solo el lugar donde tu hijo va a estudiar, sino también es donde pasa 8 horas al día. Eso frustra a los padres que no saben que hacer cuando su hijo está tratando de aprender", señala el vocero de ISIL.
¿Cómo capitalizar la experiencia obtenida en la emergencia?
El Ejecutivo ha emitido decretos legislativos y otras normativas para autorizar e implementar la educación virtual en el país a raíz de la pandemia del COVID-19. Para José Miguel Marchena esto es solo un aliciente para la crisis, pero no resuelve el problema de fondo. Eso solo se solucionará con un cambio estructural en la mirada sobre la educación virtual.
“Es paradójico que el Ministerio de Educación, luego de haber estado en una postura prohibitiva respecto de la virtualidad, hoy la virtualidad le está ayudando a paliar la crisis”, indica.
Por ejemplo, Marchena se pregunta que hubiera sucedido si, como parte del licenciamiento de universidades e institutos, también se hubiera exigido como Condición Básica de Calidad (CBC) tener altos estándares en la modalidad de educación virtual o educación a distancia.
“Si bien se buscaban las Condiciones Básicas de Calidad, pero ninguna de esas condiciones hacía énfasis en tu habilidad, equipamiento o especialización en dictar programas virtuales. Esto claramente porque la regulación no lo consideran. Ahora, durante la emergencia, hay universidades que no han podido iniciar clases o lo están haciendo tardíamente y con tropiezos", sostiene.
En ese sentido, el gerente de Innovación y Desarrollo de ISIL plantea que el 2020, el año de la crisis por el COVID-19, sea visto como una oportunidad de desarrollar la educación virtual en el Perú y que toda la experiencia obtenida no quede solo en una anécdota.
“La llamada de atención es que esto no pase sin dejar una huella o un aprendizaje. Lo que más me inquieta es que cuando esto termine, se vuelva a la fase anterior y no necesariamente se haya conseguido un avance respecto de políticas que promuevan, legislen y controlen la calidad de la educación virtual. Y que más allá de cualquier crisis, los alumnos puedan tomar la decisión de estudiar de manera virtual o presencial”, sostiene José Miguel Marchena.