
Los últimos resultados de pobreza, correspondiente al 2024, muestran que alcanza a más del 27% de la población en el Perú, equivalente a casi 9.4 millones y todavía bastante lejano del 20% de nivel registrado en la prepandemia.
El panorama también evidenció su nueva característica urbana, lo que implica un cambio urgente en la estrategia para combatirla, yendo más allá de programas sociales. Ante este escenario, diversos expertos apuntan a la misma necesidad: dinamizar la inversión privada, motor de la economía peruana y que genera mayor y mejores empleos de manera sostenida.
Sin embargo, el momento actual de este indicador no es el ideal. Para ser precisos, se encuentra en proceso de recuperación.
Recuperación y factores
En el 2024, la inversión privada registró un tímido crecimiento de 2.6%, luego de dos años consecutivos de caída: en 2023 se contrajo en 7.3%, mientras que en 2022, en 0.5%.
A partir de diferentes indicadores adelantados, Teodoro Crisólogo, experto en análisis macroeconómico, indicó que la inversión privada habría acumulado un crecimiento de 7.2% en los tres primeros meses del 2025, la mayor tasa desde el tercer trimestre del 2021, perfilando así su proceso de recuperación. Este avance es mayor al del segundo semestre del 2024, cuando la inversión privada registró una expansión de 4.9% en promedio.
“Todo apunta a que la inversión privada arrancó el 2025 con buen pie, en línea con la continua mejora de los despacho de cemento y la expansión a doble dígito de las importaciones de bienes de capital”, comentó.
Uno de los indicadores claves para la inversión privada es el despacho de cemento, que acumuló un avance interanual de 2.3% en este primer trimestre, significando la mayor tasa desde el segundo trimestre del 2022.
“La mejora en los despachos de cemento anticipa una gradual recuperación de la inversión residencial en el inicio del 2025, luego de haber caído durante tres años consecutivos desde el 2022. Este resultado se explica por la recuperación de los balances financieros de los hogares ante una menor inflación y alto dinamismo en el empleo formal. Esto permitió reasignar sus ingresos hacia la autoconstrucción”, precisó Crisólogo. La dinámica se vio particularmente en la zona norte del país.
Otro componente que viene favoreciendo es un mayor gasto de las empresas en maquinaria y equipamiento. Crisólogo indicó que los volúmenes de importación de bienes de capital – excluyendo materiales de construcción – acumularon una expansión de 17.7%, por una mayor confianza empresarial y condiciones financieras más favorables.
“Este resultado sugiere que la inversión privada no residencial no minera, que representa casi el 60% del gasto privado de inversión, habría mantenido el ritmo de crecimiento de doble dígito que viene exhibiendo desde la segunda mitad del 2024”, señaló.
Sin encenderse el motor minero
Pese a este escenario importante de la inversión privada, el sector minero aún se mantiene débil. De hecho, acumula tres años de caídas consecutivas desde el 2022.
Precisamente, entre enero y febrero del 2025, la inversión minera se mantuvo prácticamente estancada al registrar una ligera caída de 0.3% respecto al primer bimestre del 2024. La incidencia del proyecto Quellaveco (Moquegua), sin embargo, tuvo una fuerte influencia.
“Al aislar este ‘efecto Quellaveco’, la inversión minera hubiese mostrado un crecimiento anual de 11.4% en los dos primeros meses del 2025”, indicó. El economista agregó que este resultado también es producto de mayores inversiones en otras regiones como Ica y Cusco, donde la inversión minera creció un 86% y 94.4%, respectivamente.
En el panorama global se observan los precios de los minerales en niveles altos y una mayor demanda de metales, pero la inversión minera nacional está aún muy por debajo de los niveles que alcanzó antes de la pandemia.
“La participación de la inversión minera en la economía ha venido reduciéndose significativamente en los últimos años. En los últimos 12 meses hasta febrero de 2025, la inversión minera representó apenas 1.7% del PBI, una cifra lejana al pico de 2.5% del PBI que alcanzó hacia fines del 2019”, apuntó.
¿Por dónde empezar la recuperación minera?
Crisólogo indicó que, del segundo trimestre en adelante, se vería el aporte de diferentes compromisos de inversión de proyectos mineros, pero esto no resta que el inicio del calendario para las elecciones general del 2026 pueda “jugar su propio partido”.
“Esto no quiere decir que no haya incertidumbre. El riesgo está en que comiencen a surgir candidaturas que ponga en tela de juicio la seguridad jurídica del país”, comentó.
Sin embargo, el principal riesgo para la inversión minera es el avance de la minería ilegal y los espacios que va ganando en las concesiones mineras, ya sea de los artesanales, de la pequeña o gran escala.
“El riesgo de que se contamine la buena confianza de las empresas es fuerte”, apuntó. “Revertir este resultado requiere de medidas que refuercen el imperio de la ley en las áreas de concesión que vienen siendo afectadas por el avance de la minería ilegal”, complementó.
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A esta tarea sumó que debe darse una mayor celeridad a la implementación de la Ventanilla Única Digital del sector minería. Poniéndole esfuerzo al anunciado “shock desregulatorio”, podría tenerse resultados concretos ante este pedido de data de años.
“En general, el sector minero requiere recuperar su atractivo y la competitividad para evitar que los grandes proyectos continúen postergándose y que el Perú siga perdiendo terreno en la producción de metales críticos para el futuro de la economía global”, comentó.
Así, con la confianza empresarial alta y el ritmo actual, consideró que se puede sostener el crecimiento de la inversión privada y que concrete su expansión de 4.1% estimado por el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP).

Bachiller en Comunicación y Periodismo en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC), especializado en economía, negocios, mercado laboral, políticas públicas, tributario, procesos concursales.