Después de dos años consecutivos de caída, la inversión privada ha crecido 1.4% en los primeros tres trimestres de este 2024 respecto del mismo periodo del año anterior y el Instituto Peruano de Economía (IPE) proyecta que cierre el año con un crecimiento de 2.2%.
Si bien se espera que continúe incrementándose en el 2025 (3.6%), la incertidumbre empresarial en torno a las próximas elecciones generales interrumpiría esta recuperación en el 2026.
Así, al cierre del año electoral, la inversión privada registraría una caída de 0.8% anual en promedio desde 2022, un ritmo inviable para retomar una senda sostenida de reducción de la pobreza.
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Sectores rezagados
La recuperación de la inversión privada en lo que va del año se observa principalmente en los sectores no mineros, en línea con el incremento de las importaciones de bienes de capital. En infraestructura, destacaron los avances en grandes proyectos como la Línea 2 del Metro de Lima y la ampliación del aeropuerto Jorge Chávez. Asimismo, se incrementaron las inversiones en el sector electricidad, para el mejoramiento y la ampliación de los sistemas de distribución eléctrica.
No obstante, la mejora en el componente no minero ha sido contrarrestada por la caída de la inversión residencial, que acumula ocho trimestres consecutivos en negativo. De manera similar, la inversión minera se contrajo 0.8% en el tercer trimestre, luego de dos trimestres de expansión. Este desempeño contrasta con los altos precios de exportación de minerales, que al tercer trimestre son en promedio 20% mayores que los observados en el 2011.
Para el 2025, se prevé un mayor impulso para la inversión minera con el inicio de la construcción de proyectos mineros como Tía María (US$ 1,400 millones), Zafranal (US$ 1,263 millones) y Pampa del Pongo (US$ 1,781 millones). Sin embargo, existen más de 30 proyectos en la cartera de inversión sin fecha de inicio por un valor de US$ 41 mil millones.
Entre 2004 y 2013, periodo de altos precios de minerales, el crecimiento promedio anual de la inversión minera fue de 39%. La dificultad para lograr tasas similares demuestra el impacto negativo que tiene el deterioro institucional sobre la capacidad del país para atraer inversiones.
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Riesgos electorales
A noviembre, la confianza empresarial recogida por el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) se mantiene en terreno optimista por sexto mes consecutivo, lo que no ocurría desde el periodo entre diciembre del 2018 y mayo del 2019. Los créditos corporativos y a empresas grandes también vienen creciendo entre mayo y octubre, en línea con la disminución de las tasas de interés a este sector empresarial.
Con ello, el IPE estima que la inversión privada habría crecido 3.8% en octubre y proyecta que mantendría un crecimiento similar en lo que resta del año y en el primer semestre del 2025.
Sin embargo, en la segunda mitad del próximo año y en el 2026, el desempeño de la inversión privada estaría dictado por las expectativas respecto del resultado de las elecciones generales. El alto número de candidatos y la fragmentación de las intenciones de voto generarían una alta incertidumbre respecto del próximo mandatario y su agenda económica.
Por ejemplo, en la segunda mitad de los años electorales, la inversión privada suele crecer a menores tasas que en el primer semestre ante el deterioro de la confianza empresarial. En el 2006, 2011 y 2016, el crecimiento de esta variable en el segundo semestre fue entre 1.7 y 6.1 puntos porcentuales (pp.) menor que en el primero. Para el 2026, el IPE estima un ajuste a la baja en la inversión privada de 3.7 pp. durante la segunda mitad del año.
Los riesgos electorales también inciden sobre la salida de capitales de corto plazo. Así, en los últimos tres periodos electorales, salieron capitales equivalentes en promedio a 1.6% del PBI, más de dos veces la salida promedio en el resto de los años (0.6%).
Estas presentan una alta variabilidad: mientras que durante las elecciones del 2016 salieron capitales equivalentes al 0.1% del PBI, en el 2021 esta salida fue de 7.2% del PBI, ejerciendo además presiones al alza sobre el tipo de cambio.
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Deterioro institucional
El continuo deterioro en la gestión de las cuentas nacionales causaría que el déficit fiscal cierre el año en 3.8% del PBI, según estimaciones del IPE, excediendo la regla fiscal (2.8%) por segundo año consecutivo. Además, las reglas fiscales vigentes también se incumplirían en el 2025 y 2026 ante las persistentes presiones de gasto y menores ingresos fiscales tras la moderación en los precios de los metales.
El desgaste de la institucionalidad fiscal incrementa el riesgo de una nueva rebaja de la calificación crediticia de Perú y la pérdida del grado de inversión, lo que incrementaría el riesgo soberano y reduciría el atractivo del país como destino para la inversión extranjera. A la fecha, nuestra calificación crediticia se encuentra a solo una rebaja de perder el grado de inversión, según S&P, y a dos y tres rebajas según Fitch Ratings y Moody’s, respectivamente.
La experiencia colombiana sirve para aproximar un escenario para el Perú. Aquel país perdió el grado de inversión según las calificadoras S&P y Fitch Ratings en mayo y julio de 2021, pero lo mantuvo según la evaluación de Moody’s. Como consecuencia, el índice EMBIG del país, que refleja el riesgo soberano, se elevó hasta el nivel promedio de países emergentes. Si lo mismo le ocurriese al Perú, el índice EMBIG podría casi duplicarse, al pasar de 155 a 299 puntos básicos con los datos a noviembre último, encareciendo considerablemente cualquier endeudamiento futuro del Estado y las empresas privadas.
A pesar de que la inversión privada ha venido recuperándose lentamente en lo que va del año, su desempeño en el 2025 y 2026 estará marcado por la incertidumbre electoral. Para evitar que este escenario se agrave, es imperativo que las autoridades vigentes y las que sean electas generen un entorno propicio para la inversión privada y sean responsables en el manejo de las cuentas fiscales. Solo de esa forma se podrá activar el círculo virtuoso de una mayor inversión que permita mayor crecimiento, empleo de calidad, mejores ingresos y reducción de la pobreza.
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Alonso Macedo, Economista del IPE
Mientras que el precio de nuestra canasta de exportaciones mineras alcanza máximos históricos, la inversión minera crece a tasas inferiores a la prepandemia. Esta disociación evidencia que el desarrollo de nuevos proyectos se ve limitado por factores domésticos como la inestabilidad política y el deterioro institucional. Se deben generar las condiciones para que el Perú pueda aprovechar estos vientos externos favorables para crecer a una tasa superior al 4% y recuperar una senda de reducción firme de la pobreza.
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