En los últimos 200 años, América Latina, como muchas regiones, ha sido testigo de un aumento dramático en sus indicadores económicos y sociales. En el año 1800 muchos países en la región tenían una expectativa de vida de 30 años aproximadamente y un PBI de solo US$ 750.
Hoy en día, la expectativa de vida en muchos países en América Latina es de 75 años, un aumento significativo de 150%, influenciado fuertemente por mejoras en la mortalidad infantil. Desde una perspectiva económica, actualmente muchos países tienen un PBI per cápita de más de US$ 5,000 y muchos han superado el umbral de US$ 10,000 (PPA ajustado por inflación).
A pesar de este avance, nuestra región aún enfrenta serios problemas sociales. Hoy en día, 220 millones de personas viven diariamente con un ingreso per cápita de apenas US$ 4 por día. Según un estudio del PNUD, de los 15 países más desiguales del mundo, 10 son de América Latina. De las 130 millones de familias viviendo en áreas urbanas, 34 millones de éstas viven en viviendas inadecuadas, un problema que para solucionarlo demandaría mas de US$ 300,000 millones, u 8% del PBI de la región.
A su vez, los gastos públicos de la región han alcanzado picos históricos y su aumento enfrenta serias limitaciones políticas. América Latina vio el gasto público total pasar del 25% al 29.2% del PBI y la proporción de gastos sociales, frente al aumento del gasto público total de un 50% a un asombroso 65.9% entre 1992 y 2011, según el gráfico a continuación.
Por lo tanto, solo los gobiernos – que están cada vez más restringidos – no pueden solucionar estos retos, como sostener el crecimiento inclusivo a largo plazo y desarrollar los futuros empleos y talentos de la región, que son dos de los Retos Globales del Foro Económico Mundial. Dadas las limitaciones presupuestarias y las restricciones políticas, los gobiernos necesitan el apoyo del sector privado para superar estos problemas.
Sin embargo, las empresas tradicionales que maximizan sus ganancias no podrán solucionar los problemas más importantes de la región. Se necesita un nuevo enfoque. El modelo de capitalismo que elegimos ha creado un mundo donde las 85 personas más ricas del mundo tienen tanta riqueza como la suma de los 3,500 millones del escalón más bajo. Muchas de las personas más pobres viven en América Latina.
Los intentos de crear un capitalismo más inclusivo y sostenible ha llevado al desarrollo de innovación social, respaldado por la supuesta inversión de impacto; inversiones caracterizadas por la búsqueda de impacto social y/o ambiental más allá de la rentabilidad financiera. Aunque a veces se refieren a esto como una nueva clase de activos, la inversión de impactos es realmente una nueva forma de hacer negocios, una que introduce una tercera dimensión – el impacto social – al modelo tradicional de riesgo y rentabilidad.
América Latina ha producido importantes innovaciones sociales en estos últimos años, que fueron desarrolladas por emprendedores creativos y respaldadas por fondos de inversión de impacto. De los 50 fondos resaltados en el ranking Impact Assets 50, 13 están concentrados geográficamente en América Latina e invierten en áreas como vivienda, educación, salud, servicios financieros asequibles y en el desarrollo de pequeños negocios.
Un buen ejemplo de una tecnología innovadora que podría causar un gran impacto social es la empresa Miroculus, que está desarrollando una tecnología para la detección precoz del cáncer que podría ser más barata, mejor y más inteligente que métodos existentes. El co-fundador, Jorge Soto, se inspiró en su tía, que recibió el diagnóstico de un cáncer de pulmón avanzado. Jorge y sus compañeros creen que desarrollaron una tecnología que puede detectar algunos tipos de cáncer específicos en sólo 60 minutos y utilizando un smartphone. Vea el vídeo inspirador de Jorge en TED Talk aquí.
Otra empresa latinoamericana nueva, Semtive, está reinventando cómo la población consume y genera energía, tras haber desarrollado una micro Turbina Eólica Vertical para poblaciones urbanas en mercados emergentes. Semtive se imagina un mundo con energía descentralizada, y su micro turbina permite que las familias reduzcan sus gastos y a la vez utilicen una fuente renovable. Aunque es una empresa nueva supuestamente "latina", Semtive ya exporta a la India, Bangladesh, Paquistán, Emiratos Árabes Unidos e Israel, como también a muchos países de América Latina.
Otra historia que me inspira es la de la empresa de tecnología y salud, MagnaMed, cuya misión es salvar vidas a través de dispositivos médicos innovadores. Sus dispositivos de cuidados intensivos son radicalmente más accesibles (40% más baratos), tienen más características, duración y tres veces más batería que las mejores tecnologías norteamericanas y europeas. Los emprendedores – nacidos en Brasil, hijos de inmigrantes japoneses – soñaban con causar un impacto global y ahora exportan a 35 países y tienen un alcance de 1 millón de personas cada año.
Estos pocos ejemplos nos hacen creer que América Latina tiene el poder y las personas necesarias para solucionar sus propios problemas. Una lección clave que aprendí siendo un inversor de impacto en empresas innovadoras e impactantes como las que describí es que el impacto más fuerte viene cuando uno une su más profunda pasión, su mejor talento y un modelo de negocios escalable que puede solucionar algunos de los mayores problemas del mundo.
Es inspirador pensar en todo lo que podría hacer una población de 525 millones de personas en América Latina si pudiéramos aunar nuestras capacidades y pasión para crear soluciones para superar los mayores retos del mundo.
Este blog es parte de una serie de artículos publicados antes del Foro Económico Mundial sobre América Latina 2016, que tendrá lugar del 16 al 17 de junio en Medellín, Colombia.
Sobre el autor: Antonio Ermirio de Moraes Neto es co-fundador de Vox Capital, un fondo de inversión de impacto de América Latina líder en su mercado.