Para el exministro de Hacienda de Chile, Ignacio Briones, los países como el Perú deben poner al crecimiento económico en el centro para lo cual es fundamental la creación de consensos y contar una sólida institucionalidad política. En el marco de su participación en CADE 2022, el también político charló con Gestión sobre las claves para conseguirlo.
¿En CADE, participará en el panel sobre las lecciones para que el Estado funcione. ¿Cuál es la clave para que un estado como el peruano funcione?
Hay que entender primero que el Estado es un “bicho” muy grande; un ente que tiene muchas aristas por las cuales entrarle y no es nada fácil, por lo que la primera palabra es paciencia, pero también decisión. Es fundamental tener estados que funcionen porque al final el estado está al servicio de los ciudadanos. Sin un estado no hay ninguna economía que pueda funcionar correctamente y llegar con prestaciones sociales. Hay muchas áreas que se pueden tocar, pero el problema es la puesta en práctica, cómo rompes el bloqueo de los grupos de interés que se oponen al cambio porque acá hay sectores muy cómodos con el status quo, particularmente dentro del Estado.
La clave es: primero entender que el estado tiene que estar al servicio de la ciudadanía en un sentido amplio, que eso implica medir las cosas que hace el estado, y que esas evaluaciones tengan consecuencias respecto a los servicios que realiza el estado. El foco tiene que estar también en el empleo público, que tiene que ser un empleo de excelencia que no esté capturado políticamente, que los cargos por mérito, por capacidad que no se muevan cuando cambian los gobiernos de turno. La última cuestión que remarcaría es tener un estado que sea tremendamente transparente, abierto a la ciudadanía. Que cada sol o peso que se gaste tiene que ser explicado a la ciudanía.
¿Por la pandemia es más difícil la puesta en práctica de la teoría de un “buen Estado”?
Es muy difícil porque siento que tenemos estados bien precarios. En Chile tenemos un Estado que en varias áreas funciona bien, sobre todo en la parte regulatoria, de regulación económica... Tenemos entidades, superintendencias de muy bien nivel. Pero hay una serie de servicios públicos que llegan a los ciudadanos y que funcionan muy muy mal, capturados por grupos de interés y que requieren un cambio muy relevante. Con el Perú compartimos una fortaleza: la institucionalidad económica. Hay una institucionalidad fiscal muy robusta y una regla fiscal que le ha permitido tener las puertas económicas abiertas y eso hay que cuidarlo como hueso santo.
¿Qué desafíos ve a nivel local?
El Perú tiene desafíos aún mayores y es parte de lo que voy a hablar en mi presentación. A mí me cuesta dimensionar cómo el Perú puede tener un Estado que pueda funcionar cuando es un país que tiene un 75% de informalidad.
Ha asegurado que el un estado con ese nivel de informalidad no es Estado.
Es imposible que funcione por la sencilla razón de que el Estado lo que hace es recaudar recursos a través de los impuestos de todas las personas que por sus ingresos y sus actividades están llamadas a contribuir. Y esa regulación solo puede ser desde el ámbito formal, el que es informal no existe para efectos del Estado, no aporta para la Seguridad Social, no contribuye con impuestos aun cuando tenga las rentas para hacerlo. Y cuando se tiene un 75% de informalidad pasa algo muy obvio que le cargas la mano al 25% que es formal. Hasta un nivel tal que le vas a hacer la carga tributaria tan alta que el incentivo de esa persona es a salirse de la informalidad, es como un “efecto bola de nieve”.
El segundo punto es que cuando uno habla de los desafíos que tienen nuestros países, es combinar una economía que crezca, sea pujante y que tenga incentivos para la inversión. Para que sea legitimada el país tiene que tener una cierta cohesión social, tiene que haber una percepción de que esos beneficios llegan a las personas y eso cuesta plata: significa buena educación, buena salud, buenas pensiones y cuesta dinero. Cuando tienes a 75 de cada 100 personas que no aportan es imposible financiar buena educación, buena salud y tener buenas pensiones y esos problemas al final del día te van a explotar. No es casualidad que el Perú recaude un 15% del PBI en impuestos, que es bajo. Pero no es bajo con respecto a aquellos que contribuyen, la carga no es menor. La tasa corporativa es el mejor ejemplo, porque es del 29.5% y el promedio de la OCDE es 22.8%.
¿Cómo se amplía la base? Siempre se asegura que se debe crear incentivos pero hasta ahora no se ha logrado. Es más, se ha retrocedido.
Hernando de Soto tiene un punto muy justo que es que la informalidad es huevo o gallina, porque de alguna manera la informalidad también es una forma de bypassear a un estado que no funciona. Si el estado no llega con las prestaciones que yo quiero, ¿por qué voy a contribuir? Un estado que no funciona es el que me hace la vida imposible para emprender formalmente. Por otro lado, con una informalidad tan grande es imposible que el estado funcione. Lo que se puede hacer es tener el tema en el centro de la agenda, entendiendo que si no se aborda esto en algún momento esto va a explotar. Segundo, creo que el empresariado tiene un papel importante, no puede esperar a que el Estado -con los problemas que tiene y con la política que hay- dé el puntapié inicial. El empresariado formal puede tomar la batuta e iniciar una agenda gremial señalando que es prioridad del país, que se va a exigir a toda su cadena de proveedores que sean formales. El primer eslabón de la cadena impacta en los restantes. Tercero, con esta acción se legitima una mirada país que permite instaurar un canal más formal con el gobierno que sea, una institucionalidad permanente que puede ser un Consejo Económico y Social independiente del gobierno, con estado, empresas y trabajadores para poner este tema en el centro y tienes que generar incentivos a la formalización. En el ámbito empresarial, por ejemplo, a las pequeñas y medianas empresas invitarlas a ser formales, hacerles la vida fácil y que no deban deambular en un sinfín de permisos, costosos e inabordables para ser formal.
Ha mencionado la importancia de promover la inversión. En el Perú la inversión privada está deprimida, ¿existe alguna forma para que activarla?
La inversión es de las cosas más sensibles a las expectativas futuras. Cuando la cosa política y económica está desordenada visualizo más riesgo y, por lo tanto, inversiones que se hubieran realizado con un retorno razonable dejan de hacerse. De nuevo, aunque suene obvio poner el crecimiento económico en el centro es fundamental; y siento que en Chile a veces se nos ha olvidado. Nuestro éxito tuvo que ver con una palanca de crecimiento importante y en algún momento esto pasó a ser como una palabra pecaminosa y lo cierto es que sin crecimiento el resto no existe. Dos, soy un convencido de que en el caso peruano -y es un tema difícil de solucionar- el gran desafío es que debe tener una institucionalidad del sistema político que disminuya la fragmentación. Hay un sistema fragmentado y es imposible gobernar, quién quiera gobernar se da con la imposibilidad de llegar a acuerdos y llevar a cabo las reformas económicas proinversión que los países necesitan para avanzar en el largo plazo. El Perú ha tenido y sigue teniendo buenos resultados económicos comparados con la región, pero eso en algún momento se va a acabar, hay un problema estructural que hay que abordarlo con una reforma a largo plazo.
LEA TAMBIÉN: CADE Ejecutivos 2022: Empresarios cuestionan crisis peruana y anuncian acciones
¿A quién le corresponde poner al crecimiento económico en el centro?
A todos: las empresas, las instituciones políticas y al estado. Por eso es un cóctel difícil, el equilibrio es endógeno y cada parte depende de la acción del otro. En primer lugar, es valioso -que se ve en países que admiramos como Australia, Irlanda, en otros- una figura que ha funcionado son los Consejos Económicos y Sociales para abordar estos desafíos a nivel país. Eso te permite pasar de un gobierno a otro con una agenda que al final del día es beneficiosa porque es continua. Pero en el largo plazo lo fundamental es tener un sistema político que funcione. Esto es igual que en el fútbol. El tipo de juego que vemos en una cancha responde a las reglas y un fútbol sin árbitro se convierte en una montonera. Las reglas definen el comportamiento de los actores en la política y hay que pensar cómo tener reglas políticas y electorales que hagan que tengamos menos actores políticos, más disciplinados -que faciliten los acuerdos- y con una mirada al largo plazo.
Hasta el pilar de la institucionalidad económica que menciona se puede tambalear si la institucionalidad del estado. ¿ve riesgos de que las fortalezas económicas dejen de proteger?
Por supuesto. Mira el caso de Chile, tuvo dos décadas de progreso económico y social notable y a pesar de todo tenemos este malestar que derivó en masivas manifestaciones y mucha violencia. Muchos se preguntan ¿qué pasó en Chile si era el ejemplo a seguir? Como todas las cosas no admite una solución fácil, los fenómenos sociales son muy complejos y son multifactoriales pero sabemos de algunas cosas que hay detrás. Sabemos que hay un malestar respecto a la inequidad de oportunidades, no tanto de desigualdad de ingresos y eso tiene que ver con una educación que pareje la cancha y con una buena salud y pensiones. Son temas que dependen de alguna manera del accionar el Estado. Hay una ciudadanía que está acumulando un sentimiento antiempresarial muy fuerte en varias áreas. El mercado se fue deslegitimizando por malas prácticas empresariales, corrupciones, eventos anticompetitivos y una cierta pasividad de la empresa para mostrar lo que hacían, más allá de que les vaya bien, mostrar que agregan valor..
En Chile se instala la idea del “extractivismo” como algo fatal, algo pecaminoso, como si la minera fuera a levantar una piedra y sale el cobre, cuando sabemos que la minería incorpora una cantidad de tecnología impresionante y una ingeniería de alto nivel. Nadie sabe eso porque las empresas no lo muestran. Las empresas deben salir de su zona y jugársela y mostrar el valor que agregan. El tercer elemento tiene que ver con esa sensación de abuso y no es solo al respecto al sector privado. Tres de cuatro chilenos se sienten discriminados por el Estado, por las prestaciones que reciben en materia de salud, de empleo, entre otras cosas, pero no por el nivel -no somos Suiza- pero sí con una preocupación por el ciudadano y eso puede hacerse haciendo las reformas del estado, cambiando las reglas... Es un compuesto de cosas que hay que abordar porque tengo claro que mantener el status quo es una bomba de tiempo. Puedes crecer al 2.5% y luego al 4% o 5% pero esta cuestión en algún momento se apaga. Los líderes deben anticiparse el cambio.
La reforma de pensiones en Chile está en agenda. ¿Es un debate que se puede trasladar a Perú?
El debate de pensiones en Chile se viene arrancando 10 años; hemos intentado dos reformas y me tocó fracasar en una. Ahora es el tercer intento y está difícil. Eso refleja las fallas del sistema político, que ha estado muy fragmentado -con 20 partidos en el Congreso- que dificulta llegar a acuerdos. La ciudadanía lo único que ve son a unos señores peleando y eso es fatal para la confianza de las instituciones políticas. Es un tema que va a llegar acá, no me cabe duda, porque la vejez es algo que nos toca a todo y todos esperamos tener una vejez con cierta dignidad. El problema del Perú es mucho más serio porque con la base de informalidad que tienen es imposible asegurar buenas pensiones. Siempre les van a mirar el promedio y este va a ser construido con un 75% de peruanos que tienen 0 cotización y un 25% con una tasa razonable. El promedio va a ser bajo y se va a decir que las pensiones en Perú son miserables y la culpa es de las AFP que se roban la plata. La única manera de atajar eso es ir haciendo una dirección en la que todos los peruanos vayan contribuyendo a sus pensiones y eso implica atacar la informalidad y si no lo hacen siempre nos vamos a encontrar contra un muro.
¿Es un momento especialmente duro para ser ministro de Hacienda?
Está difícil, pero el escenario está un poco más calmado. En la pandemia todo era una emergencia, con un incendio y exigencia de la ciudadanía constante. Pero ahora está difícil porque hay recesión a la vista, inflación alta y menos recursos.