Datos a mirar con alarma. Si bien el Perú se mantiene en el ranking del Índice Global del Hambre (IGH) en el puesto 38 de 121 países, su resultado demuestra un retroceso de diez años con una puntuación de 17.7 similar a la que se registró en el 2012. La situación es particularmente crítica en siete regiones con una puntuación superior a 20 catalogada como “grave”.
William Campbell, director de la Fundación Ayuda en Acción, explicó que el resultado del 2022 implica que el Perú ha empeorado en consumo de calorías; desnutrición crónica y aguda, así como en mortalidad infantil en menores de cinco años.
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“Han pasado diez años y no hemos mejorado, sino que hemos empeorado y los logros que se obtuvo prácticamente se han ido al tacho por la crisis política, la falta de fertilizantes. En realidad, por las continuas crisis que están generando más desnutrición crónica, mortalidad infantil y menos consumos de alimentos”, afirmó.
“Estamos estancados a nivel del hambre”, subrayó a Gestión.
Ica, Lambayeque, Madre de Dios, San Martín, Tacna y Moquegua aparecen como las regiones con menor incidencia de hambre en el país, por diversas razones, es decir, con una puntuación por debajo de 20 que implica una posición mejor.
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Ello se explica -refirió el especialista- por el boom de la agroexportación, fortalecimiento de la producción agroindustrial, desarrollo económico o el potencial minero.
Una situación adversa y totalmente distinta es la de siete regiones cuya puntuación es mayor a 20 catalogadas como “grave”. Estas son Apurímac, Huancavelica, Ayacucho, Loreto, Huánuco, Puno y Ucayali. (Ver cuadro)
“Estas regiones están en situación grave. En cada uno de estos departamentos vemos un constante deterioro de la situación del hambre, lo que no es solo un arrastre de la pandemia sino también a la ausencia de políticas públicas que hayan promovido el desarrollo y enfrentado esta situación”, apuntó.
Lo que se viene hacia adelante para el especialista es particularmente preocupante debido a que -anotó- no hay visos de enfrentar la emergencia alimentaria que puede acabar en una crisis.
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“Lo que tenemos es que el próximo año, en el mejor escenario se mantenga y en el peor, que empeoré. Si bien el presupuesto del 2023 muestra incrementos en determinadas partidas, no necesariamente son partidas que aborden la falta de hambre. ¿Dónde está el presupuesto del Midis para las ollas comunes?, ¿dónde están los programas o los planes para mejora la alimentación de estas 7 regiones con altos índices de desnutrición? No los conocemos”, apuntó.
“Hay situaciones que nos hacen ver un panorama sombrío y complicado en el que hay que tomar decisiones inmediatas. Con mucha preocupación vemos que ello no va a pasar el 2023 por la coyuntura política que atravesamos y el ingreso de nuevas autoridades regionales”, argumentó.
Otro punto que muestra el IGH es la situación de Lima, que si bien no está “grave”, si muestra vulnerabilidad a la falta de alimentos debido a la extendida informalidad laboral de su población económicamente activa, agudizada por la migración venezolana.
“Con la llegada de la pandemia, evidentemente los ingresos se paralizaron generando impactos directos en la economía familiar y la seguridad alimentaria de sus miembros. Esta fragilidad laboral sigue condicionando la recuperación económica y alimentaria”, puntualizó.
El Índice Global del Hambre en el Perú (IGH) -que se elabora desde el 2006- fue presentado por las organizaciones miembros de la red Alliance2015. Estas son Fundación Ayuda en Acción, Cesvi Fondazione Onlus, HELVETAS Swiss Intercooperation y Welthungerhilfe