En un desierto azotado por el viento al suroeste de Buenos Aires, tubos de acero negro del tamaño de un autobús escolar se extienden en línea hacia el horizonte. La escena es la señal más clara de que uno de los mayores yacimientos de shale del mundo tiene por fin la oportunidad de cumplir sus promesas.
Los trabajadores de la formación Vaca Muerta están construyendo un gasoducto de 573 kilómetros que transportará gas natural desde el remoto norte de la Patagonia hasta las ciudades y centros industriales del este de Argentina.
El proyecto, junto con la ampliación prevista de un gasoducto en la misma zona, ayudará a aliviar los cuellos de botella que han asfixiado la producción de los combustibles fósiles que el país necesita desesperadamente para apuntalar su economía.
Aunque en los últimos años la industria energética argentina ha tenido bastantes falsos amaneceres, la construcción del gasoducto representa un avance irrefutable hacia un objetivo muy perseguido: reducir la dependencia del país de las importaciones de combustible y, tal vez, recuperar el estatus que tenía hace 20 años como un exportador de energía clave a nivel global.
El progreso en Vaca Muerta se produce mientras la producción de shale de Estados Unidos aumenta a un ritmo más lento, la guerra en Ucrania perturba el mercado mundial del gas y los centros mundiales de crecimiento de la producción de petróleo se desplazan a Sudamérica, incluyendo Guyana y Brasil.
“Se están tomando las medidas críticas: no faltará ninguna pieza de infraestructura para sostener el crecimiento de Vaca Muerta a corto y medio plazo”, dijo Marcelo de Assis, investigador del sector de petróleo y gas de Wood Mackenzie en Río de Janeiro.
“Pero sigue habiendo riesgos sobre el terreno. Los topes de precios son una política para los ciclos electorales, pero los perforadores necesitan estabilidad a largo plazo, y los controles de capital son asesinos”, agregó.
Una mañana del año pasado, en Vaca Muerta, obreros soldaban tubos de acero gigantes y excavaban trozos de tierra arenosa para trazar la ruta que seguirá el gasoducto, llamado Presidente Néstor Kirchner en honor al exmandatario. En muchos sentidos, es el primer gran gasoducto de Argentina en décadas.
El gasoducto es, en gran parte, un producto del actual Gobierno de izquierda de Argentina, encabezado por el presidente Alberto Fernández. Fernández, que enfrenta elecciones este año, fijó los precios del petróleo muy por encima de los niveles del mercado en 2020 para evitar diezmar la producción de Vaca Muerta durante el desplome de los precios provocado por la pandemia.
Aunque el Gobierno anterior favorable al mercado, encabezado por Mauricio Macri, ayudó a reducir la dependencia del país de las importaciones de gas, la energía renovable fue el mayor foco de atención.
El desarrollador del gasoducto, la empresa estatal Energía Argentina SA, prevé tenerlo listo para el 20 de junio, día en que se celebra el Día de la Bandera. Coincidencia o no, la puesta en marcha del gasoducto promete ser una especie de vuelta triunfal tras años de contratiempos, como la pandemia y acusaciones de corrupción, por no mencionar una situación que casi llevó al default de la deuda de YPF SA, la petrolera estatal argentina.
La importancia de la obra no pasa desapercibida para los miles de trabajadores. “Se siente la magnitud”, afirma José Ibarra, jefe de obra, mientras observa la extensión de matorral desértico desde detrás de unos lentes de sol. “Se siente que están todos detrás de esto”.
Es una carrera contrarreloj, ya que el 20 de junio cae al comienzo del invierno argentino, cuando se dispara la demanda de gas. El Gobierno, apostando por que el gasoducto se termine en la fecha prevista, ha encargado solo 30 cargamentos de gas natural licuado para los próximos meses, 11 menos que el año pasado.
Cualquier retraso que obligue a realizar importaciones adicionales mermaría los valiosos fondos públicos, un paso en falso embarazoso después de que los funcionarios utilizaran los ahorros del GNL para una recompra de bonos soberanos.
Cumplir el plazo es una tarea enrome, se mire por donde se mire. “Estamos confiados, pero hay cosas que no dependen de nosotros”, dijo Damián Mindlin, director de Sacde, una de las empresas constructoras del gasoducto.
La producción de gas natural de Argentina alcanzó los 140 millones de metros cúbicos al día el invierno pasado y el nuevo gasoducto proporcionaría 21 millones más de capacidad de transporte, lo que permitiría a los perforadores de shale aumentar sus operaciones.
Con el tiempo, según la lógica, exportarían a la nación vecina Brasil por tierra y al resto del mundo por mar en forma de cargamentos de GNL. En comparación, el Pérmico bombea unos 22,000 millones de pies cúbicos al día.
Aunque Argentina no cuenta aún con ninguna terminal de exportación de GNL, la empresa tejana Excelerate Energy LP y Transportadora de Gas del Sur SA decidirán en las próximas semanas si construyen una a pequeña escala. YPF y Petroliam Nasional Bhd. de Malasia estudian la viabilidad de una instalación mayor.
En cuanto a las exportaciones a Brasil, dependen de que Argentina consiga que los prestamistas financien un tramo adicional del gasoducto Néstor Kirchner. Eso no es seguro: los problemas de Argentina la mantienen en gran medida fuera de los mercados internacionales de crédito, y está pagando la primera sección con ingresos fiscales, incluido un impuesto único sobre la riqueza implementado durante la pandemia. Cada tramo costaría unos US$ 2,500 millones, hasta un total de US$ 5,000 millones.
La producción de petróleo de Vaca Muerta, por su parte, también está lista para recibir un impulso. Oldelval SA, que transporta la mayor parte del suministro de la región, y la empresa de almacenamiento Oiltanking Ebytem SA tienen previsto duplicar su capacidad después de que el Gobierno renovara sus licencias de explotación el año pasado.
El momento es favorable: con el pico de demanda de petróleo aún lejos y la producción de shale de Estados Unidos creciendo lentamente, se ha abierto una ventana de oportunidad para Vaca Muerta, ya que hay pocos suministros adicionales más allá de la OPEP que puedan llegar pronto al mercado.
Años de aumento de la eficiencia en Vaca Muerta significan que algunos perforadores de crudo pueden llegar al punto de equilibrio en US$30 por barril. Eso los pondría al mismo nivel que sus rivales de shale en Estados Unidos.
“Con estos planes de los oleoductos, llegamos bien al millón de barriles para 2030 en Vaca Muerta”, dijo Omar Gutiérrez, gobernador de Neuquén, la provincia con la mayor parte de Vaca Muerta. Alrededor de la mitad de esa cantidad podría enviarse a compradores internacionales, según Gutiérrez.
A fines del año pasado, la cuenca de Neuquén, una aproximación de Vaca Muerta, producía un récord de 373,000 barriles diarios, casi dos tercios de todo el petróleo de Argentina.
Pero una década después de que sus enormes reservas de petróleo y gas atrajeran a empresas de la talla de Chevron Corp. y Shell Plc, la producción de Vaca Muerta sigue sin acercarse al suministro de la Cuenca Pérmica de Texas Occidental, el yacimiento de shale más prolífico del mundo.
Oldelval, cuyos mayores accionistas son YPF, Exxon Mobil Corp. y Chevron, ya ha subastado el espacio extra a los perforadores de shale, algunos de los cuales —en una clara señal de la escasez de transporte— han recurrido incluso a llevar el petróleo no convencional, el llamado shale oil, a la costa atlántica en camiones.
Los incentivos del Gobierno están facilitando la venta de bonos para financiar la ampliación de los oleoductos en medio del pésimo clima crediticio de Argentina. Pero la intervención es un arma de doble filo para los perforadores.
El Gobierno argentino mantiene artificialmente bajos los precios de los combustibles para proteger a los consumidores, lo que a menudo perjudica a los productores. Los controles de divisas, implementados para defender el peso, dificultan a los perforadores del país la obtención de los dólares estadounidenses que necesitan para comprar equipos.
Y las refinerías locales tienen derecho de tanteo para comprar petróleo que, de otro modo, podría alcanzar precios más altos en el extranjero, un obstáculo para los contratos de exportación a largo plazo. Este tipo de medidas han sido importantes obstáculos para el desarrollo de Vaca Muerta.
Sin embargo, Miguel Galuccio, presidente de Vista Energy, uno de los tres mayores productores de crudo de la zona de shale, afirma que esta vez podría ser diferente.
“El avance de los proyectos de gasoductos es clave para atraer más inversiones y convertir a Argentina en un importante exportador de energía”, afirma Galuccio.