La isla de Barrow, frente a Australia Occidental, es un lugar inverosímil para marcar lo que será la cota máxima de la arrogancia de las grandes petroleras internacionales (IOC). Se trata de una reserva natural cuyas especies —bandicuts y ualabíes, entre otras— han vivido libres de depredadores. Una pequeña porción de la isla alberga uno de los complejos de gas natural licuado (GNL) más grandes del mundo, llamado Gorgon, compartido por Chevron (47%), ExxonMobil (25%) y Royal Dutch Shell (25%). Su historia está llena de reveses.
Su construcción costó US$ 54,000 millones, US$ 20,000 por encima del presupuesto original. Ello se debió en parte al encarecimiento de mano de obra y materiales producto de inversiones en GNL por US$ 200,000 millones en Australia la década pasada. Desde que inició operaciones, el 2016, ha enfrentado interrupciones imprevistas, sus declaraciones de impuestos indican que aún no obtiene ganancias y su incapacidad de capturar el 80% del dióxido de carbono generado por sus reservorios de gas, ha puesto en entredicho sus compromisos ambientales.
Pese a ello, las IOC creen que aunque la demanda por petróleo dejará de aumentar ante el mayor uso de combustibles limpios, el consumo de GNL seguirá creciendo durante décadas, especialmente en Asia. La fuerte subida de su precio en meses recientes, debido a una mayor demanda de China, ha avivado esas esperanzas. Sin embargo, esa apuesta choca con la realidad: se está volviendo más difícil para las IOC obtener participación controladora en nuevos megaproyectos y hasta los que pueden desarrollar presentan riesgos crecientes.
Su problema inmediato es un cambio en el equilibrio de fuerzas. La abundancia de dinero y el apetito por el riesgo de gigantes como Shell, ExxonMobil y TotalEnergies solía ser esencial para afrontar los retos de construir plantas de GNL en lugares inhóspitos. Pero ahora, gigantes petroleras estatales de Catar y Rusia —donde su ubican los yacimientos más prometedores— dicen que pueden arreglárselas solas.
Qatar Energy ha asumido el liderazgo en el mayor proyecto de GNL de la historia (US$ 30,000 millones) y las IOC han sido relegadas a competir por participaciones minoritarias, que les otorgarán el derecho de comercializar los mayores volúmenes de gas catarí, que entrarán al mercado a partir de mediados de esta década. Las petroleras chinas también podrían invertir.
Otras oportunidades se han vuelto pesadillas. Un conflicto yihadista en la costa noreste de Mozambique ha paralizado, al menos temporalmente, un proyecto de TotalEnergies por US$ 20,000 millones. Por la misma razón y en el mismo país, un plan de ExxonMobil por US$ 30,000 millones está en el limbo. La compañía lleva años tratando de alcanzar un acuerdo con el Gobierno de Papúa Nueva Guinea para invertir US$ 13,000 millones.
Esto hace que la costa estadounidense del golfo de México sea la zona más probable, fuera de Catar y el Ártico ruso, para suministrar más GNL los próximos cinco años. Pero las operadoras locales pueden proveerse de gas para licuar de productoras de todo Estados Unidos, así como de servicios de ingeniería de constructoras domésticas, lo cual dejaría de brazos cruzados a las IOC. Aunque existe la posibilidad de que construyan algunos proyectos, un cambio estructural en el mercado de GNL les impone un mayor desafío.
Alastair Syme, director gerente de Citigroup Global Markets, explica que durante décadas, las IOC reducían el riesgo de inversiones a largo plazo negociando contratos de 20 a más años con grandes consumidores. Pero una caída en el precio spot del GNL, en la segunda mitad de la década pasada, motivó que los compradores opten por contratos a plazos más cortos o por el mercado al contado. La reciente alza en precios spot podría volver a modificar la tendencia.
Sin embargo, algunos compradores enfrentan tal incertidumbre sobre el futuro del gas natural —por la expansión de las energías renovables— que seguirán renuentes a firmar contratos a largo plazo. Para las IOC, el corolario es que los contratos a plazos más cortos aumentan el riesgo de inversiones en GNL de larga maduración.
Hay una alternativa. Las IOC, en particular europeas, están dejando los megaproyectos y optando por comerciar combustibles de otras productoras. Esto reduce el capital que tienen en activos fijos y combustibles sucios, y contribuye con sus promesas de convertirse en empresas que comercian todo tipo de fuentes de energía en una era de electrificación masiva. Las barreras de entrada son bajas, posibilitando la aparición de potenciales rivales, lo que eleva la incertidumbre.
Las grandes inversiones y la larga maduración de proyectos como Gorgon han hecho del GNL un negocio de auges y caídas. En una era de contratos a plazos cortos, en medio de preguntas asociadas al cambio climático, el futuro no será menos volátil. El mundo ha cambiado desde que Gorgon fue concebido y para las IOC, la gran apuesta en la isla de Barrow podría pertenecer dentro de poco a una época pasada.
Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez
© The Economist Newspaper Ltd, London, 2021