Estas son algunas características comunes de las sectas: estructuras jerárquicas, líderes carismáticos, lealtad de los miembros. Además, ven el mundo como un lugar hostil, tienen un sentido de misión y están llenos de bichos raros. Si esto suena un poco familiar, es porque las empresas comparten muchos de estos rasgos.
Algunas empresas-secta son fáciles de detectar. Sus CEO son más deidades que ejecutivos, poseen el control accionario de la organización y es casi seguro que la fundaron. Los nombres de estos líderes son conocidos por las masas, les encantan los cohetes y tienen un hermano llamado Kimbal.
Pero en otros casos, puede ser complicado distinguir dónde termina una empresa y empieza un culto. Esto es cierto incluso para sus propios empleados. Esta guía práctica le ayudará a discernir si usted labora en un centro de trabajo normal o ha caído en las garras de un grupo mucho más extraño.
Apodos para el personal. Ya no es suficiente con ser empleado de una empresa. Desde googlers y microsofties hasta pinployees y bainies, los apodos para el personal tienen como fin crear un sentido de identidad compartida. Si usted pertenece a una de esas tribus y usa su apodo sin morirse un poco por dentro, podría estar perdiendo su perspectiva de la realidad. Si está en el equipo de Finanzas y es conocido como uno de los apóstoles de la hoja de Excel con tres pestañas, entonces ya la perdió.
Símbolos corporativos. Los uniformes son defendibles en ciertas circunstancias: bomberos, árbitros, el Papa. Lo mismo que alguna mercadería corporativa: una sombrilla, una taza, un diario. Pero es fácil pasarse de la raya. Las señales de alerta incluyen vestir, el fin de semana, una sudadera con la marca de la empresa o lucir siempre un pin de solapa que proclame su fidelidad. Si el estilo corporativo de su empleador incluye un amuleto o cualquier clase de sombrero, eso también es bastante preocupante.
Vigilancia. Es razonable que los ejecutivos quieran saber en qué andan sus trabajadores. Pero no lo es rastrear todos sus movimientos. El uso de software de monitoreo que toma pantallazos de las computadoras de los empleados, reporta qué apps usan o emiten un chillido si un cursor no se ha movido un cierto tiempo, no son herramientas de gestión sino de control mental.
Rituales. Los ritos son fuente de confortamiento y sentido en ámbitos que van desde los deportes hasta la religión y el centro de trabajo no es la excepción. Abundan las empresas que otorgan premios o pines distintivos a empleados privilegiados. Los gerentes de Proyectos se refieren a algunas reuniones como “ceremonias”.
IBM solía tener su propio cancionero (“Nuestra reputación resplandece como una gema”, decía una de sus rimas; en cambio, “¿Por qué diablos tenemos este maldito himno?”, no). Walmart sigue alentando a los trabajadores en sus supermercados a bramar la arenga de la compañía al empezar la jornada. Algo de esto solamente provoca vergüenza ajena, pero se torna siniestro si con regularidad usted entona cánticos corporativos, tiene un gong de escritorio y lo hace sonar, o realiza manualidades con mimbre.
Doctrinas. Más y más empresas abrazan algún propósito superior, y muchas tienen por escrito sus principios rectores. Recientemente, Mark Zuckerberg actualizó el “sistema operativo y cultural” de su compañía –el que, entre otras cosas, insta a los metamates (ver “Apodos para el personal”) a desafiar la física y “Vivir en el futuro”–.
Amazon martillea sus 16 principios de liderazgo tanto a empleados como a postulantes (“Obsesión por el Cliente”, “Pensar en Grande”, “Los Líderes Tienen Razón, Mucha”, etcétera). La cultura corporativa es importante, pero el sentido común no se convierte en un sistema de creencias solo porque se usen letras mayúsculas. Si los valores son tratados como si fuesen textos bíblicos, usted se encuentra dentro del territorio de un culto.
Familia. Algunas empresas ruegan a sus empleados que piensen que su organización es una familia. Podría sonar atractivo. ¿Quién no quiere ser aceptado por lo que es, con defectos y todo? Pero en el mejor de los casos, no es cierto: las empresas deben pagarle por su tiempo y despedirlo si les resulta inservible. En el peor, es una señal de alerta. El 2019, un estudio sobre motivaciones de los soplones halló que la lealtad a una organización está asociada con gente que no reporta conductas antiéticas. Y el rasgo definitorio de las familias es que uno nunca puede dejar de ser parte.
Si ninguna de esas características le resulta conocida, siéntase tranquilo: no está en una secta. Si en su situación reconoce hasta tres apartados de la lista, está en un centro de trabajo normal. Pero si son cuatro o cinco, debería inquietarse pero no entrar en pánico; quizás se deba a que trabaja en tecnología o con estadounidenses, y perder su sentido de identidad podría valer la pena a cambio de recibir opciones sobre acciones de la empresa. Si se reconoce en los seis, necesita un plan de escape y luego, escribir sus memorias.