Controla el banco, el fabricante de alimentos y la cementera más grandes de Colombia. También opera aeropuertos, aseguradoras y cadenas de hamburguesas. Y además, sus empresas constituyen la mitad del índice bursátil.
El Grupo Empresarial Antioqueño, o GEA, con sede en Medellín, se ha convertido en la asociación empresarial más grande e influyente de Colombia durante las últimas cuatro décadas. Su crecimiento se debe, en parte, al uso de un sistema de propiedad cruzada que lo ha impermeabilizado de externos que busquen tomar el control.
Ahora, esa misma estructura amenaza con convertirse en su pesadilla.
Jaime Gilinski, multimillonario del sector bancario que ha logrado mantener un perfil bajo en el país a pesar de ser uno de sus ciudadanos más ricos, encontró una grieta en la armadura corporativa del GEA: con una prima considerable, busca comprar una participación mayoritaria en una empresa que le daría el control de grandes participaciones en las demás debido a la estructura cruzada. La jugada le daría las bases para pujar por la propiedad de los tres miembros más importantes del GEA.
“Esta es, de lejos, la mayor amenaza a la que se ha enfrentado el GEA”, dijo Javier Mejía, economista de Stanford University que ha estudiado la organización. “Es la primera vez que alguien va tras grandes partes del grupo de forma abierta. Las empresas no se lo esperaban”.
La primera parte de la estrategia de Gilinski es persuadir a la mayoría de los inversionistas del fabricante de alimentos Grupo Nutresa SA para que acepten su oferta de US$ 2,200 millones, o US$ 7.71 por acción.
La fecha límite es el 12 de enero. Si Gilinski logra su cometido, también obtendrá control de la participación del 13% que Nutresa posee en el conglomerado financiero Grupo de Inversiones Suramericana SA, y del 9.5% que posee en Grupo Argos SA, que maneja negocios de cemento, energía, aeroportuarios y de infraestructura.
El segundo paso de su estrategia superó un obstáculo importante el 14 de diciembre cuando su oferta para comprar hasta el 31.68% de Sura por US$ 1,200 millones recibió la aprobación de la Superintendencia Financiera de Colombia, según una persona con conocimiento directo de la oferta. Gilinski y su hijo Gabriel no descartan plantear una tercera oferta, por Argos, para así obtener el control de las tres empresas, según una persona con conocimiento directo de la estrategia.
Sura y Argos han dicho que no participarán en la oferta por Nutresa.
Keiretsu
Las ofertas de Gilinski han provocado una fuerte reacción en Medellín, donde los residentes —muchos de ellos accionistas o empleados de las empresas— son muy protectores de las empresas locales. Amigos comparten mensajes de WhatsApp elogiando las virtudes de mantener las empresas como propiedad local.
Un editorial del diario El Colombiano de Medellín advirtió que podría ser el principio del fin de un modelo empresarial “que ha marcado la historia y sido la columna vertebral del progreso de esta región”.
El GEA se formó a fines de la década de 1970 por familias que querían proteger sus negocios de externos, específicamente de personas que no fueran de Medellín. En ese entonces, la amenaza provenía de otras empresas colombianas llenas de efectivo y buscando qué comprar. Entonces, una decena de líderes de Antioquia, el departamento montañoso del que Medellín es la capital, unieron sus fuerzas para defender el “patrimonio industrial”.
A partir de esa alianza, comenzaron a comprar grandes participaciones en las empresas de los demás, similar a la estructura keiretsu empleada por los conglomerados japoneses. En las décadas de 1980 y 1990, en el apogeo del narcotráfico en Medellín, la propiedad cruzada del grupo ayudó a formar una armadura para proteger a sus empresas del dinero narco.
Pocas familias dominaban en las primeras versiones del GEA, pero en las décadas posteriores esa propiedad se ha extendido a miles de descendientes que ya no comparten las mismas prioridades que los fundadores.
“Está atomizado. Ya no hay un puñado de figuras o familias”, dijo Mejía. “Se puede rastrear parte de esto hasta los fundadores, pero ahora hay cientos de ramas de esas familias. Es muy amplio y horizontal”.
Esa dispersión de la propiedad es una de las razones por las que la oferta de Gilinski tiene muchas más posibilidades de éxito que hace unos años.
Otro factor es el bajo desempeño de las empresas. En los cinco años previos a las ofertas públicas de adquisición, las acciones ordinarias de dos de los tres pilares del GEA (Argos y Sura) cayeron más del 30% en términos de moneda local, y las métricas de valoración para los tres estuvieron muy por debajo de sus pares globales. Desde que se anunció la oferta por Nutresa el 10 de noviembre, las acciones han tenido un gran desempeño.
Un tercer componente que da fuerza a la oferta de Gilinski es su estatus en la banca. Dado que Argos y Nutresa tienen participaciones superiores al 10% en Sura, que es una institución financiera, cualquier comprador potencial de cualquiera de las empresas necesitaría la aprobación de los reguladores bancarios. Gilinski no la necesitaría dado que es propietario de Banco GNB Sudameris SA, el séptimo banco más grande del país.
Gilinski, un colombiano de tercera generación descendiente de una familia de emprendedores lituanos, apuesta a que las primas que ofrece, 38% para Nutresa y 27% para Sura, serán suficientes para persuadir a inversionistas y administradoras de fondos de pensiones de vender. Para financiar las transacciones, se ha asociado con la familia real del vehículo de inversión Royal Group de Abu Dabi, como socio de capital, y con First Abu Dhabi Bank para préstamos.
Bajo la estructura que contempla, Royal Group y Gilinski usarán su propio dinero para al menos el 30% de la oferta por Nutresa, y el saldo provendrá de préstamos a largo plazo al multimillonario que se pagaría a través de la participación de Gilinski en los dividendos de la compañía, según la persona con conocimiento directo de la estrategia, que pidió el anonimato. El financiamiento para la oferta por Sura estaría estructurado de manera similar, excepto que Royal Group no contribuiría con capital.
En cuanto al GEA, está claro que su estructura de propiedad cruzada ahora va en contra de sus propios intereses, según Javier Serrano, profesor de finanzas en la Universidad de Los Andes, con sede en Bogotá.
“Se les volvió un talón de Aquiles”, dijo Serrano. “Si no fuera Gilinski, hubiera venido otro fondo privado del exterior que amenazara su control”.