Walt Disney Co. me hizo gastar varios cientos de dólares el fin de semana cuando llevé a mi hijo de cinco años a ver el Rey León en Hamburgo. Pero, al igual que millones de otros clientes encantados, no me molestó desembolsar dicha suma para ver una interpretación conmovedora del Círculo de la vida. Vender optimismo y asombro en un mundo de división e incertidumbre es potencialmente un modelo de negocio brillante. Entonces, ¿por qué Disney se ha vuelto un manojo de nervios?
Bob Chapek fue destituido el domingo como director ejecutivo después de apenas dos años. El famoso gigante de los medios y el entretenimiento se recuperó de la pandemia, pero “Bob C” no logró calmar las preocupaciones de los inversionistas, los inquietos jefes de los estudios y los políticos que acusaron a la compañía de ser demasiado progresista.
El retorno potencial del maestro Bob Iger, cuyo célebre cargo de director ejecutivo por 15 años incluyó las adquisiciones de Pixar, Marvel Entertainment y Lucasfilm, puede ser una solución útil a corto plazo, pero en teoría solo se quedará por dos años. El eventual sucesor de Iger deberá escapar de la sombra de “Bob I” y tomar algunas decisiones impopulares. Es una tarea abrumadora.
Además, la oposición al renombramiento de Iger por parte de Trian Fund Management, del inversionista activista Nelson Peltz, después de construir una participación por un valor superior a US$ 800 millones, según el Wall Street Journal, indica que la armonía no está garantizada.
Chapek tuvo la desgracia de hacerse cargo de Disney en febrero del 2020, justo cuando la pandemia obligó a cerrar sus parques y cines. Supervisó una rápida recuperación y las acciones alcanzaron un récord al año siguiente en medio de la emoción por el rápido crecimiento de su servicio de streaming Disney+.
Pero los mercados son volubles: mientras que en un momento solo les interesaba el crecimiento de los suscriptores, ahora los inversionistas anhelan la rentabilidad. Una pérdida de US$ 1,500 millones registrada por el servicio de streaming en el último trimestre fue tan popular como Scar, el león villano.
Luchas internas de gestión y una serie de meteduras de pata políticas —que van desde la oposición a la ley de identidad de género “Don’t Say Gay” (“no digas gay”) al pago de Scarlett Johansson— se han sumado a la sensación de ir a la deriva. Una gran iniciativa de reducción de costos cimentó la reputación (algo injusta) de Chapek como una persona que le daba mucho énfasis a controlar los gastos en lugar de ser un alma creativa.
El contrato de Chapek se renovó en junio, lo que hizo que su destitución pareciera torpe, pero en otros aspectos, el segundo acto de Iger llega en el momento oportuno. Asume el cargo con el precio de las acciones de Disney en niveles poco exigentes, luego de caer más del 40% este año.
La tan esperada secuela de Avatar finalmente se lanzará el próximo mes y la celebración del centenario de Disney el próximo año seguramente traerá una golpe de nostalgia. También podría encontrar alguna forma sencilla de calmar a los inversionistas, como comprar la participación de un tercio de Comcast Corp. en el servicio de streaming de Hulu.
Pero Iger no puede agitar una varita mágica. Al enfrentarse a una crisis del costo de vida, los clientes pueden eventualmente dar un paso atrás ante los aumentos de precios que Disney está implementando en Disney+ y sus parques temáticos. También es poco probable que las audiencias de los cines se recuperen a los niveles previos a la pandemia. Métricas como los ingresos de taquilla ya no tienen tanta importancia, lo que altera la forma en que se compensa el “talento”.
Aunque Disney tiene un excelente grupo de historias y personajes, el año pasado gastó alrededor de US$ 30,000 millones en contenido para alimentar a la bestia del streaming, en medio de la competencia de rivales acaudalados como Apple Inc., Netflix Inc. y Amazon.com Inc. Sin embargo, no a todo el mundo le entusiasman sus experimentos con las franquicias de Star Wars y Marvel.
Iger puso el dedo en la llaga en setiembre cuando dijo en una conferencia que su industria estaba entrando en una “época de gran ansiedad”, al decir:
Las personas que dirigen estas grandes empresas están ansiosas. Incluso las empresas de streaming están ansiosas. Los inversionistas están ansiosos. Los anunciantes están ansiosos. La comunidad creativa está ansiosa. Los agentes están ansiosos. Todo el mundo está ansioso. Están ansiosos porque esta es una era de gran transformación y todavía hay muchas incógnitas.
Agregaría a su lista la dificultad de satisfacer audiencias internacionales diversas en una era de polarización política y guerras culturales.
El historial y las habilidades diplomáticas de Iger le dan una ventaja inicial para abordar estos desafíos. Sin embargo, reconocerlos es una cosa; resolverlos es otra muy distinta.
Por Chris Bryant