Al cierre de este año, la producción de banano orgánico tendrá una reducción en volumen de aproximadamente un 40% con respecto al 2021. Ello influenciado por factores como el cambio climático, pero sobre todo por el alza de los fertilizantes y abonos que, en algunos casos, se incrementaron incluso en un 100%, advirtió Carlos Ruiz, presidente de la Junta Nacional de Banano (Junaba), institución que representa a casi el 80% de las organizaciones agrarias dedicadas a este negocio.
Junaba agrupa a cerca de 10 cooperativas –cada una con un aproximado de entre 500 y 600 pequeños productores, principalmente, del valle del Chira–, las cuales, en lo que va del año, redujeron sus envíos de 600 mil a cerca de 400 mil cajas de banano orgánico. Sin embargo, la menor producción tampoco afectó la distribución a los mercados destinos, dado los bajos volúmenes de los pedidos y el menor consumo.
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Pero el problema va más allá. Ruiz reiteró que el precio de la fruta se encuentra “congelado desde el 2018″ en los mercados internacionales, siendo solo los productores que exportan con sello de ‘Comercio Justo’ o Fairtrade los que acceden a precios de US$ 12.85 por cada caja de 18 kilogramos de esta fruta; en tanto, que los envíos que no tienen esta certificación se ofertan en el exterior con un valor de incluso US$ 11 por cada caja, según el ofrecimiento del mejor postor.
“La certificación del Comercio Justo permite tener un pequeño respiro en torno a los costos de producción en campo y todo lo que implica el alza de los fertilizantes potásicos, entre otros costos, pero no todos los agricultores cuentan con esto. Son más del 50% de productores que no tienen Fairtrade y que colocan sus productos a precios que no les deja márgenes”, explicó el representante, quien dijo que este producto se abastece a mercados como Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Alemania, Bélgica, Italia, Países Bajos, Francia, entre otros.
¿Por qué mantener el negocio?
Ruiz dijo que ante la difícil situación que afrontan los bananeros han evaluado la posibilidad de migrar a cultivos como el mango o la uva; no obstante, las extensiones de terrenos que tiene cada productor complicarían este desplazamiento.
“Son micro y pequeños productores que tienen entre media y una hectárea cada uno, lo que dificulta el ingreso a nuevos cultivos, pues no se trata de grandes extensiones. Estos terrenos surgen en esas dimensiones, pues las generaciones anteriores se dedicaron a esta actividad y luego heredaron a sus hijos”, anotó.
Otro factor que también influye en la decisión, es el tiempo que tardará el nuevo cultivo hasta lograr estar listo para exportar. “Mientras sucede eso, los productores deben establecer nuevos ingresos económicos, toda vez que se habrá eliminado el banano de la producción”, expresó Ruiz.
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Esta visión es compartida con otros productores. El gerente general de la cooperativa Appbosa, Kelvin Atoche, manifestó en la víspera que, previo a la migración a cualquier producto, se debe analizar las condiciones de los campos, así como la adaptabilidad de los suelos.
En este caso, los frutos que Appbosa observaba con potencial, de manera inicial, eran la pitahaya y la palta. “De decidir ingresar a estos cultivos, las inversiones se harían de forma adicionales al banano, teniendo en cuenta que mientras se cosechan los nuevos productos, los agricultores subsistirían con los ingresos de la fruta orgánica”, señaló en aquel momento.
Pérdidas
La semana pasada, los bananeros dejaron de exportar 150 contenedores como consecuencia del paro de transportistas, el cual provocó el bloqueo de los accesos al puerto de Pisco. De acuerdo a Ruiz, la pérdida estimada es de US$ 3 millones.
“Esperamos que el clima nos ayude y la mitad se pueda todavía colocar en el exterior o sino todo se tendrá que ir para el mercado local”, finalizó.
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