El multimillonario Charles Feeney falleció este lunes 9 de octubre a los 92 años, tras lograr una gran fortuna de US$ 8,000 millones gracias al negocio de los Duty Free.
El magnate estadounidense, nacido en Nueva Jersey, siempre tuvo el sueño de ser multimillonario para poder donarlo todo fuera de los focos y acabar su vida de forma humilde, sin mansiones ni grandes gastos, objetivo que logró, según El Economista.
Finalmente logró su objetivo, pues Feeney murió en su sencillo apartamento alquilado de San Francisco, según ha anunciado su fundación Atlantic Philantropies, tras haber ofrecido a la caridad casi la totalidad de su patrimonio durante el transcurso de su vida, quedándose solo con dos millones para asegurar su jubilación y la de su mujer, Helga.
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Fue hijo de un agente de seguros y una enfermera, combatió en la guerra de Corea para, posteriormente, entrar en la universidad, siendo así el primero de su familia en lograr este hito.
Pudo financiar su entrada en los estudios superiores de la Universidad de Cornell gracias al programa dedicado a los veteranos del ejército. Tras ello, puso su propio negocio dedicado a vender productos a las tropas de EE.UU., una primera experiencia que le serviría para perfilar el gran proyecto que lo catapultó hacia el éxito.
Duty Free, un modelo que perdura
En 1960 Feeney fundó el Duty Free Shoppers (DFS) junto a un compañero de universidad. El modelo de negocio estaba enfocado en la venta minoristas de productos libres de impuestos en los aeropuertos, una fórmula que sigue presente hasta día de hoy.
El éxito inicial en sus tiendas Honolulu y Hong Kong fue completamente inesperado y pronto comenzó a vender alcohol, joyas, perfumes en una auténtica red de tiendas que se expandía año a año a toda velocidad.
Hoy en día hay más de 850 Duty Free repartidos por cinco continentes. Al margen de este negocio, también fue un gran inversor inmobiliario y minorista comprando terrenos en Hawaii, Francia, Canadá y EE.UU.
Tras décadas liderando este proyecto, Feeney decidió vender su participación a LVMH por US$ 1,630 millones para dedicarse al que él quería que fuera el gran proyecto de su vida, ayudar a los demás gastando toda la fortuna que había podido amasar.
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El “James Bond de la filantropía”
En 1982 fundó The Atlantic Philanthropies, su asociación con la que pondría en marcha proyectos humanitarios por todo el mundo. Aunque, a diferencia de la gran mayoría de estas iniciativas, la suya fue totalmente en secreto y sin grandes anuncios.
Los US$ 8,000 millones que el empresario pudo reunir se repartieron por proyectos en Irlanda, la tierra de su familia, Cuba, Sudáfrica, entre otros países.
Sobre el por qué donar toda su fortuna, Feeney explicaba que “no puedo pensar en un uso de la riqueza más gratificante y apropiado que darla mientras uno está vivo, y ayudar de este modo a mejorar la condición humana”.
En 2012, en una entrevista a Forbes cuando le catalogaban como el “James Bond de la filantropía”, por sus donaciones debajo de las pantallas, el empresario se definía afirmando que “soy feliz cuando lo que hago es ayudar a la gente y no necesito más motivos para hacer algo”.