La multinacional Kellogg apuesta por nuevas técnicas, como la agricultura de conservación en el campo, que permitan traer beneficios a sus consumidores, a la tierra y al medioambiente, así como a productores mexicanos de maíz amarillo.
Parte del trabajo de Kellogg comienza con el programa de “Apoyo al Abastecimiento Responsable”, que busca aportar una serie de conocimientos y técnicas a los campesinos mexicanos, al tiempo que impulsa el cuidado de la tierra y de los procesos de producción de maíz amarillo.
Para lograr estos objetivos, la marca de agroalimentación firmó un convenio de colaboración con el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), en el que también se plantean metas de sustentabilidad.
El programa en México prevé, hacia el 2024, reducir en un 10% el uso de agua para el riego en los campos de maíz, alcanzar un 10% de mayor eficiencia en el uso de fertilizantes y disminuir hasta en 25% las emisiones de gases de efecto invernadero.
La iniciativa plantea que en dos años se hayan obtenido 190,000 toneladas de maíz amarillo de forma sustentable y satisfacer la demanda regional de este insumo, con las mejores prácticas agrícolas y trabajo para más de 400 agricultores mexicanos.
“Este plan es parte de una estrategia formativa que el CIMMYT imparte a la agroindustria. Su objetivo es brindar guía y soporte en agricultura de conservación para que, tanto empresas como productores, tomen mejores decisiones e implementen prácticas responsables en materia de medioambiente, desarrollo económico e inclusión social”, comenta en un comunicado Víctor Marroquín, presidente y director general de Kellogg México.
“Con el programa, en Kellogg tenemos la meta de cubrir la demanda regional de maíz amarillo”, añadió.
Una alianza por el campo mexicano
En este proceso, la dupla Kellogg-CIMMYT lleva sesiones de entrenamiento a las comunidades agrícolas, en las que la principal enseñanza es la reducción de la labranza y el uso técnico de una maquinaria más eficiente y menos costosa para el productor y el ambiente.
En este sentido, la agricultura de conservación busca que los campesinos mexicanos hagan una transición en sus parcelas y se conserve la mayor parte de los residuos que dejan los sembradíos después de que se recolecta el maíz amarillo.
Con esta nueva técnica se reduce a la mitad el trabajo que se realiza en las parcelas comunes y disminuye hasta en 70% el consumo de combustibles como el diésel y otros que son más contaminantes con el medioambiente, mientras que en los campos se logra que el producto crezca hasta tres veces más.
Con la agricultura de conservación, se logra un mejor aprovechamiento del agua que se utiliza en el riego y se evita que se dañe o erosione la tierra de siembra, en caso de lluvias fuertes o constantes, a través de una capa que se forma con los residuos de la cosecha anterior, lo que también mitiga las plagas y malezas innecesarias.
“Si llueve fuerte, con este sistema, el suelo es capaz de recibir toda el agua, almacenarla y dejar una reserva para la planta porque cuando cae la gota, cae sobre los restos y sirve de amortiguador matando la inercia, mientras que el suelo sigue poroso, entonces las canaletas del suelo quedan abiertas y consumen y consumen agua, mientras que en el sistema tradicional esto no pasa”, ilustró en un recorrido con Efe, Leonardo Lugo, coordinador técnico del HUB Pacífico Norte (PAGN) del CIMMYT.
Desde el 2017, Kellogg y el CIMMYT han logrado llevar estas técnicas a 6,000 hectáreas en Sinaloa, Culiacán y el Bajío mexicano, donde se ubica Guanajuato, San Luis Potosí, Aguascalientes, Jalisco, y Querétaro, con una superficie equivalente a diez bosques de Chapultepec de la Ciudad de México.