Gracias a su alta calidad y bajos precios, los dispositivos de telecomunicaciones de Huawei son populares en todo el mundo. Pero no en Estados Unidos, donde la gigante china está proscrita debido a (infundados) temores de que podría ser usada por espías en Beijing para escuchar secretamente a estadounidenses.
Pero expulsar a Huawei de ese país –y presionar a aliados como Australia y Reino Unido para que hagan lo mismo– no fue suficiente para el Gobierno de Donald Trump. Al parecer, lo que quiere es que la compañía desaparezca.
El año pasado, el Departamento de Comercio (DOC) prohibió a las empresas estadounidenses venderle a Huawei chips fabricados en Estados Unidos, los cuales vigorizan enormes porciones de la industria global de semiconductores. En mayo pasado, el DOC agregó una regulación que prohíbe a empresas locales y foráneas utilizar maquinaria estadounidense para producir chips en la manufactura de procesadores a la medida para Huawei.
El 17 de agosto, el DOC apretó el nudo aún más –muchos expertos piensan que para siempre–. Su nueva regla prohíbe toda venta de chips a Huawei, hechos a la medida o no, si son producidos con tecnología estadounidense. Esta disposición alcanza a prácticamente todos los fabricantes de chips del mundo, incluidos aquellos en China, cerrando así todos los vacíos legales que sagaces abogados de la industria global de chips habían encontrado en las normas previas.
Debido a la noticia, el precio de la acción de MediaTek, empresa taiwanesa que esperaba venderle componentes genéricos a Huawei, cayó 10%. La nueva regulación entró en vigencia el 20 de agosto. Como consecuencia, la gigante china comenzará a ver reducirse sus reservas de chips, las que estuvo acumulando durante meses y que, probablemente, cuenta con suficientes hasta el 2021, según estima Dan Wang, analista de tecnología de la firma de investigación Gavekal Dragonomics.
Pero sus clientes, entre ellos operadoras europeas de telefonía móvil que usan dispositivos Huawei y necesitan reponer existencias, empezarán a entrar en pánico antes. Aparte de eso, ¿quién se animaría a adquirir nuevos dispositivos de una compañía que podría no estar en capacidad de cumplir las órdenes de compra?
Las opciones de Huawei son limitadas. Podría acudir a los tribunales para demandar que las acciones del DOC contravienen las propias leyes estadounidenses, pero ya tiene dos juicios en curso contra el Gobierno de dicho país y ambos se ven como posibilidades muy remotas. Sus proveedores, en particular los chinos, podrían venderle chips violando la regulación del DOC, pero eso podría provocar la ira estadounidense –así como la imposición de sanciones contra ellas, similares a las que sufre Huawei–.
Las fabricantes de chips estadounidenses también están en aprietos. La Semiconductor Industry Association, gremio que las agrupa, señaló estar “sorprendida y preocupada por el repentino viraje del Gobierno”, pues previamente tenía un enfoque que balanceaba la seguridad nacional con los intereses corporativos. Además de perder ingresos por dejar de venderle a Huawei, que el año pasado compró US$ 19,000 millones en componentes a empresas estadounidenses, a los CEO de firmas tecnológicas les preocupa que las acciones de su Gobierno induzcan un desvío de la inversión hacia rivales en otros países.
Si Pekín toma represalias con una contrademanda de jurisdicción sobre cualquier producto hecho en China, tal decisión podría devastar las cadenas de suministro de Apple y otras tecnológicas estadounidenses. El 18 de agosto, el Gobierno chino acusó a Estados Unidos de “violar reglas de comercio internacional”, pero se ha resistido a contraatacar, quizás confiando en una derrota de Trump en la elección presidencial de noviembre frente a Joe Biden, quien podría asumir una posición menos dura contra China.
Pese a las restricciones, el DOC puede emitir licencias para empresas que deseen seguir suministrando componentes a Huawei. Los negociadores comerciales estadounidenses podrían animarse a usar esa prerrogativa para obtener concesiones de China en las conversaciones que se llevan a cabo, a fin de mejorar las chances de reelección de Trump, que se han debilitado ante su mal manejo de la pandemia.
Teniendo en cuenta la supuesta amenaza que Huawei representa, podría parecer extraño dejarla vivir a cambio de unas cuantas toneladas adicionales de soya vendidas a China. Pero las inconsistencias en política económica no han sido ningún obstáculo para el Gobierno de Trump y muchas firmas tecnológicas occidentales abrigan la esperanza de que esa característica se mantenga.
Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez.
© T he Economist Newspaper Ltd, London, 2020.