Olas de calor, acidificación de los océanos, cambios en patrones de lluvias, sequías, huracanes y desastres. A lo largo de la última década, el mundo se ha vuelto muy consciente acerca de los riesgos que puede representar el cambio climático para nuestra sociedad.
Esta amenaza repercute sobre la población, el medio ambiente y los Estados, pero también en las empresas, el sistema financiero y la economía en su conjunto.
“El cambio climático es uno de los riesgos más importantes para la permanencia de nuestra sociedad como la conocemos”, advierte José Martínez, vicepresidente ejecutivo de Inversiones de Rimac Seguros.
Este fenómeno, con el paso de los años, puede elevar los costos de producción de los bienes y servicios en función de la disponibilidad de recursos. Así, numerosas industrias van a tener que ajustar negocios y estructura de costos a medida que el cambio climático agrave las condiciones generales. Por un lado, hay activos a los que habrá que darles de baja y, por otro, se requerirán inversiones y fondos para desarrollar los nuevos activos que los sustituirán.
Un ejemplo es el sector automotriz, que se va a transformar en las próximas décadas. En el futuro habrá muy pocos autos a petróleo o a gasolina. Si la industria no se adapta, podría volverse obsoleta. Esto, de alguna u otra forma, se observa también en diversos sectores productivos.
Mecanismos
Ante la transformación de diversas industrias, las empresas e inversionistas también han tomado medidas frente a la adaptación de las compañías a los efectos del cambio climático.
“Si el futuro se encuentra comprometido por este proceso de transformación de la sociedad para adaptarse y mitigar los impactos del cambio climático, lo que tenemos que hacer los inversores es analizar el impacto sobre el potencial de generación de caja de los activos que tenemos en este proceso”, comenta José Martínez.
En respuesta a este análisis es que surgen las políticas de inversión que toman en consideración el impacto del efecto climático. “No solo como un propósito de contribuir con la humanidad en el desarrollo de mecanismos necesarios para mitigarlo, sino por una necesidad de supervivencia, porque el proceso de transformación es inevitable y tenemos que prever su impacto sobre el valor de nuestros activos en el tiempo”, agrega el vicepresidente de Rimac Seguros.
Hay diversas iniciativas que buscan mejorar la información que las empresas reportan y que los inversores evalúan antes de comprar los activos de renta fija o variable. Una de las más conocidas son las recomendaciones del Task Force on Climate Related Financial Disclosures (TCFD), creado por la Financial Stability Board (FSB).
Un reporte de EY explica que estas recomendaciones proporcionan un marco de información para los riesgos climáticos, que puede integrarse con los reportes actuales relativos al desempeño de las organizaciones.
Daniela Door, gerente de Alternativos y Análisis de Prima AFP, indica que los riesgos que se evalúan en este caso son los físicos (originados por los eventos climáticos) y los de transición (consecuencia de la adaptación de las industrias).
“El cambio climático se traduce en ciertos riesgos financieros que deben medirse, evaluarse y gestionarse. El reportar sobre estos brinda una mayor transparencia, por ejemplo, para la toma de decisiones crediticias y de inversión”, considera Darice Gubbins, head de Sostenibilidad de Credicorp.
“Como inversionistas, no queremos invertir sin saber los riesgos. Por ello, es necesario ser capaces de medirlos y de gestionarlos”, añade Door.
Reporte
¿Qué buscan los inversores en cuanto a información sobre cambio climático? José Martínez, de Rimac Seguros, indica que es fundamental una cuantificación del impacto de los riesgos climáticos sobre la estructura de capital de la empresa en el tiempo.
Además, esa estimación debería derivar de un cálculo de los costos necesarios de dar de baja a activos y reemplazarlos. También de cómo se van a afectar los costos de producción a futuro.
“De hecho, eso es algo que hacemos nosotros al momento de evaluar riesgos en las empresas en las que invertimos. Incorporamos shocks de producto derivados de los riesgos del cambio climático sobre el desempeño financiero esperado de las empresas”, precisa.
José Larrabure, vicepresidente del directorio de CFA Society Perú, indica que las empresas no solo deben identificar los riesgos, sino también medirlos y tener metas a futuro de reducción de su huella de carbono.
Avance local
Respecto de los avances en el reporte de riesgos climáticos por parte de las empresas peruanas en general, y de la adopción de las recomendaciones del TCFD en particular, José Larrabure considera que en el Perú “estamos en una etapa incipiente, pero encaminados hacia eso. Es una tendencia que no tiene retorno”.
A escala local, las grandes empresas y las corporaciones son las que están más avanzadas en cuanto a reporte de riesgos financieros relacionados con el cambio climático.
“Buena parte de emisores grandes en el Perú, ya sean subsidiarias de empresas extranjeras o empresas peruanas que operan en el exterior, ya tienen este tipo de consideraciones y hacen este análisis”, añade José Martínez, de Rimac Seguros.
Los principales bancos, empresas de energía, mineras, cementeras, entre otras firmas peruanas, ya están pasando por este proceso. No específicamente adoptando las indicaciones del TCFD (aún son pocas las que expresamente están en camino a alinearse, como Alicorp o Credicorp), sino procurando informar al menos de manera general los riesgos relacionados con cambio climático en sus informes trimestrales.
Daniela Door, de Prima AFP, indica que las 20 empresas que la AFP considera para sus inversiones, en diferente medida, ya están considerando el impacto del cambio climático.
“Todas las empresas que tenemos en cartera, ya sean de renta fija o variable, pasan por un análisis que hacemos. Evidentemente hay diferencias, y en el caso de las más pequeñas es más difícil encontrar información, pero, si se solicita, la brindan rápidamente”, indica.
“Hay cierta mejora, pero aún se requiere mayor conciencia y trabajo. Además, muchas empresas tienen esta información, pero no están acostumbradas a reportarla”, añade Door.
A diferencia de la financiera, la información no financiera aún no tiene un nivel de estandarización global claro, lo que genera complicaciones.
“Debemos notar, además, que la proliferación de muchos estándares y marcos no necesariamente facilita este cambio. Se necesita una agenda como país, para alinear esfuerzos y prácticas. Y también entender la urgencia del asunto”, considera Darice Gubbins, de Credicorp.