Facebook
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Discúlpenme un momento mientras dedico unas palabras en defensa de . Mi perspectiva sigue fiel a la de mi columna anterior, en la que señalaba que una vez más la compañía se había burlado de la privacidad, con una app que aspiraba la información de los teléfonos móviles de los usuarios. En temas de datos, Facebook parece incapaz de mejorar su capacidad de entendimiento.

No obstante, mi instinto libertarista sobre la libertad contractual me obliga a defender a un grupo atrapado -a su propia sorpresa- en esta batalla: usuarios que descargaron la app y les gustó el dinero que recibieron a cambio. El problema de la crítica es que Facebook tomó ventaja.

Analicemos.

La estaba dirigida a usuarios entre 13 y 35 años, con un enfoque especial en jóvenes adolescentes (que necesitaban autorización de sus padres). Los que descargaban la app recibían hasta US$ 20 por mes para mantenerla en sus móviles, y podían recibir más por referir a otras personas al programa. La app descubría y enviaba a Facebook casi todo sobre el móvil y el uso de Internet.

Toda esta situación llevó a Apple a suspender la licencia corporativa de Facebook, lo que significaba que, durante un corto tiempo, los desarrolladores de Facebook no podían compartir potenciales apps entre ellos.

Ya lo he dicho, el fue distribuir la app en una manera que violaba su acuerdo con Apple y evitaba las protecciones de privacidad de Apple frente a programas distribuidos a través del App Store. Pero este problema es interno y contractual entre las dos compañías.

En contraste, otros críticos han argumentado que el problema principal es que Facebook se esfuerce por aprovecharse de los usuarios al recoger tanta información -e implícitamente indican que paga muy poco por este privilegio. Además, el argumento insiste en que Facebook escondió su parte en el proceso para que los usuarios no supieran con quien estaban tratando.

El problema es que no es tan obvio que los usuarios en verdad no tuvieran idea, como piensan los críticos. De hecho, al mirar las cadenas de comentarios en línea a través de los dos años en que operó la app de investigación de Facebook, se evidencia que muchos usuarios entendían mucho más sobre todo el tema que lo que sugieren los críticos que están cubriendo el tema.

Cuando se hizo el lanzamiento de la app, los internautas pronto vieron una oportunidad de ganar dinero fácil. Muchas cadenas eran de usuarios que querían utilizar la app y buscaban estar seguros de que era realmente de Facebook. No era que quisieran evitar a la compañía. Solo querían estar seguros de que no estarían tratando con otra persona. Y muchos usuarios entusiastas preguntaban cómo podían registrarse.

En términos de los aspectos de privacidad de la app, es justo decir que fueron debatidos de manera pública. Algunos usuarios hasta dieron consejos sobre cómo registrarse y proteger simultáneamente sus datos personales.

Una sugerencia inteligente: utiliza un teléfono "ficticio" para que Facebook no obtenga ninguna información y esperas relajadamente tu pago. Claro que hubo problemas, pero no problemas relacionados con privacidad. Una queja común de los internautas era por qué los pagos tardaban tanto.

Es verdad que no se puede asumir que los que participaron en las cadenas de comentarios en línea son una muestra representativa de la población general objetivo de la app. Pero tampoco podemos asumir que el resto de los usuarios eran completos idiotas.

Existe mucha evidencia que comprueba que los milenials son mucho más expertos que los mayores para encontrar formas de ahorro en línea -por ejemplo al explotar inteligentemente las apps bancarias- así que no sería sorprendente que la mayoría de los que descargaron la app tuvieran perfecto conocimiento de lo que estaban haciendo y en qué se estaban metiendo.

Es cierto que se puede argumentar que los jóvenes a quienes estaba dirigida la app -aunque se adhirieron con los ojos bien abiertos- fueron tontos en seguir la corriente. Bajo esta teoría, hasta los usuarios que aclamaron las apps sopesaron mal los riesgos y los beneficios. Así, al obligar a Facebook a dar marcha atrás se está protegiendo a los usuarios de ellos mismos.

Este enfoque me parece inquietante. En primer lugar, he notado que US$ 20 por mes puede parecer banal para muchos lectores, pero este dinero va sumando (el pago anual de US$ 240 puede alcanzar para un tiquete aéreo con descuento de Nueva York hacia Europa). Si un usuario está dispuesto a intercambiar la privacidad en línea por menos de lo que yo exigiría, eso es problema del usuario.

En cualquier caso, rechazo la noción paternalista de que dos partes no deberían poder negociar algo que les parece interesante, sencillamente porque un tercero cree que es un mal negocio. Por razones que han sido expresadas convincentemente por la filósofa Jessica Flanigan, el concepto de lo que debería y no debería estar permitido constituye una ofensa profundamente iliberal a la autonomía individual.

Yo creo en las personas. Creo que casi todas las personas, casi todo el tiempo, tienen total capacidad de decidir por sí mismas sobre los pasos que deben dar. Esto abarca decidir sobre los contratos que desean celebrar.

Si Facebook encuentra la manera de distribuir su app de investigación sin evadir su acuerdo con Apple, estoy a favor de dejar a los usuarios decidir por sí mismos si aceptar o no la oferta.

Por Stephen Carter