Por Chris Hughes
¿Puede el dinero estadounidense que intenta comprar el Chelsea FC al sancionado oligarca ruso Román Abramóvich esperar de forma realista obtener un rendimiento financiero? No hay muchas palancas de las que tirar para mejorar la rentabilidad del histórico club de fútbol, pero puede haber suficientes.
Los equipos de fútbol europeos son inversiones de riesgo. Los clubes ponen a prueba sus finanzas pujando entre sí por los mejores jugadores, dada la correlación entre el gasto en plantillas y el éxito en la cancha. A diferencia de lo que ocurre con los deportes estadounidenses, una mala temporada puede representar el descenso en la escala de la liga nacional y una fuerte reducción de los ingresos por transmisión.
A largo plazo, a los directivos les preocupa que los aficionados, perdidos en el entretenimiento digital, vean fragmentos entre Tik Toks en lugar de los 90 minutos del partido completo.
Parte de la presión está disminuyendo gracias a las reglas del “juego limpio financiero”, que al parecer están a punto de ser revisadas, ya que se espera que las autoridades introduzcan nuevos límites a los salarios y a las comisiones por traspasos. Pero es probable que a los clubes se les siga permitiendo tener pérdidas subsidiadas por los propietarios hasta cierto punto. Queda por ver si esto se traduce en un freno significativo al gasto.
Chelsea FC Plc, la entidad propietaria del club, el estadio y las actividades relacionadas, cuenta con una marca y una vitrina de trofeos obtenidos en gran medida antes de que entraran en vigor las restricciones financieras. De ahí que haya acumulado deudas con Abramóvich por 1,500 millones de libras (US$ 2,000 millones) durante 19 años, que el magnate ha dicho que no intentará recuperar.
Obtuvo ganancias netas en tres de sus últimos cinco ejercicios, siendo la más alta de 62 millones de libras en el 2017-2018. El desafío comercial es ganar más, y de forma constante.
Los ingresos sumaron 450 millones de libras en 2018-2019, el ejercicio anterior a la pandemia y quizás una línea de base razonable. Esa temporada, el Chelsea ganó la menos lucrativa de las dos competencias de la liga europea. Pero los costos anuales ascienden actualmente a aproximadamente 590 millones de libras, sin considerar partidas únicas e incluyendo las comisiones de traspaso que se compensan a lo largo de los contratos de los jugadores.
El comodín es la compra y venta de jugadores. El dinero que cambia de manos depende de las condiciones del mercado, así como del desempeño de cada jugador, y puede determinar si se obtiene una ganancia global. El menor ingreso por traspasos en los últimos cinco años fue de solo 28 millones de libras, el promedio es de 83 millones de libras.
Un club deportivo con un multimillonario que garantiza sus pérdidas no está sometido a la misma presión que los equipos con propietarios con fines de lucro que persiguen hasta el último dólar de ingresos y priorizan la relación precio-calidad a la hora de comprar jugadores.
Aplicar ese rigor al Chelsea comenzaría con la expansión de las actividades comerciales, incluidos el patrocinio y los artículos promocionales, que generaron 180 millones de libras del total de ingresos en el 2018/2019.
Una opción sería licenciar la marca Chelsea para una gama más amplia de productos minoristas, como lo hace el Manchester United con sus lentes de sol oficiales y sus vínculos con el café. Otra sería monetizar más sus contenidos de video entre bastidores en plataformas digitales basadas en suscripción, como lo hace el Liverpool FC. Casi la mitad de los ingresos del Manchester United han provenido de actividades comerciales en los últimos cinco años, y alrededor de un tercio de la transmisión, según datos compilados por el informe Football Money League de Deloitte.
La reconstrucción del estadio Stamford Bridge del Chelsea aumentaría la capacidad de espectadores en más de un 40%, a unas 60,000 personas, lo mismo que la base del Arsenal Football Club Plc en el Emirates. La recaudación de los días de partido, que promediaban unos 70 millones de libras antes de la pandemia, podría aumentar en una proporción mayor, suponiendo que el nuevo edificio pueda albergar más lucrativos palcos para empresas.
Los ingresos del Arsenal en los días de partido fueron de 96 millones de libras en el 2018/2019, según Deloitte. La discutida inversión de 1,000 millones de libras en el terreno del Chelsea requerida tendría que agregarse al cálculo del costo total de un nuevo propietario.
Los aficionados pueden decir que este enfoque no es fútbol. La cruda realidad es que cada bocadillo oficial y cada palco corporativo que se vende significa más dinero para pujar por jugadores en las temporadas de traspasos.
Supongamos que el club puede generar 60 millones de libras adicionales en ingresos aumentando los ingresos comerciales en un 15% con respecto a su nivel previo a la pandemia, e incrementando las ventas de los días de partido en un 50%. Supongamos también que las ganancias de las ventas de jugadores continúan siendo las mismas. El club empezaría a parecer que vive dentro de sus posibilidades.
¿Y qué pasa con la reducción del costo del equipo? El Chelsea ha sido capaz de perseguir con éxito a estrellas individuales, en parte, gracias a la venta de un puñado de promesas locales de su academia de entrenamiento. La factura salarial sigue siendo un problema. Los clubes rivales parecen tener más eficientes a la hora de buscar jugadores menos costosos, de menor perfil, pero más prometedores, y mejorar su desempeño después de la compra.
No es ciencia espacial: perseguir ingresos y gastar con más cuidado podría permitirle al Chelsea mantener un equipo que gana trofeos y, al mismo tiempo, pagar dividendos a sus propietarios en lugar de necesitar un subsidio. Un comprador disciplinado desde el punto de vista financiero tiene que creer que eso es posible, dado que la puja por la compra del club se estima que superará los 2,500 millones de libras.
La pregunta más complicada es la regularidad con la que el nuevo propietario querrá ganar títulos. Un Chelsea más comercial podría reducir el costo de su equipo y aceptar clasificarse para las copas europeas con menos frecuencia, en lugar de apostar dinero cada año. Eso podría convertirlo en un activo más confiable para los inversionistas, pero una experiencia menos emocionante para los aficionados.