(G de Gestión) Que no se abriese la primera temporada de pesca de anchoveta del año pasado, seguido de la paralización de operaciones de tres pesqueras (Hayduk, Copeinca y Diamante) por estar en desacuerdo con la cuota de captura establecida por el Ministerio de la Producción (Produce) —que era menor frente a la otorgada en el mismo periodo del 2022—, golpeó fuertemente al sector, que cayó en más de 50%. Pablo Trapunsky, gerente general de Pesquera Diamante, habla de “crisis”, de “liquidez ajustada”, de redefinir el negocio y de prácticamente ya no tener más ingresos.
“Nos estamos jugando absolutamente todo para esta temporada”, enfatiza en diálogo con esta revista. Así, revela cuál sería el mejor escenario y, en este contexto, cuenta los planes de ampliación e innovación de la compañía. Luego de esta entrevista, se autorizó el inicio de la primera temporada para el 2024 de anchoveta para consumo humano indirecto por 2.475.000 toneladas.
¿Cómo cerraron el 2023, que fue un mal año para todo el sector?
Fue horrible. Nuestras ventas bajaron a la mitad de lo que obtuvimos en el 2022 y perdimos casi 22 millones de dólares.
¿Eso fue debido a que no hubo una primera temporada de pesca?
Sí, eso fue lo que nos mató. Los fenómenos del Niño costero que hemos tenido antes, por lo general han pegado en el verano, pero se disipaban al término del calor. Esta vez ocurrió hacia marzo y se sostuvo durante el invierno. Las empresas que tienen flota y plantas procesadoras —como nosotros— estamos más afectadas, porque tenemos un costo fijo mucho mayor.
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¿En cuánto impactó esto en los envíos al exterior?
Normalmente el sector exporta 1.2 millones o 1.3 millones de toneladas anuales. El año pasado fue solo medio millón o menos. Estamos hablando de alrededor de 1,200 millones o de 1,400 millones de dólares que se dejaron de exportar.
¿Cuál es la expectativa frente a la nueva temporada?
Debería ser normal, pues los modelos indican que entre abril y mayo empezará a sentirse más frío.
¿Se recuperará todo lo que se perdió el año pasado?
Ojalá. Esta temporada es clave para recuperarnos. Nuestra crisis no ha terminado. Seguimos con liquidez ajustada, midiendo nuestros gastos y las inversiones que hacemos. El mal rato ha dejado secuelas y todos nos hemos tenido que endeudar.
¿A cuánto asciende el financiamiento de Diamante del año pasado?
Tomamos entre 30 millones y 40 millones de dólares más de deuda.
¿A qué se destinaron?
A capital de trabajo. Nos financiamos con el mismo producto, pero, al no tenerlo —porque no hubo temporada—, debimos sumar deuda para manejar todas nuestras plantas, barcos, y pagarle a la gente.
¿Y este año?
Lo que se produjo en la segunda temporada se terminó a finales de marzo, y prácticamente ya no tenemos más ingresos.
¿En el 2024 el nivel de deuda sería similar?
Esperemos que no. Los niveles de deuda tienen un tope saludable. Tenemos que cumplir con determinados ratios de apalancamiento, con los que nos miden los bancos que nos han prestado dinero. No nos podemos pasar de ahí. Nos estamos jugando absolutamente todo para esta temporada.
¿Cuánto tiempo calculan que tomará la recuperación?
Creemos que nos tomará todo el 2024 y parte del 2025. Si las tres temporadas son buenas, deberíamos recuperarnos totalmente y volver a la foto final del 2022. El sector pesquero industrial genera utilidades a partir de 4.2 millones de toneladas. Si tenemos no menos de 4.5 millones de toneladas, podemos generar una recuperación rápida.
Las alternativas
¿Cuál es su opinión sobre la designación de Sergio González como ministro de la Producción?
No lo conozco. Es prematuro adelantar opinión. Hay que esperar a saber cuál es su posición ante los temas de agenda.
¿Qué acciones tomarán si no terminan estando satisfechos con la cuota? ¿Paralizar operaciones nuevamente?
Veamos qué pasa. Hay que entender de dónde venimos: de una crisis muy complicada, la más grande desde el gran Niño del 97-98.
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¿Pero se han planteado alternativas?
Nada compensa la falta de una temporada de pesca de anchoveta. Si no existe y no se dan los volúmenes, no importa si hacemos miles de otras cosas. El año pasado sucedió eso y pescamos jurel y caballa. Llegamos a un récord en capturas de los últimos 10 años, pero igual terminamos en pérdida. El negocio de consumo humano indirecto, que es la anchoveta, pesa más o menos el 85% de nuestra facturación.
Si no hay pesca en el norte, también está la opción de pescar en el sur, aunque la zona es un desastre. De las 13 plantas de procesamiento que había, solo cuatro están operativas. Se solían pescar 600.000 toneladas al año, pero ahora no se llega ni a 200.000, mientras que Chile pesca medio millón de toneladas anualmente.
¿Por qué?
Porque seguimos insistiendo en la famosa “talla legal” de la anchoveta. Es como que se diga que, a partir de hoy, quien no mida más de 1,70 es un niño. ¿De dónde sale semejante atrocidad? La anchoveta ya tiene madurez sexual desde los 10,5 centímetros de longitud. Eso lo estudió Imarpe. La medida de 12 centímetros se estableció en 1953 y nadie se ha molestado en revisarla en 70 años. Deberíamos estar pescando la anchoveta que tiene 11 centímetros, no 12, porque no crece más. Ningún otro país que pesque bajo sistemas de cuotas individuales se rige por tallas mínimas. Imarpe y Produce ya han aceptado cambiar tallas mínimas de varias especies, como la merluza, pero no de la anchoveta. ¿Por qué será? Hay mucha gente interesada, detractores de la industria, ONG y pesqueros artesanales que se quejan.
Volviendo a hablar sobre las alternativas, igual algo harán.
Hacemos todo lo que podemos y que nos permitan la regulación y las autoridades de turno, pero sin el negocio de harina no sería sostenible. Se tendría que redefinir.
¿Cómo?
Una de las consecuencias por lo sucedido el año pasado es que cerramos operaciones en una planta: Pisco dejó de operar. Es un costo fijo no menor: son varios millones que hay que pagar al año. No tenía sentido seguir manteniendo esa operación cuando hay muy poca pesca por la zona. Si los volúmenes no llegan, tendremos que seguir cerrando más plantas. Sería la única forma de sobrevivir.
Y pedir más financiamiento.
De todas maneras. Pero llegará un punto en el que no habría una salida.
¿Y está la opción de vender?
Por el momento, no. Siempre hemos tenido la intención de crecer, también de manera inorgánica. La última adquisición fue en el 2007 [compraron Consorcio Malla y Pesquera Polar] y nos permitió incrementar la cuota.
¿Y esa puede ser una posibilidad ahora?
Claro. Una forma de incrementar la cuota es comprar un barco y transferir su cuota.
¿Cuál proyectan que sea el mejor escenario en adelante?
El mejor escenario hubiera sido que esta temporada se pesque mínimo 2.5 millones [de toneladas], y la otra, al menos dos millones.
¿Eso cómo impactaría al crecimiento o al rebote de Diamante?
Hay que ver qué sucede con los precios. Si al Perú le va bien en esta primera temporada, habrá una fluctuación a la baja en el mercado. Los ingresos probablemente se parezcan a los del 2022, pero con los costos de ese año.
Esto es hablando solo de harina y de aceite de pescado. ¿Y el resto de productos?
Nosotros hacemos harina y aceite a partir de anchoveta, y pescamos, para consumo humano, jurel y caballa, principalmente. También tenemos dos barcos que pescan atún (ahora solo uno). En enero nos dieron una cuota para jurel y caballa, pero solo encontramos el segundo, y ya consumimos la cuota. La de jurel aún no, pero no hay condiciones en este momento, así que estamos parados.
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Próximos proyectos
Considerando esta situación, ¿tienen planes de inversión o de ampliación que estén paralizados?
En el 2023 paramos prácticamente todo, y este año estamos siendo muy selectivos. Estamos incrementando la capacidad de la planta de Supe en más o menos 20 toneladas por hora. Hemos repotenciado algunos equipos que estaban muy antiguos.
¿Hay oportunidades para nuevas líneas o presentaciones de productos?
Por la regulación, solo podemos pescar jurel y caballa para consumo humano, y atún con dos barcos. El mercado tiene una capacidad limitada para absorber esas especies y, si lo hace, el precio cae. El año pasado estuvimos pescando jurel y caballa, había gran cantidad, y le dijimos a la entonces ministra que amplíe la cuota y nos deje pescar, pero no. Ella estaba más preocupada de si había protestas. Era muy reactiva a lo que dijeran los periódicos o a que la criticaran. Antes se han dado incluso regímenes especiales de pesca. Hemos perdido muchas oportunidades. Cómo habrá sido nuestra desesperación que por primera vez en la historia fuimos a pescar la cuota más allá de las 200 millas, en aguas internacionales, frente a Chile. La flota peruana nunca había pescado ahí.
¿No se han planteado algo similar a lo que Hayduk ha hecho con su línea de conservas?
No. Hayduk ha hecho un spin-off. Ha sacado el negocio de conservas porque por lo general ahí se pierde dinero. Me parece bien que lo maneje aparte. Nosotros vemos las conservas como un negocio local, más de corte social. No pretendemos ganar mucho con él porque las cuotas son pequeñas y no podemos producir grandes volúmenes. Nuestra venta anual es de 100.000 o 120.000 cajas.
¿En qué planta procesan?
Ahora maquilamos, pero teníamos pensado hacer nuestra propia línea. Todavía no hemos podido iniciar [el proyecto], porque vino esta crisis. Pero hay que reconocer que el mercado de conservas es pequeño, ya que a los peruanos les gusta la comida fresca.
¿A cuánto ascenderían la capacidad de producción y la inversión?
Lo estamos evaluando todavía, pero sería una planta chica, porque no es un mercado que crezca. Es probable que la inversión sea de alrededor de un millón de dólares.
¿Sería para el 2025?
No creo. Sería para más adelante.
¿En dónde estaría?
En el Callao. Ahí tenemos nuestra planta de congelados.
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Innovaciones en camino
También tenían el proyecto de producir colágeno.
Hemos hecho estudios, pero la regulación es muy compleja y pone una camisa de fuerza a la innovación. Podemos sintetizar colágeno en polvo, pero, si lo hacemos a partir de la anchoveta que pescamos con nuestros barcos, entonces es un producto CHI [consumo humano indirecto]. Pero, si es bueno para el ser humano, ¿por qué no podría ser CHD [consumo humano directo]? Ahí empezamos a trompearnos con la regulación.
¿Qué otros proyectos de innovación tienen?
Concentrados proteicos e hidrolizados. Hemos hecho estudios de un concentrado a partir de anchoveta, y también a partir de jurel y de caballa. Se pone en una taza de agua hirviendo y es como si uno se tomara un caldo. La lucha contra la anemia está ahí. Con nuestro programa de responsabilidad social (Tambos Pesqueros) en Huancavelica y Ayacucho, más de 600 niños se han recuperado.
¿Están en capacidad de producir?
Sí. Es una planta piloto chica. Es como un polvo soluble en agua. Puede ser para preparar sopas concentradas o usarse como ingrediente de alimentos funcionales.
¿En qué fase están?
Estamos viendo la viabilidad. El proceso está desarrollado; los equipos están claros. Pero tenemos que ver cómo conseguimos una licencia y registro sanitario. Nuestra intención es llegar a Qali Warma y a otros programas de alimentación del Gobierno.
¿Se podría exportar?
Sí. Eso gira alrededor de los volúmenes que podamos capturar y procesar.
¿Consideran el negocio de la acuicultura?
Por ahora no, pero no descartamos nada a futuro. Es una actividad muy distinta de la nuestra. En los espejos de agua de la sierra, por ejemplo, hay buena acuicultura de trucha, pero el volumen es muy pequeño. El sector pesquero peruano tiene ingredientes marinos como la harina y el aceite, mucho más relevantes. Literalmente, todo el mundo los quiere. Aquí no. Nuestro país es un referente pesquero mundial.
¿Qué industrias sostienen estos productos?
Con la harina de pescado se hacen, por ejemplo, alimentos balanceados que sostienen la industria del salmón. El Perú también consume harina en determinados productos balanceados para mascotas y langostinos. El aceite que nosotros obtenemos de la anchoveta viene con 30% de omega 3, que es un insumo para alimentos funcionales para humanos, para mascotas y de uso farmacéutico.
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Coordinadora en la revista G de Gestión e integrante del podcast de economía y negocios 'Actualidad Latinoamericana'. Escribo sobre management, agricultura, tecnología y emprendimientos. Bachiller en Periodismo por la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Activa participante de los cursos del Centro Knight para el Periodismo en las Américas.
Es editora de la revista G de Gestión. Estudió Ciencias y Artes de la Comunicación y tiene una maestría en Periodismo y Globalización. Cuenta con más de 10 años de experiencia en la profesión. Fue becaria Dag Hammarskjöld (Naciones Unidas) y Transparency Fellow (Transparencia Internacional).
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