A la desaceleración del consumo e inversiones privadas en el último semestre del 2022, las protestas sociales en diciembre se sumaron, afectando diversos negocios, entre ellos, la venta de vehículos. Aun así, las colocaciones crecieron por segundo año consecutivo, pero el sector no estará libre de obstáculos en su recorrido el 2023.
En cifras de la Asociación Automotriz del Perú (AAP), el registro de vehículos livianos y pesados cayó en 14.2% el mes pasado a 13,872 unidades. Sin embargo, el balance del 2022 mostro un avance de 1.6%, apoyado por los altos volúmenes de inicios de año, alcanzando 177,543 ventas en total.
Alberto Morisaki, gerente de Estudios Económicos de dicho gremio, explicó que las colocaciones del mes anterior fueron afectadas por la incorporación de un día de feriado (9 de diciembre). Asimismo, el incremento de la conflictividad social tras el cambio de Gobierno profundizó la caída.
Y es que, ante la escalada de protestas, sobre todo, en el sur peruano, refirió que los concesionarios tuvieron que cerrar sus locales por varios días en Arequipa, Puno, Ica, Ayacucho y otras regiones.
Impacto de las protestas en las marcas
Joel Castillo, subgerente de Planificación & Producto de Toyota del Perú, consideró que el principal factor de la caída en diciembre fueron las protestas. Así, los despachos de la marca a provincias experimentaron retrasos y las ventas del mes estuvieron 20% por debajo de lo estimado.
Si bien indicó el nuevo día feriado impactó en cierta medida, también mencionó que la coincidencia de Navidad y Año Nuevo en días domingo compensó el efecto.
Por su parte, Jaime Obreros, director de Marketing de Nissan, recordó que diciembre es un mes atípico para el sector automotriz, pues las ventas se concentran en la primera quincena. En la segunda parte, la compra de bienes de capital se posterga frente a los gastos vinculados a las fiestas navideñas.
“En este año, particularmente esta primera quincena de diciembre estuvo afectada por feriados adicionales y eventos políticos ajenos a la industria automotriz pero que impactaron en varios negocios”, anotó.
Marco Kohatsu, country manager de General Motors, estimó que casi 10 puntos porcentuales de la caída de diciembre respondieron a la interrupción de las ventas en los concesionarios del sur y otras regiones afectadas por protestas. Sin embargo, precisó que la venta ya venía desacelerándose desde hace varios meses.
Proyección sujeta a cuatro factores
De cara al 2023, Morisaki proyectó que la venta de vehículos livianos crecería entre 1.5% y 2% (1.7% el 2022). En el caso de vehículos pesados, estimó un avance de entre 1.5% y 2.5% (0.4% el 2022). Si bien son tasas bajas, la perspectiva podría verse afectada por cuatro factores.
En el plano local, reconoció que una mayor inflación que la vista en el 2022 podría deteriorar aún más la capacidad de gasto de las familias y que el aumento de las protestas podría perjudicar al sector en el primer trimestre. Asimismo, el cambio de autoridades regionales y locales reduciría el gasto y demanda de vehículos.
Y en el frente externo, un crecimiento global a un menor ritmo redundaría en menos exportaciones e ingresos de divisas, impactando en la venta de bienes de capital. “El Gobierno debe reaccionar de manera responsable, dando señales de confianza para una mayor inversión”, consideró.
Por su parte, Kohatsu admitió que el mercado podría enfrentar un retroceso de entre 2% y 5% por una posible recesión global, que derivaría en la menor demanda de metales con un impacto negativo en Perú.
En contraste, Castillo prevé que la venta de vehículos livianos crecerá el 2023, aunque a menor ritmo que el año pasado. En ese avance, destacó que la migración en la demanda de sedanes hacia las SUV se intensificará, sobre todo, apuntando a los modelos compactos.
Además, resaltó una mejora en la disponibilidad de inventarios. En el caso de Toyota, refirió que los stocks se han incrementado en 10%.
Sobre el impacto de los problemas políticos y económicos en la demanda de vehículos, mencionó que las líneas más afectadas son los modelos de entrada y bajo precio, pues su público objetivo suele esperar a que las condiciones mejoren para concretar la compra.
En tanto, Obreros fue aún más optimista al recordar que el Perú no ha sido ajeno al ruido político en los últimos años y aun así ha seguido creciendo. Frente a países vecinos, refirió que la inflación y la volatilidad del tipo de cambio ha sido menor; mientras que el Producto Bruto Interno (PBI) se ha deteriorado menos.
De esa manera, estimó que el volumen de ventas del mercado al menos se mantendría o podría alcanzar un ligero crecimiento el 2023, en medio de una recuperación de inventarios. “Vamos a tener novedades en varias categorías y seguiremos abriendo concesionarios”, dijo.
Pick up y camiones, los más expuestos a conflictos
Por categorías, Morisaki destacó que la demanda de SUV seguirá al alza, en medio de un incremento de modelos y una tendencia global que las favorece, en reemplazo de los sedanes. De igual manera, la venta de buses apunta a seguir creciendo ante un incremento del transporte público y el turismo.
En tanto, la venta de vehículos eléctricos seguiría creciendo por la apuesta de más marcas, aun cuando el Gobierno no ha otorgado incentivos tangibles para su masificación. Y en los vehículos de lujo, esperó un repunte por mayor disponibilidad tras una caída de casi 14% el 2022.
Por el contrario, reconoció que la demanda de pick up y camiones podría verse afectada ante mayores conflicto sociales y una consecuente menor inversión privada. “Son vehículos de trabajo y su venta está muy relacionada a la actividad privada”, añadió.
Riesgos de oferta
En este primer trimestre del 2023, Kohatsu estimó que todavía se sentirán los rezagos de problemas de producción global por escasez de componentes, pero el suministro se normalizará meses después. Sin embargo, Morisaki advirtió que la mayor disponibilidad esperada podría ser afectada por la menor demanda global ante una recesión.
Y es que, frente al descenso en los pedidos en el mundo, los fabricantes optarían por producir menos, lo cual a su vez redundaría en un alza de precios. “Ya no veríamos una falta de suministro por alta demanda como el 2022, sino por menos pedidos”, finalizó.