El año inició con 5.1 millones de trabajadores en Lima Metropolitana. Y si bien puede parecer un escenario alentador, pues incluso significó un crecimiento de 4.1% respecto al primer trimestre del 2022, lo cierto es que esconde características particulares, sobre todo, dentro de una economía que es en parte informal.
El foco es la mano de obra poco calificada: hay 2.6 millones de trabajadores limeños que no tienen educación o que cursaron el nivel inicial, primaria o secundaria, es decir, representan el 51% de la población ocupada en Lima Metropolitana, según con la data del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI).
A nivel nacional, la situación no es muy distinta e incluso se agrava: se registraron 12 millones de trabajadores sin educación o con estudios básicos en el 2022, los que representaron casi el 70% de la población ocupada peruana.
“La principal característica del empleo de los trabajadores poco calificados es su precariedad. Por ejemplo, de los 12 millones de trabajadores no calificados (a nivel nacional) solo 1.4 millones tiene empleo formal, lo que hace que tengan ingresos bajos e inestables, y que no tengan acceso a los derechos laborales que ofrece la legislación”, dice José Carlos Saavedra, socio de Apoyo Consultoría.
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¿Cuánto ganan los limeños?
En Lima Metropolitana, por ejemplo, los trabajadores con primaria (incluye sin nivel o inicial) registraron en el primer trimestre un ingreso promedio mensual de S/ 1,025 y los que tienen secundaria de S/ 1,378.1.
Su nivel de ingresos los coloca ‘en jaque’ principalmente en un contexto de precios altos. Si bien ya se alejó de su mayor nivel, la inflación en Lima Metropolitana fue de 8.40% a marzo (últimos 12 meses), lo que prácticamente “diluye” cualquier mejora en los ingresos de este grupo de empleados.
“La inflación ha afectado la capacidad de consumo de los no calificados. Si bien los salarios de este segmento han aumentado significativamente en el 2022 gracias a la recuperación del sector servicios que se dio por el rebote post pandemia, los salarios netos de inflación, es decir, el poder de compra de los salarios en este segmento aún están por debajo de los observados prepandemia”, refiere.
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Esa caída en el nivel de compra no toma en cuenta, agrega Saavedra, que para los no calificados el golpe de la inflación ha sido mayor que para los trabajadores calificados. Esto se da porque la inflación ha sido principalmente alta en alimentos y, dado el bajo nivel de ingresos de este grupo de trabajadores, buena parte de su canasta de consumo se gasta en alimentos.
“Eso quiere decir, que la inflación efectiva ha sido más alta para los trabajadores no calificados, en comparación con los calificados, que dedican una menor proporción de sus gastos a alimentación”, comenta.
Los salarios reales (es decir, descontando la inflación) de los no calificados son más de 10% menores que en el 2019.
¿Qué compran las personas que menos ganan?
El nivel de ingresos de los menos calificados no necesariamente los enmarca en una situación de pobreza (la línea de pobreza del 2021 fue S/ 378 mensuales por habitante), pero lo cierto es que son menos favorecidos que aquellos con estudios superiores universitarios y no universitarios.
Rolando Arellano C., presidente de Arellano, explica que a menos ingresos, crece el porcentaje de gasto en alimentos. “Cuando se tiene menos ingresos, la mayor parte del presupuesto se destina a alimentos. El gasto en el resto, que es vestido, vivienda, entre otros, es menor; y hablar de diversión incluso tiene una participación aún más reducida”, dice.
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Un factor que recuerda Arellano es la informalidad que atañe en especial a este grupo de trabajadores porque una característica clave es que esta condición hace que los ingresos no sean fijos. “Esto ocasiona que haya un consumo diario, el que siempre resulta más caro. Porque, por ejemplo, no adquiere una docena o un kilo de huevos, sino que compra uno o dos diarios. Al final, las presentaciones más pequeñas son más caras en términos de costo por gramo”, anota.
Además, las compras diarias causan que la población de menores ingresos no asista al retail moderno o a los supermercados. “El retail moderno no reciben al grueso de la gente de bajos recursos porque no necesariamente hay productos adaptados a su necesidad”, apunta.
¿Qué se puede hacer?
Para Saavedra, se hace necesario impulsar la inversión privada y generar condiciones para que el empleo formal crezca. “Según un sondeo realizado por Apoyo Consultoría a CEOs de las empresas más grandes del país, los dos principales factores que vienen limitando la creación de empleo es la rígida regulación laboral y las bajas perspectivas de crecimiento de las ventas”, remarca.
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Esto obliga a que la mayoría se enfoque en el ajuste de costos y no necesariamente en el crecimiento de los negocios. En segundo lugar, agrega, políticas que faciliten la transición de la educación escolar a la educación superior, técnica o universitaria.
“Las políticas de becas son importantes pero podrían ser complementadas con un sistema de créditos para la educación superior y eso necesita algunos cambios normativos”, puntualiza.
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